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miércoles, 2 de noviembre de 2011

 El retorno de la Cruz

Mauricio Aira

Quién hubiese podido profetizar que el retorno de la Cruz estaría determinado aquel día que al menos un millón de paceños acompañaron el ingreso de los indígenas del TIPNIS al centro de la ciudad. Los dos mil caminantes heroicos que habían recorrido selvas, valles y montañas para presentar su pedido ante el Jefe de Estado de prohibir la construcción de una carretera por en medio del parque Isiboro Sécure en pleno corazón de la geografía boliviana, se convirtieron en fuerza contundente para el retorno de la Cruz.
Sucedió a poco de alcanzar el poder Evo Morales el destierro del Crucifijo y la Biblia que desde el mismo 6 de agosto de 1925 precedía los actos más solemnes de la vida de la República, la toma de posesión por los dignatarios ante el Congreso Nacional, la de ministros ante el Presidente, de Prefectos y Alcaldes ante las autoridades judiciales de cada departamento y provincia haciendo la señal de la cruz con los dedos índice y pulgar y la mano derecha levantada a la altura del pecho juraban a sus cargos bajo la fórmula “que Dios y la Patria os premien al ser fieles en el cumplimiento del deber o si no os lo demanden”, y es que los masistas que asumían el poder público a título de “descolonizar” arrancaron de un manotazo la Biblia y el Crucifijo del sitio de honor que siempre ocuparon.
Aquel día de octubre uno de cada dos ciudadanos de la populosa ciudad de La Paz salieron de sus casas para aplaudir, respaldar con su presencia la extraordinaria performance de aquellos cientos de hermanos indígenas que recorrieron a pie una considerable distancia de 600 kilómetros y que les llevó algo más de 60 días. Y es que provocaron la simpatía general al reclamar algo tan simple y elemental de vivir en su propio hábitat gozando de la naturaleza, del aire, del agua de sus plantas y de sus animales y preservando la tierra de la invasión de colonos que siembran hojas de coca de la que por desgracia se fabrica la cocaína, verdadero azote del modernismo que envenena almas y cuerpos.
Tan formidable ha sido el respaldo ciudadano al TIPNIS que hizo temblar los cimientos del masismo afincado sin Dios ni Ley en el vetusto Palacio Presidencial de la Plaza Murillo de donde fue borrados la Cruz y la Biblia para ser sustituidos por otros símbolos ajenos a la bolivianidad. Lo primero que hicieron los recién llegados fue agradecer a Dios, se llegaron a la Basilica de San Francisco y pidieron ser bendecidos por el Arzobispo Abastoflor, fuera del templo en la enorme explanada recién estrenada se levantó la Cruz ante la emoción general y esa primera bendición marcó el retorno de la Cruz al alma boliviana. En marzo del 2006 cuando quitaron el juramento religioso habíamos marcado:
La Cruz es el hermosísimo signo de la victoria, no para avergonzarnos o cambiarla por otros signos que desaparecerán muy pronto lo que hará que la Cruz brille aún más sin ser opacada por ninguna revolución anticristiana, que pretende anular la Cruz en los edificios públicos, en las escuelas, en los tribunales o en las Alcaldías, aunque estamos a un paso de la desaparición del juramento “por Dios y por la Patria” y su sustitución por el juramento por la  whipala o los originarios.
San Pablo proclama la fuerza del Crucificado, “es Sabiduría con la que venció al astuto demonio, es la Fuerza que salva al creyente, es Amor entregado por el Padre al mundo hasta la muerte y muerte de Cruz. El mejor Maestro de una vida sin tacha”. El nombre del Señor es Santo por tanto el hombre no puede hacer mal uso, lo debe guardar en la memoria en un silencio interior, no lo empleará sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo (cf Sal29; 96, 113) Profético anuncio que señala el final de la “era masista” de menos de 5 años ante la perennidad de dos milenios del cristianismo. O sea tan corto y efímero como un pestañeo. Dos mil indígenas con su fe y su valor han determinado el Retorno de la Cruz a la vida nacional.

martes, 1 de noviembre de 2011

Un cochabambino que hace honor a la llajta.
Claudio Ferrufino Premio Nacional de Novela

