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jueves, 11 de mayo de 2017

cuestiona seriamente Puka Reyesvilla el origen del MAS, si esas 10 familias resolvieron tomar el poder antes de acceder al trono, o acaso tomaron el poder ya llegados al trono, luego que un puñado de familias van rotando por los cargos de control del Estado, sin alternancia, sí más bien con mano dura para no soltar. lo del NEPOTISMO es apenas una señal, hay otras corrupción, patrimonialismo, oligarquía para explicar "su posesión" con desfatachez y cinismo.





10 familias


Puka Reyesvilla

Palabras claves: corrupción, nepotismo, patrimonialismo, oligarquía.
Al observar la desfachatez con la que el régimen asume sus fechorías, no puedo menos que preguntarme si su podredumbre la llevaba ya en el origen de su ser político -antes aún de acceder al Gobierno- o es el resultado de su prolongado ejercicio del poder –pérdida progresiva de la vergüenza y de las formas-.

Estoy comenzando a inclinarme por la primera opción, en el entendido de que si no lo llevas en los genes políticos, difícilmente has de caer en tanta abyección. Buen esfuerzo ha debido significar para el régimen aguantarse un tiempo de simulación de ciertas formas para, al cabo de unos años, mostrarse tal como son: una pandilla de aventureros que, en nombre de los postergados, se sostiene sobre la base de una generosa repartija de canonjías, a modo de prebendas.

Aunque, de forma genérica, la mayoría de los vicios desarrollados en el ejercicio del poder tienen relación con la corrupción, cada una de sus manifestaciones tiene particularidades “operativas” que las diferencian de otras.

Weber introdujo el concepto de “patrimonialismo” para referirse al hecho de disponer de los bienes públicos –por parte de quienes ejercer el poder- cual si se tratase de su propiedad privada; entre otras cosas, la discrecionalidad en la otorgación de puestos burocráticos a sus allegados –no necesariamente familiares- para la captura, con carácter de beneficio privado, de espacios públicos. La “nomenclatura” gobernante se apropia, discrecionalmente, de aquello –erario público incluido- que, en derecho, es de administración transitoria mientras dure el mandato que la sociedad le confiara. Tiempos demasiado prolongados en el usufructo del poder estimulan la inclinación hacia en patrimonialismo al extremo de que quienes lo practican comienzan a actuar como dueños del Estado. Por ello, uno de los principios esenciales de la democracia es la alternancia.

Paralelamente al patrimonialismo, la oligarquización, tendente a una extendida permanencia –atornillarse- en la “poderósfera”, consistente en el establecimiento de un puñado de grupos –corporativos, familiares, económicos- con el fin, precisamente, de reproducir el poder. Los intereses de dicho(s) grupo(s) pasan a sobreponerse al interés colectivo.
El nepotismo, apenas una manera –no las más perniciosa- de generar patrimonialismo y oligarquización (mediante redes familiares) es, sin embargo, la más evidente, dada la recurrencia de ciertos patronímicos en la administración pública. Que, técnicamente, se trate de la coincidencia de miembros de la misma familia en una institución, no tiene mayor significación cuando, por admisión o por denuncia, el aparato estatal está capturado por un puñado de familias.

La información al uso nos da cuenta de diez familias –yo creo que no están todas las que son, ni son todas las que están-. Malpensando, advierto la omisión de las dos “familias reales”, potenciales dinastías –está por verse- que asumen el Estado para sí mismas.

El sólo hecho de que se detecten clanes operando al interior del régimen da cuenta de su carácter arbitrario, ocupado, antes que del interés colectivo, del particular (extensible al de corporaciones y ciertos agentes económicos afines al régimen) y determinado a conservar sus privilegios “colocando”, de manera estratégica, a sus consanguíneos en espacios de influencia distribuidos en los poderes del Estado.

