“Cochabamba, va a ser el epicentro del despliegue de la sociedad del conocimiento (…) es el lugar ideal para arrancar esta nueva fase de la economía boliviana que tiene que regir los destinos de Bolivia los siguientes 100 años” con estas palabras el Vicepresidente del Estado Plurinacional dio por inaugurada la XXXII versión de la Feria Internacional de Cochabamba.
Aludió a la necesidad de invertir y consolidar alianzas entre empresarios, Estado y las universidades públicas y privadas del departamento. Frente a tan promisorio mensaje, imaginaba a nuestra Cochabamba convertida en el centro de la excelencia de servicios de educación y de salud, además de la pequeña y mediana industria, sectores asociados a la vocación regional y a la capacidad de generación de conocimiento y tecnología.
Sin embargo, más temprano que tarde, llegó la hora del desencanto ante el anuncio de la construcción inminente de “el Batán”, megaestadio con una capacidad de 60.000 espectadores para una sola disciplina deportiva –fútbol– como si se tratara de un regalo presidencial a financiarse con recursos del Estado central y no con los de la región. La noticia, lejos de atenuar las razonables críticas técnicas, jurídicas, financieras e inclusive deportivas que ha merecido tan elefantiásica obra, intensificó el clamor de quienes demandamos debatir en torno a la pertinencia de tan costoso presente. ¿Sabía usted que la comisión de organizadores de los juegos Odesur 2010, que arribó a la Llajta para intercambiar experiencias, comentó que en el Club Hípico –predios donde se emplazaría “El Batán”– podría caber un complejo para hasta 25 disciplinas deportivas –incluido el deporte de multitudes– similar al construido en Medellín para tal ocasión?
Y es que, “El Batan” además de no ser condición necesaria para la realización de los juegos Odesur no se compadece de sempiternas necesidades de una región metropolitana donde el agua es cara, se dosifica y se distribuye en cisternas. De una ciudad envuelta en una nube de contaminación, con basura mal manejada y con proyectos inconclusos y postergados.
¿No estamos a tiempo de evaluar seriamente una política deportiva que por años improvisa y prioriza lo accesorio para después abandonarlo?”
Un segundo hecho amargo tiene que ver con las sanciones anunciadas por la dirigencia del sector cocalero en contra de aquellos también campesinos del trópico que osaron inscribirse como candidatos de organizaciones políticas distintas a las del hegemónico MAS. Se trata de una práctica punitiva de larga data pero que hoy se devela descarnada e impune. Estamos ante un sindicalismo antidemocrático y violatorio de los derechos políticos, civiles y económicos castigando con el despojo del cato y las tierras a sus afiliados librepensantes. ¿Acaso no se dan cuenta de que los estatutos de las federaciones no están por encima de la constitución y las leyes? ¿O es que el trópico cochabambino confirma ser el agujero negro donde impera la ley del más fuerte, siendo el reino del despotismo sindical y del capitalismo salvaje? ¡Desafortunada la actitud del sector que se asume la vanguardia emancipadora del proceso de cambio en Cochabamba y el país!
Paradójicamente, nos encontramos frente a comportamientos conservadores y autoritarios con discursos revolucionarios y antiimperialistas que suenan desgastados, vacíos y estridentemente contradictorios. Por las razones aquí expuestas y otras más pareciera que “El Batán” llega a tiempo; lo suficiente como para malograr y abatanarnos el conocimiento, la capacidad de asombro y de discernimiento. ¡Lamentable!
La autora es psicóloga, cientista política, exparlamentaria.