En enero del 2020, cuando a S.E. le corresponda entregar el mando a su sucesor, se habrán cumplido 14 años de gobierno masista. Son 14 años de “revolución democrática y cultural” en que Bolivia caminó hacia atrás. El MAS podrá ufanarse de grandes conquistas sociales, políticas y económicas, (nacionalizaciones, nueva Constitución, leyes contra el racismo, elecciones judiciales, etc.), pero todo fue realizado demagógicamente, sin eficiencia, y con un gran sentido de superchería, para engañar a la gente.
En el fondo lo que existe es un núcleo estrecho de personas en torno a S.E., que se releva en los ministerios, para darle contento con ideas llenas de resentimiento y de utopías.
Hoy el MAS ha ingresado, como sucede con todos los partidos y administraciones, en su etapa crepuscular. Es el ocaso de su mandato. Han sido demasiados los errores producto de la ambición, y exageradamente grande la corrupción como para que el pueblo (el pueblo del que S.E. se creía dueño), se mantuviera en una pasividad ovejuna. Avasallar la justicia fue uno de los peores males que produjo el MAS a la nación. Es indudable que fue – y sigue siendo – su mejor arma, porque le sirvió para esconder picardías y como una guardia de asalto para perseguir y encarcelar opositores. No hay necesidad de la violencia física si el martillazo de un juez lo arreglaba todo.
Haber torcido la Carta Magna por un fallo vandálico del Tribunal Constitucional (TCP) fue la gota que rebalsó el vaso. Burlar la Constitución para desconocer la voluntad popular del 21 de febrero del año pasado, fue el colmo. Habilitarse para un cuarto período consecutivo diciendo que el pueblo lo obliga a gobernar contra su voluntad, cuando el voto le había dicho no, ha sido algo grosero. Y de eso no se salva ninguno de los masistas que lo alentaron descaradamente, como es el caso penoso del Vicepresidente, de sus ministros y de la cúpula legislativa, obediente como nadie. Otro error inconcebible, inaudito, fue ir a las elecciones judiciales pocos días después del atropello a la Constitución. La derrota de S.E. y de sus animadores fue desastrosa porque el 65% de los ciudadanos anuló su voto o lo dejó en blanco. De nada vale que sus adulones digan que el rostro de S.E. no estaba en la papeleta; los masistas saben que recibieron una tunda y que esa paliza fue para censurar a S.E.
Ahora la población ha perdido el miedo. Han salido masivamente a las calles y a las urnas las mujeres y los jóvenes, cansados hasta la coronilla. Basta con observar la asistencia electoral del domingo pasado. Todos claman para que S.E. se vaya el 2020 y deje de hacer piruetas para habilitarse de nuevo. Y si sus maniobras lo hacen candidato pese a todo, va a recibir una derrota de la que no se olvidará. Más advertencias no puede tener el MAS, empezando por la clarísima posición de la Iglesia Católica que ha emitido un criterio sereno pero firme en defensa del sistema de derecho. Los empresarios privados, moderados hasta hace poco, han rechazado públicamente todo intento de romper con el orden democrático mediante el sometimiento judicial. Hace más de dos semanas que el Gobierno es incapaz de solucionar convenientemente las justas demandas de los médicos, lo que se está tornando en algo patético e impopular para los negociadores oficialistas. Hasta el alcalde cruceño, amigo de S.E. y abierto partidario del “sí” el 21-F, ha manifestado que la sentencia del TCP no hace justicia con la Constitución.