El proyecto de poder encarnado por el régimen no es otro que el del poder en sí mismo, para su propio beneficio y para condenar a quienes no comulgan con él. A los hechos me remito.

miércoles, 10 de mayo de 2017

las expresiones de Los Tiempos en el Dia del Periodismo que confía la ciudadanía, sin sometimiento alguno Los Tiempos reitera su compromiso de servicio con un periodismo libre, documentado y riguroso.





Día del Periodista


Este 10 de mayo, desde Los Tiempos, reiteramos nuestro compromiso con la ciudadanía, de seguir esforzándonos para hacer el mejor periodismo posible: Libre, documentado y riguroso.

Resulta paradójico, pero hoy se celebra el Día del Periodista por decisiones de dos dictadores militares. Por un lado, Mariano Melgarejo, en 1865, en una fecha como la de hoy, mandó a ejecutar a Cirilo Barragán por su crítica labor periodística. Y, por otro lado, fue Germán Busch quien, en 1938, mediante decreto instituyó el Día del Periodista, como homenaje a Barragán.

A lo largo de nuestra historia, el periodismo ha vivido entre esas dos tensiones. Una, autoritaria, que quisiera que quienes ejercemos este oficio nos alineemos con los poderosos de turno y, caso contrario, desapareciéramos. La otra, respetuosa de nuestra labor, que entiende el periodismo como un cimiento fundamental del sistema democrático y que como tal debe respetarse.

Desde otro enfoque, el Día del Periodista nos obliga a quienes hemos optado por este oficio a reflexionar sobre el papel que cumplimos en la sociedad; es decir, si satisfacemos la demanda de información de la ciudadanía para la buena comprensión de su entorno y la ayudamos a adoptar decisiones correctas.

Asimismo, sobre cómo ejercemos esta labor; es decir, si cumplimos con lealtad y rigor los principios de pluralismo, equilibrio e investigación de lo que con criterio profesional establecemos que interesa a la gente.

No es una tarea fácil, pues hay una serie de presiones que los periodistas, hombres y mujeres, debemos soportar. Desde el tiempo en que debemos producir la información, que siempre es un enemigo del buen periodismo, hasta la forma de eludir las provenientes de diversos factores de poder que buscan orientar la información.

Un mecanismo para enfrentar esas presiones es comprender que los periodistas tenemos, para el buen ejercicio de nuestra labor, dos compromisos morales fundamentales: uno, con nuestra propia conciencia y los principios que libremente hemos decidido seguir para realizar nuestro trabajo; el segundo, con la ciudadanía que confía en la información que difundimos sin habernos elegido para cumplir esa misión. Es decir, quienes ejercemos el periodismo lo hacemos por una decisión individual y no nos sometemos a escrutinio alguno, salvo el de la elección del medio que utiliza la gente. Ese doble compromiso moral es que debe guiar nuestro trabajo.

No menos importante es el de nuestra permanente capacitación, más aún en un mundo tan complejo e interdependiente como el actual y el desarrollo tecnológico que nos obliga a adecuar nuestro servicio a los nuevos instrumentos de comunicación. El mundo cibernético está modificando radicalmente la forma de nuestro trabajo.

Pero, en lo fundamental, cualesquiera sean las presiones o los cambios tecnológicos, lo cierto es que la labor del periodismo profesional de investigar, seleccionar y contextualizar las infinitas informaciones que cada día aparecen es fundamental para que la gente pueda seleccionar lo que realmente le interesaras y evitar adormecerse en esa vorágine sin conexión alguna que, mal sistematizada, puede hacer creer que se está correctamente informado cuando en verdad se está muy aislado.

Sobre esas y otras consideraciones, en este 10 de mayo, desde Los Tiempos, reiteramos nuestro compromiso con la ciudadanía de seguir esforzándonos para hacer el mejor periodismo posible: libre, documentado y riguroso.


martes, 9 de mayo de 2017

Humberto se refiere a la "autocensura" que está funcionando y está dejando de decir cosas necesarias, urgentes, que son atropellos y abusos de autoridad. los observadores de la Unión Europea permanecieron varios dias en Bolivia, lo vieron todo de cerca y comparan nuestra situación por ej., con la de Venezuela. ahora el Mas, Evo, el Gobierno está en la movida judicial ante la alarma general. qué pretenden?


