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sábado, 3 de septiembre de 2016

“Un tiro en el pie” que, si tenemos suerte, no es más arriba

Carlos Federico Valverde Bravo


Por supuesto que, si tenés dos dedos de frente y entendés que el lenguaje de la “diplomacia” se archivó al menos por un rato, te tiene que llamar la atención  leer esto:
“El ministro de relaciones exteriores del Brasil, José Serra, dijo que los gobiernos de Bolivia y Ecuador ´se dieron un tiro en el pie´ con el retiro de los embajadores de sus países”.
“Espero que ellos tengan la madurez para inclusive aprender con la experiencia democrática brasilera”.
Es que es preocupante el tono en el que Serra se dirige a Bolivia porque el Canciller brasileño no oculta el malestar de su Gobierno (porque de eso se trata) con la infantil y, hasta tonta reacción del Gobierno de don Evo Morales, de retirar al Embajador Kinn (que uno no sabe qué hace en el cargo porque nadie lo ha nombrado con alguna iniciativa interesante) por el cambio de Gobierno en ese país, que, se suma a las declaraciones de nuestro Presidente que se inmiscuye en la política interna del vecino pronunciándose, como si la correlación de fuerzas le fuera favorable.
El Presidente Morales tiene que entender que el Presidente Temer y, sobre todo su Canciller no son “ni Lula ni Dilma” a los que él les podía decir lo que le de la gana y ellos lo miraban o escuchaban como un muchacho travieso y le dejaban pasar los desatinos y algunas otras cosas.
Y don Serra va a seguir la línea dura cuando se refiere a “algunas otras cosas” que terminan haciendo daño a su país, específicamente, el ingreso de cocaína y sus pasos previos desde nuestro país, que provee probablemente el 70 u 80 % de las drogas que se consumen en Brasil.
El año 2015, el coronel boliviano Germán Cardona, salió “huyendo” a España desde donde habló con quien lo quiso escuchar y denunció un serio asunto de narcotráfico “binacional”, considerando que llegaba hasta las altas esferas gubernamentales, políticas y militares, entre Bolivia y Venezuela.
Cardona (quien luego tuvo que pegar la vuelta, se desdijo y retractó, al no encontrar asilo en España) habló de un “Cártel de las Estrellas”, a decir de él mismo, una “organización narcotraficante que opera en el departamento de Santa Cruz que está controlada por miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional de Bolivia y encabezada por el ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana. Éste, según mis fuentes, controla varios aeropuertos clandestinos en la frontera con Brasil para exportar cocaína”.
De acuerdo a Cardona, el Cártel “opera con militares venezolanos y cubanos que están en Venezuela en asuntos de cooperación, pero es falso, camuflan su actividad y se dedican a exportar cocaína.
Resumiendo: Cardona no acusó directamente al Presidente Evo Morales,“ pero Evo es el máximo dirigente de los cocaleros y todo lo que ocurre en el Chapare, en zonas de cultivo y de producción de cocaína pasa por él”, dijo.
Si bien es cierto que era la primera vez que un militar boliviano (que escribió un informe de Inteligencia) se refería tan directamente, el tema no era desconocido en Brasil, porque el periodista Duda Texeira ya había publicado en la revista VEJA de Brasil un artículo titulado: Bolivia, la República de la cocaína (07/07/2012), en la que dice: “El presidente de Bolivia, Evo Morales se enorgullece de incentivar las plantaciones de coca, materia prima de más de la mitad de la cocaína y crack consumidos en el Brasil, bajo el argumento de que sus hojas sirven para producir té y medicinas tradicionales.
Sin embargo, y según lo estima la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tan sólo un tercio de la coca plantada en su país satisface dicha demanda. El resto abastece el narcotráfico, y como consecuencia, contribuye a corromper la vida de casi un millón de brasileros y de sus familiares. Recientemente han surgido evidencias de que la complicidad del gobierno boliviano con el narcotráfico va más allá de una simple defensa de los intereses de los cocaleros o plantadores de coca”.
Teixeira sigue su artículo señalando: “Veja tuvo acceso a los informes producidos por una unidad de inteligencia de la policía boliviana, que revela entre otros hechos, una conexión directa entre el hombre de confianza de Evo Morales, ministro de la presidencia Juan Ramón Quintana, y un narcotraficante brasilero que actualmente cumple su pena en la penitenciaria de máxima seguridad de Catanduvas, en Paraná”.
Y entonces, a la distancia en el tiempo entre el magnífico trabajo de Duda Teixeira y la declaración de Cardona (aun cuando se haya retractado quedan cosas que deben ser abordadas y que se detallan más adelante) hay un nombre que permanece: el nombre del Ministro Secretario de Evo Morales (Ministro de la Presidencia es el más cercano al Presidente) Juan Ramón Quintana Taborga, quien además de ejercer el Ministerio citado, fue el “encargado” del control de la extensa frontera con Brasil, país receptor del 80% de la cocaína boliviana.
El Gobierno boliviano reaccionó “airado” ante la publicación y, nombró hasta un Embajador para que, una vez en Brasil “siente la mano a VEJA”, cosa que no ocurrió nunca y, VEJA nunca jamás se ha retractado de tal denuncia.
Pues, la cosa es que Cardona dijo: “Usan aviones militares Hércules que vienen desde Venezuela y se van cargados de cocaína. Mis fuentes me decían que el Gobierno de Maduro maneja a nivel mundial la exportación de cocaína. Yo reporté esa información el pasado febrero para que se investigara”.
Entonces, es claro que, el nuevo Gobierno de Brasil sabe de los aviones venezolanos con probables cargas de cocaína salida desde Bolivia y, eso va a pesar para cuando deban sentarse entre Presidentes y Cancilleres a discutir y a ver cómo se arreglan las deterioradas relaciones entre vecinos y, seguramente pedirán explicaciones sobre los vuelos que violaban el espacio brasileño, cosa que, se sabe, fue reclamado por Brasil a los venezolanos.
Temer no es Lula; Serra peor, ambos tienen una visión del Gobierno de Bolivia muy diferente a la que tenía Lula (que en cierta forma “disculpaba a Morales sus travesuras y exabruptos) y tampoco son doña Dilma, quien, si bien no demostró mucho apego por Morales, tuvo una mirada contemplativa y paciente con el “hermano Presidente”.
Esto es claro: la denuncia de Cardona (al menos la de los vuelos venezolanos) se puede probar y, don Evo tendrá que cambiar de actitud si no quiere tener malas relaciones por el vecindario que, cambió de inquilinos y estos actuales llegan a “hacerse respetar”.
Cardona pensó que su denuncia quedaría en una retractación? Pues, cumplo con informar que recién ahora el tema va a cobrar importancia.

