El presidente Morales ha decidido ir a la re-reelección. Lo hace sabiendo perfectamente que vulnera la disposición transitoria de la CPE que en su parágrafo II dice: “Los mandatos anteriores a la vigencia de esta Constitución serán tomados en cuenta a los efectos del cómputo de los nuevos periodos de funciones”. Lo hace sabiendo que la Ley de Régimen Electoral que él promulgó el 14 de abril de 2009 y que estaba en plena vigencia cuando fue electo en 2009 decía: “a) Se computará como primer periodo el mandato vigente a tiempo de la promulgación de la nueva CPE. b) Para el efecto del cómputo se considerarán los mandatos correspondientes al mismo cargo electivo”. Lo hace sabiendo que este punto tan sensible fue condición sine qua non de la oposición para viabilizar la nueva Constitución, y que el tema fue negociado y firmado por el vicepresidente García Linera.
Lo hace sabiendo que ese acuerdo fue garantizado por representantes de la OEA y otros organismos internacionales. Lo hace sabiendo que la CPE y la Ley Electoral se promulgaron una vez fenecido el primer mandato, es decir, con conocimiento de que no había cumplido los cinco años. Lo hace, finalmente, porque quiere permanecer en el poder indefinidamente, a lo que se suma la evidencia de que se ha llevado a tal extremo el culto a la personalidad, la mitificación de su figura y la obsecuencia dentro de su organización política, que sin él la sobrevivencia del MAS y del proceso que quiere representar correrían serios riesgos de ser derrotados.
La célebre frase “El Estado soy Yo” atribuida a Luis XIV, se ha convertido en una dramática realidad en varios países de América Latina en este siglo XXI, y el presidente Morales es uno de sus conspicuos cultores. La dramática destrucción de los valores institucionales y republicanos, indispensables aún en un modelo democrático plurinacional, socialista y estatista como el que pretende encarnar este Gobierno, lleva a nuestra sociedad a la evidencia de que todo comienza y termina en una persona. Pero, no lo olvidemos, el poder total envilece y signos de ese envilecimiento son ya muy evidentes en el actual esquema. La utopía que se dibujó en la segunda mitad de 2005 y que llevó a Morales a la presidencia es un lejano recuerdo. La cantidad no soñada de dinero que llena las arcas del Estado gracias a los precios internacionales, nos ha llevado a un capitalismo salvaje en el que se mueve nuestra economía en las calles, al narcotráfico abierto y desafiante, a la violencia creciente, al materialismo más descarnado, a la depredación sistemática del medio ambiente (desde las botellas de plástico tiradas en cualquier lado, hasta los fuegos y desbosques gigantescos en nuestros llanos), y a la lógica del éxito a costa de los demás en medio de la fiesta irresponsable del derroche.
El Estado soy Yo afirmaron varios gobernantes latinoamericanos en el pasado. No es casual que en esa lista de caudillos eternos estén en el siglo XX y XXI: Fidel Castro en Cuba (1959-2006), 47 años controlando directamente el poder, elegido Presidente varias veces de acuerdo al sistema electoral cubano. Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989), 34 años gobernando, reelegido más de cinco veces.
Rafael Trujillo en República Dominicana (1930-1961), 18 años como presidente formal y 31 como factótum de su país. Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), 16 años como presidente de facto. Jean Claude Duvalier y Francois Duvalier en Haití (1957-1986), padre e hijo elegidos varias veces, 29 años al mando. Hugo Chávez en Venezuela (1999-2013), 14 años a la cabeza de su país, electo tres veces. Carlos Menem en Argentina y Alberto Fujimori en Perú, ambos presidentes durante 10 años y ambos reelegidos.
Ésa es la compañía a la que quieren emular el presidente Ortega en Nicaragua que había gobernado 11 años con los sandinistas (1979-1985) y que lleva siete años y una reelección en su segunda “fase”. Morales está ya en su octavo año en el poder. El presidente Correa acaba de ganar un nuevo mandato en Ecuador y lleva su séptimo año de gobierno. La presidenta Kirschner en Argentina, que también busca una nueva reelección, está en su sexto año.
Alguno de esos “inmortales” bautizó ciudades con su nombre, varios otros regaron sus países de imágenes gigantescas (estatuas o gigantografías), citas de sus frases célebres, nombres de edificios, aeropuertos, hospitales, estadios, avenidas. ¿Qué queda de Stalingrado? ¿Qué de los monumentos a Lenin? ¿Qué del Reich de los mil años? ¿Qué de la frase “Caudillo de España por la Gracia de Dios”? ¿Qué del calendario inaugurado por los revolucionarios franceses?...
Si este fuera un proceso, la alternabilidad en el liderazgo sería un imperativo. No es así. Si Morales quiere reelegirse que haga lo correcto.
Que la CPE se reforme en lo tocante al tema y que se haga, como debe ser, un referendo para aprobar o rechazar dicha reforma. Si la propia Constitución promulgada con tanta solemnidad en El Alto en febrero de 2009 es papel mojado ¿Dónde están las bases jurídicas que le dan legitimidad a este proceso?
El autor fue Presidente de la República
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