iniciado 2014 se conoció la noticia del viaje del escritor Mario Vargas Llosa a Bolivia, que dará conferencias sobre libertad, democracia y desarrollo, visitará las Misiones Jesuíticas de Chiquitos y se reunirá con un candidato presidencial de la oposición. No obstante, apenas pocas horas luego del anuncio, el presidente Evo Morales habló de una serie de teorías de conspiración acusándolo de servilismo de agentes externos, mientras que el vicepresidente denostó al nobel de literatura con epítetos peyorativos, por decir lo menos, nada acordes con su investidura.
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Desde su asunción al poder, el Gobierno de Morales ha sido acusado de crímenes de lesa humanidad y ha aprobado una Constitución fraudulenta en un cuartel militar. Y no solo eso: ha perseguido a sus opositores acusándolos de genocidio, terrorismo, racismo y corrupción, y ha llevado así al exilio a centenares de bolivianos. Este encono del oficialismo boliviano contra la figura del nobel de literatura es una prueba patente más del alto grado de autoritarismo y recorte de las libertades civiles en Bolivia. Y es que más allá de cualquier simpatía o antipatía con relación a la opinión política del autor de La ciudad y los perros, las declaraciones de los mandatarios revelan que se ha llegado al punto en que nada ni nadie escapa a este ‘Estado policiaco’. Los poderes Legislativo y Judicial no son ajenos a esta realidad, pues se tiene en vilo a sus autoridades bajo amenaza permanente de enjuiciamientos criminales si osan emitir fallos contrarios a la voluntad oficialista o no sancionar leyes que, en muchos casos, contravienen tratados internacionales de derechos humanos.
Personajes como Mario Vargas Llosa, Octavio Paz y otros abrazaron los ideales de la Revolución Cubana. Más pronto que tarde, sin embargo, se dieron cuenta de algo sustancial: las libertades civiles eran suprimidas en la Unión Soviética, a lo que se sumaba su intervencionismo atroz en Europa del Este y la revelación de aparatos de represión en los que padecieron millones de ciudadanos. Vargas Llosa es, sin duda, un emblemático defensor de la libertad y de la democracia, y por ello debería ser recibido en Bolivia y en cualquier parte del mundo con respeto y consideración.