jueves, 1 de septiembre de 2016

contundente. Erika a Evo "no se derrotó a nadie". persiste el Estado que violenta los derechos fundamentales. el bloqueo sigue siendo el ingrediente de toda reivindicación. error celebrar victoria sobre la derecha, el imperio y las cooperativas. no se derrotó a nadie. gana el capitalismo salvaje, el imperio de lo informal. se pierde el sentido común.

Presidente, se equivoca al celebrar una victoria sobre la derecha, el imperio y los cooperativistas mineros que osaron confrontarlo. El Gobierno no derrotó a nadie en el manejo de un conflicto que escaló al extremo de segar la vida del viceministro Rodolfo Illanes y de cuatro cooperativistas por el impacto de balas certeras de origen “desconocido”. Bajo su Gobierno gana día a día el capitalismo salvaje, el imperio de la informalidad y sus demandas particularistas, y pierde el sentido común.

La evolución de este y otros conflictos da cuenta de que poco cambió la Bolivia del cambio. Interpela a todos, especialmente a quienes a nombre de los excluidos prometieron sentar las bases de un pacto social de convivencia respetuoso de una nueva Constitución, en su criterio legal y legítima, a diferencia del pasado. Ello significaba que usted y sus aliados ‘C’ (cocaleros, campesinos, cooperativistas, colonizadores –hoy interculturales–, comerciantes populares) pondrían punto final al recurso del bloqueo y la dinamita libertaria de la que muchos se preciaban ser vanguardia. Eso no ocurrió. Persiste el Estado que violenta con más eficacia los derechos fundamentales y se exacerbaron prácticas sociales a las que les vale el derecho de terceros y del vecino.

El bloqueo sigue siendo un ingrediente imprescindible de toda reivindicación que se precie de heroica. Y lo peor, la convocatoria de la muerte termina siendo condición para sellar el ritual que desemboca en un recurrente empate catastrófico. No terminamos de legitimar una institucionalidad estatal capaz de canalizar y resolver los conflictos al margen de la ritualidad anotada. Las demandas e incumplibles pliegos petitorios terminan doblándole el brazo a la autoridad estatal a fuerza de bloqueo y de confrontación violenta de la que usted fue emblema y hoy es detractor al sentarse al otro lado de la mesa. Compulsión a la repetición, dirían los sicólogos. Fatalidad que alimentamos. El del ‘lamento boliviano’, del homenaje de guerras ganadas y perdidas en el discurso demagógico, en la improvisación e ineficiencia.