¿ En qué circunstancias recibiste la noticia?
Estaba manejando en ese momento, cuando me llamó mi esposa para decirme que habían llamado a casa. Me sorprendió mucho. En primer lugar, porque no tenía idea de cuándo se darían los resultados. Muy buena sorpresa, claro. 
¿A qué se dedica Claudio Ferrufino en la actualidad?
Mi trabajo, del que vivo, es el de asistente de manager del Denver Post, el periódico de Colorado. En un área administrativa, no en redacción. El tiempo libre lo dedico a la familia, a mi esposa Ligia, y a mis hijas Emily y Aly (Alicia).
Cuénteme un poco sobre sus estudios y su trayectoria.
Estudié de todo, química industrial, sociología, idiomas, lenguas modernas. Como escritor, sobre todo me he dedicado a la crónica y a columnista de tipo entre periodístico y literario. A la novela me dedico hace exactamente trece años.
En líneas generales, ¿de qué habla Diario Secreto?
Es una novela fuerte. Se desarrolla en la mente de un obvio psicópata y en la de los que están alrededor suyo. Está entre la autoafirmación y a veces la autocrítica, además de la certeza de que no sólo es él quien piensa y siente así, sino todos. Sólo hay que probarlos.
¿Esta obra es quizás una autobiografía?
Sería como aceptar que el psicópata soy yo. Claro que no descarto en mí ni en nadie la posibilidad de atravesar esa delgada línea de lo que consideramos normal o aceptable.
¿Existe un mensaje de por medio?
Lo único que quise fue escribirla. Es una novela sin moraleja. No quiere tener moraleja. Eso es importante.
¿Cuánto tiempo le tomó escribir la novela?
Contrariamente a mi costumbre: dos novelas en 13 años, Diario secreto tomó algo más de dos meses. Por supuesto que la estructura estaba ya premeditada desde hacía mucho.
¿Qué temática o personaje le inspiró para escribir esta novela?
Parte de la premisa de que lo oscuro es intrínseco al ser humano. Como tal, cualquier noticia, charla informal con gente diversa, va conjuncionándose en sus páginas. Todos convivimos con el mal tanto o más que con el bien. Y el cine me inspiró muchísimo, una película mexicana de hará un lustro o una década, que se llamaba En la mente del asesino, de Aro Tobulkin, o algo similar. Muchos son los antecedentes.
¿Qué destaca de su obra con relación a otras novelas ganadoras de otros concursos?
Creo que es diferente. Quizá un tipo nuevo de personaje en la literatura boliviana, aunque no sé, no deseo ser injusto con autores que no he leído y que quizá ya trataron el tema. Creo que entre las anteriores novelas hay un amplio espectro que hace a cada una distinta y única a la vez.
¿Qué anécdotas guarda Diario Secreto?
Que dormí menos de lo usual, que ya es poco siendo mi trabajo nocturno. Además, está el cumplir compromisos de columnas y artículos para periódicos del país, lo que resta concentración en la obra. Pero nada especial. No hay flores amarillas ni nada por el estilo. La linda rutina de casa, por decirlo sencillo.
¿Qué opina sobre la edición digital que hará Alfaguara?
Me parece muy bien. Amplía mucho las posibilidades de que las obras y sus autores sean leídos. Aunque también es caro, viene a ser —un poco de los cabellos— democratizar la lectura.
¿Qué hará con el premio?
Viajaré a Bolivia. Mis hijas tendrán un regalito, y lo que venga. Nunca están de más unos pesos.
¿Qué significa para usted este premio?
Un premio que siempre he deseado ganar, y en el que nunca participé. Lo que soy lo traigo de mi tierra, y cómo no alegrarme de lograr algo allí.
¿Cómo se define Claudio Ferrufino?
Un hombre al que le gusta escribir, escuchar música, leer, mirar cuadros, un buen trago, el afecto. Nada especial. Sin faltar a la verdad, escribo cuando puedo. Y si no puedo, no escribo.
¿Existen otros proyectos?
Hay un proyecto ya caminando lento, muy ambicioso.
Ferrufino es cochabambino. Claudio Ferrufino Coqueugniot nació el13 de marzo de 1960. Es escritor y periodista; vive actualmente en Denver, Colorado (Estados Unidos). Se doctoró en Lenguas Modernas después de presentar El señor don Rómulo como tesis del curso de Honores. En 2009 obtuvo el Premio de Novela Casa de las Américas por El exilio voluntario y en 2002 fue distinguido con una mención del mismo concurso por El señor don Rómulo.