Nuestra autocensura

Humberto Vacaflor Ganam


En la famosa ficción de Arthur Conan Doyle, un investigador escocés encuentra en la amazonia venezolana un “mundo perdido”, con dinosaurios vivos.
Con similares ojos de asombro, parlamentarios europeos que estuvieron en Bolivia informaron en Bruselas que habían visto con preocupación que aquí “hay una autocensura que se va propagando por toda la sociedad boliviana y que nos preocupa muchísimo”.

Esto alude al periodismo, en primer lugar, pero también al resto de los bolivianos. Somos, para los ojos de estos europeos, una especie desaparecida en el resto del mundo, callados y temerosos.

Esos mismos parlamentarios han advertido que en Bolivia se avanza (el verbo es engañoso) hacia una autocracia, porque aquí todos los poderes han sido controlados por un partido político. Lo dicen cuando, precisamente, el gobierno da un nuevo retoque a una segunda reforma judicial que le permitirá no solamente garantizar la re-re-re del presidente Evo Morales, sino también la impunidad de los actuales gobernantes cuando las cosas cambien.

Cerca de donde estuvieron aquellos dinosaurios imaginarios, hay otro pueblo, compuesto por ciudadanos que estuvieron callados mucho tiempo pero que ahora han decidido salir a la luz, recuperar el derecho a la palabra y a la protesta. Allí, los gobernantes negocian salidas amigables, se dice, como un asilo del dictador.

Aquí no, aquí se urde una trama por la cual los pecados, de todo tipo y de todo monto, sean cubiertos por jueces que serán elegidos de entre los más leales.
Pero lo preocupante, no solo para los parlamentarios europeos, sino para quienes todavía no han sido absorbidos por la onda de la autocensura, es cómo salir de esta asfixia.

Si los europeos hubieran llegado unos meses antes, cuando todavía los columnistas no habían despertado de su letargo y entrado en un coro esperanzador, el informe habría sido más angustioso. Ahora, se podría decir, algo se ha avanzado.

La autocensura ha permitido atrocidades. La ley de la coca ha sido más criticada en Buenos Aires que en La Paz, por políticos y medios. El predominio de la droga en El Alto es denunciado desde Lima. La revista Veja de Brasil se ha especializado en denunciar el festín que se da el narcotráfico en Bolivia. Los abusos a los periodistas los conocen más en las oficinas de la ONU en Nueva York que en nuestras ciudades.

Pero el velo se está levantando.

domingo, 7 de mayo de 2017

expresivo y contundente el artículo de Carlos Mesa no necesita comentario alguno. imposible no entender lo que está pasando en Venezuela donde Maduro se aferra al poder mientras el pueblo padece hambre e incertidumbre. el estado de agitación y terror que se vive, está generando tal malestar que compararlo con una bomba de tiempo es poco. Venezuela vive horas de terror y espanto.


Entuerto venezolano

Cualquier persona sensata en Venezuela sabe que la única opción de la nación es un cambio de gobierno. No tiene sentido alguno pretender que hay otro camino. Más aún hoy cuando, en esa frenética huida hacia adelante, las acciones desde el poder eximen al mundo de construir argumentos, los hechos son de tal envergadura que está muy claro que el gobierno de Nicolás Maduro está ya muy lejos del ejercicio democrático al que le obliga su propio mandato emanado de las urnas.

Venezuela está en la cornisa y el Presidente Maduro lo sabe porque él también está en la cornisa. El problema estructural de Venezuela tiene dos componentes que han conducido a la actual situación: el económico y el político. El Presidente Chávez, tras casi catorce años de gobierno, le dejó a su sucesor una bomba con la mecha encendida. El manejo de la economía de un país que ingresó más de 500.000 millones de dólares por exportaciones en los últimos quince años, dejó como resultado una reducción dramática de la producción de crudo, un gigantesco endeudamiento externo, un déficit fiscal crónico y el nivel de inflación más alto del mundo. Esta realidad demanda un cambio radical de la política económica que exige dos prerequisitos: confianza y medidas monetarias y macro económicas muy duras en dirección opuesta a la que se han aplicado sin éxito hasta hoy. Los gobernantes no dan confianza alguna para afianzar un nuevo programa económico, y han reiterado su rechazo a cualquier viraje con relación a lo que han hecho hasta hoy.

