La pata de mono
Humberto Vacaflor Ganam
Gabriel García Márquez dice que el cuento de este nombre, escrito por William Wymark Jacob el siglo XIX, es el mejor cuento de toda la historia.
Relata el caso de un amuleto perverso que concede todo lo que se le pide pero, a cambio, quita algo muy valioso. Vale la pena leerlo.
Es probable que esa sea la mecánica que llevó al país a esta situación. El efecto de una pata de mono como respuesta a muchas personas, a miles.
Quizá algunos bolivianos usaron ese o algún amuleto parecido y el resultado es lo que tenemos ahora.
Habrán pedido que el precio del gas natural suba hasta los 12 dólares el millón de BTU cuando se encontraba en 1,08 dólares a principios de siglo.
Otros habrán pedido que el estaño llegue a valer 14 dólares la libra fina, cuando su cotización estaba en 1,80 dólares.
Y también habrán intervenido los que producen plata, oro, zinc, soya…
Y así, algunos bolivianos habrán frotado algún amuleto perverso y como resultado, después de un estremecimiento, los deseos fueron concedidos.
Pero luego llegó la factura. El país estaría manejado, por voluntad del amuleto perverso, con muy mal criterio, por pésimos administradores, que malgastarían todos los ingresos.
Ver este espectáculo cuando la buena racha de los precios de las materias primas ha comenzado a pasar es algo que angustia.
Se ha perdido la mejor oportunidad que tenía el país y que quizá no se repita jamás.
Si se le pone números, resulta que ahora los ingresos del país fueron superiores en cinco veces a los que recibían gobiernos anteriores.
A partir de ello, José Luís Parada llega a decir que, lamentablemente, en el país no hay cinco veces más escuelas ni cinco veces más hospitales ni cinco veces más seguridad ciudadana.
Sólo hay cinco veces mas demagogia, cinco veces más propaganda, cinco veces, o más que cinco, de gasto irracional, a juzgar por el crecimiento de la deuda.
Quizá el consuelo —de tontos— sea que a otros sudamericanos les ha castigado también la Pata de Mono.
Los venezolanos, los argentinos, los ecuatorianos, se las ven ahora con una situación similar.
Salvo que todo esto sea obra de la maldición de las materias primas. Una maldición que, además de provocar el Dutch Decease, trae estos pésimos administradores de las buenas rachas.
Hay que tener cuidado con algunos amuletos.
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