Hay variantes. Hoy, el conflicto es ‘plurimulti’. Se induce o mira de palco la confrontación social, se divide y ‘prebendaliza’ a dirigencias sociales, se siembra el miedo y acalla transitoriamente las protestas engrosando la lista de tensiones irresueltas. La tragedia representa la impotencia de quienes proclamaron la erradicación del Estado ‘aparente’, es reflejo de la persistencia de la Bolivia con huecos, de territorios vacíos de Estado o favorecidos por la permisividad gubernamental. Lamentablemente, las ‘C’ del MAS encarnan esta realidad y su liderazgo de una década no sirvió para instalar una nueva pedagogía para manejar conflictos, sincerarnos y desmontar nuestros mitos

martes, 30 de agosto de 2016

Los Tiempos hace notar que el Gobierno de Evo Morales actuó, actúa si se quiere frente al problema de los Cooperativistas Mineros en forma desorientada. es más, EVO se conduce desorientado, decimos nosotros desde la derrota que sufriera en el referendo del 21F. veamos:


La forma en que las autoridades han actuado frente a los cooperativistas mineros es una muestra más de la desorientación en que se encuentran desde su derrota en el referendo del pasado 21 de febrero

Probablemente los momentos más complejos y difíciles por los que atraviesa un mandatario o un dirigente son cuando entre las probables consecuencias de una decisión que asuman una sea la muerte de personas. Es que de concretarse se empaña el juramento que hicieron al asumir la responsabilidad de servir a quienes representan; por tanto, que haya la posibilidad de eliminar a alguien contradice radicalmente el propósito.
La política, que tiene mucho de cínica, ha buscado explicaciones a ese trascendental momento: el imperio de la “Realpolitik”, los intereses del Estado, nuestra seguridad o la del otro… Lo que no encuentra explicación alguna es que una vez adoptada la decisión se busque culpables para explicarla. Esa actitud quita todo valor humano al que la asume porque implica desprecio a quienes mueren y a quienes pretende representar.
De una u otra manera, esto es lo que está sucediendo en el proceso de confrontación entre los mineros cooperativistas y las fuerzas policiales que ya ha cobrado cuatro vidas, con la agravante de que se trata de un proceso que además de ser similar a otros registrados desde 2006, resalta la incapacidad gubernamental de gestionar conflictos en un marco de paz. Más bien, parecería que —siguiendo algunas corrientes foráneas— se busca premeditadamente la radicalización de la confrontación precisamente buscando la derrota del bando contrario.
Ello, mientras en un país como Colombia, con más de 60 años en guerra, el Estado pacta un acuerdo de paz con el grupo guerrillero más importante de la región y lo hace no sólo por la capacidad de las actuales interlocutores de dar prioridad al bien común, sino porque, como muestra la historia, en este tipo de enfrentamientos es poco menos que improbable que un bando u otro sean absolutamente victorioso o absolutamente derrotado.
Para evitar esa predisposición a la radicalización no sólo se requiere vocación democrática y profundo respeto a la vida humana, sino una mirada de largo aliento dentro de una visión de país, que permite desplegar esfuerzos para crear condiciones que generen mutuas confianzas y eliminen los obstáculos que separan.
Bajo esa convicción, el camino que están siguiendo las autoridades gubernamentales es errado y mantenerse en él sólo seguirá crispando al país, afectando al propio Gobierno. Es decir, si éste no cambia la actitud de justificar siempre en los otros su incapacidad de solucionar los problemas que debe enfrentar, de privilegiar la confrontación antes que el diálogo y no explica con transparencia su actuación, no sólo aumentará la desconfianza ciudadana, sino que provocará mayores heridas que cada vez serán más difíciles de restañar.
En todo caso, la forma en que las autoridades han actuado frente a los cooperativistas mineros es una muestra más de la desorientación en que se encuentran desde su derrota en el referendo constitucional del pasado 21 de febrero, desorientación que se traduce en una reducción de su base de sustentación, y en que se refugie en círculos cada vez más íntimos del poder y las aparatos militares y policiales.
En ese escenario, bien harían las autoridades en revisar críticamente su actuación, reorientar su camino y ayudar a que el país ya no viva más momentos de violencia y luto.