En lo político han perdido gran parte de la convocatoria y alianza que tenía Chávez con las bases populares, lo que le permitió el ejercicio de un autoritarismo que logró compatibilizar, aunque sólo fuera formalmente, con el orden democrático. La propia Constitución chavista se ha convertido hoy —irónicamente— en una barrera infranqueable para el Presidente Maduro. Violentada muchas veces, interpretada arbitrariamente y reivindicada con sofismas insostenibles, no permite que el gobierno siga en el poder pretendiendo algo que no es. La línea entre democracia y autoritarismo se ha roto completamente. El cumplimiento del mandato de la Carta Magna no es una opción viable porque conduce inevitablemente a la extinción del mandato del Presidente, su gobierno y su esquema de poder.

El claro triunfo de la oposición en las últimas legislativas lo anunció. Por eso se burló el Referendo Revocatorio. Pero el tiempo pasa y los plazos se cumplen. Ante la proximidad de elecciones para alcaldes, gobernadores y finalmente para Presidente, el régimen buscó un mecanismo de salvación. El Tribunal Supremo de Justicia asumió ilegalmente las atribuciones del Poder Legislativo. La reacción interna y externa abortó ese intento y activó las masivas protestas en la calle.

Vino inmediatamente la retirada de la OEA, por una razón, la correlación de fuerzas ha cambiado y la influencia decisiva de los países del “socialismo del siglo XXI” no surte los efectos deseados en la citada organización y tampoco alcanza para recibir respaldo de la Celac y de Unasur.

Con una treintena de muertos en la espalda y ante la constatación de que la presión no amaina, el Presidente optó por un último recurso, disfrazado otra vez de formalismos legales, la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente. El objetivo real: bloquear las elecciones venideras y controlar a través de este juego todo el poder (en el que mezcla las decisiones corporativas que el gobierno controla con el voto individual), vulnerando el derecho de un ciudadano al voto y arrebatándoselo a la oposición al anular la Asamblea Legislativa. Está claro que esta convocatoria es también una maniobra que rompe el orden democrático de manera inequívoca.

¿Es esto viable en el escenario de la realidad política, económica y social venezolana de hoy? El gobierno juega su última carta sin el colchón ni el aire necesarios. La oposición sabe que el tiempo del diálogo pasó y que el respaldo externo a Maduro es cada vez más débil.

Nadie que haga una lectura serena de estos hechos puede aceptar como lógicas las acciones del gobierno. Pero lo que hoy está completamente al desnudo tanto fuera como dentro de Venezuela es que la  permanencia del actual gobierno, es absolutamente incapaz de resolver la crisis económica y sus consecuencias sociales, que sería la única baza válida para justificar la ruta propuesta por Maduro.

Los gobernantes han escogido la vía del desastre, le han dicho al mundo que no les importa cuán dramática es la crisis, cuán profundo el efecto sobre los más pobres, cuánto se desquicia y descompone el tejido social del país, cuán arbitraria e injusta es la detención de figuras fundamentales del entramado político, lo único que importa es permanecer en el poder. Cualquier persona sensata en Venezuela sabe que la única opción de la nación es un cambio de gobierno. No tiene sentido alguno pretender que hay otro camino. Más aún hoy cuando, en esa frenética huida hacia adelante, las acciones desde el poder eximen al mundo de construir argumentos, los hechos son de tal envergadura que está muy claro que el gobierno de Nicolás Maduro está ya muy lejos del ejercicio democrático al que le obliga su propio mandato emanado de las urnas.

El autor fue presidente de la República.
Twitter: @carlosdmesag