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sábado, 21 de marzo de 2015

desatino. un estadio para 60 mil, que se llenará talvez cada 5 años. Evo quiere hacerlo, como siempre contra viento y marea justo cuando las vacas flacas transitan por la avenida económica. todos protestan. las razones de Los Tiempos

Es de esperar que aunque tarde, la sensatez termine imponiéndose antes de que se cometa un gravísimo atentado contra los intereses colectivos y las leyes que los protegen
Los deseos y las ambiciones, antes que los intereses regionales, han primado en el debate sobre el destino del predio donde actualmente funciona el Club Hípico. Desde Los Tiempos hemos insistido, junto con otras instituciones del departamento, en que construir un estadio para 60.000 espectadores es un desatino, no sólo porque la ciudad no requiere de tal edificación y menos en un lugar donde se afectaría radicalmente al medio ambiente y el transporte interdepartamental.
Quienes defienden esta construcción sólo argumentan que Cochabamba requiere la importante inversión, que la obra exige más de 200 millones de dólares, olvidando que Cochabamba tiene otro estadio que muy raramente llega a recibir a más de 25.000 personas, cuya ampliación es técnicamente factible y en cuyos alrededores hay espacio suficiente para construir una ciudadela deportiva debidamente dotada de instalaciones deportivas.
Por último, en esta línea de pensamiento, algunos expertos sostienen que en los predios del Hípico puede construirse, con visión de largo plazo, un pulmón para la ciudad de Cochabamba, al estilo de un parque urbano en el que la ciudadanía pueda tener nuevas formas de sano entretenimiento y espacios de convivencia.
Desde el lado jurídico, las corrientes que sin escuchar argumento alguno quieren expropiar los predios del Hípico a como dé lugar para construir un estadio han presionado elaborando un proyecto de ley que vulnera la Constitución Política del Estado, el marco jurídico que norma la propiedad privada y las expropiaciones y la defensa de los legales propietarios.
Consultados expertos sobre el tema, recordaron que la expropiación procede previa declaración mediante Ley de necesidad y utilidad pública lo que significa que el bien expropiado se destine directamente a un servicio u obra pública; que satisfaga a una clase social determinada, a la colectividad o a la necesidad que tiene un país de adoptar medidas para hacer frente a situaciones que le afecten como entidad política o internacional.
En el caso del estadio en Cochabamba, no existe  claramente necesidad y utilidad pública, porque, como ya se señaló, hay un estadio cuyo aforo es suficiente y existen necesidades mucho más apremiantes como dotación de agua potable y alcantarillado, hospitales, escuelas o áreas verdes y no un edificio de espectáculo público.
Además, está en curso un proceso de expropiación de los predios del Hípico que intenta ser obviado y, finalmente, se quiebra el sentido de proporcionalidad entre el precio afectado y el precio pagado, que va en contra de la jurisprudencia que ha sentado el Tribunal Constitucional y que resulta absolutamente impertinente en circunstancia en que el Presidente ha pedido a los empresarios invertir 3 mil millones de dólares en esta gestión.
Es de esperar que a pesar de la ligereza con que una vez más actuaron los diputados y senadores de la bancada oficialista al dar curso a este despropósito, la sensatez termine imponiéndose antes de que se cometa un gravísimo atentado contra los intereses colectivos y las leyes que los protegen.

lunes, 16 de marzo de 2015

se vienen las flacas...las gordas ya pasaron de largo. es el ciclo de la austeridad, del ahorro y sin embargo Evo anuncia proyectos de cientos de millones de dólares, sólo para ganar las elecciones. los hechos están aquí en Febrero 225 millones de dólares menos lo dice Los Tiempos

A la serie de advertencias que desde hace algunos meses abundan sobre la inminente llegada a nuestro país de los efectos negativos de la contracción económica mundial, uno de cuyos mayores síntomas es la caída de los precios de las materias primas, se han sumado durante los últimos días los primeros datos que dan fundamentos objetivos a las pesimistas previsiones.
Las cifras a las que nos referimos son las que han sido difundidas por el Instituto Nacional de Estadísticas sobre las exportaciones del país durante el primer mes del año. Según ese informe, en enero registraron una caída del 22 por ciento con relación al mismo periodo del año anterior, lo que se plasma en una pérdida de ingresos de 225 millones de dólares. Y lo más alarmante es que se trata de una caída simultánea en sectores tan diversos como la minería, hidrocarburos, agropecuaria y manufacturas.
Se trata sin duda de cifras que no pueden ser subestimadas, más aún si llegan acompañadas de noticias aún peores provenientes de los países vecinos, lo que da motivos para temer que el mal desempeño del comercio exterior con que se inició el año no es atribuible a factores circunstanciales, sino a una tendencia descendente que se proyecta peligrosamente hacia el porvenir.
En efecto, como coinciden en señalar analistas económicos de nuestro país y del exterior, todo parece indicar que estamos comenzando a sentir las primeras consecuencias del fin de un ciclo de bonanza que fue excepcional por su relativamente larga duración y por lo abundantes que fueron sus efectos positivos sobre la economía latinoamericana
En el caso de nuestro país, a la caída de los precios de las materias primas se suma el efecto multiplicador de la crisis económica en la que ya están sumidos nuestros principales socios comerciales, Brasil y Argentina. Ambos países se han precipitado ya en una espiral descendente de su actividad productiva lo que sin duda tendrá efectos directos sobre la economía nacional.
Ante tal panorama, los esfuerzos de las autoridades del área económica del Gobierno nacional se han concentrado hasta ahora alrededor de un objetivo principal que consiste en mantener elevadas las expectativas de los agentes económicos.
Esperan seguramente que una actitud optimista sea suficiente para evitar el desaliento y así neutralizar los efectos negativos provenientes del exterior.
Es hasta cierto punto de vista comprensible esa manera de afrontar el problema, pero no hasta el extremo de dar la espalda a la realidad para mantener viva una ilusión. Y hay motivos para temer que a ese peligroso punto nos estamos acercando, pues mientras se insiste en subestimar los peligros que se ciernen sobre la economía nacional, no se vislumbra una prudente adecuación de las políticas públicas a las nuevas circunstancias.
Una muestra de la ligereza con que al parecer se están afrontando los malos tiempos que se avecinan es la abundancia de anuncios sobre multimillonarias inversiones –que son sólo gastos suntuosos en la mayor parte de los casos– como si la bonanza de los últimos años estuviera definitivamente asegurada.
Felizmente, aunque todavía tímidamente, durante los últimos días se ha podido oír una que otra voz de prudencia en las filas gubernamentales. Es de esperar que esas voces terminen imponiéndose.