el deber de santa cruz de la sierra da la pauta: "promover la reconciliación"
Tal como están las cosas en este país nuestro que sangra por dentro se hace difícil, no digamos promover la reconciliación, sino simplemente pensar en ella. En la mente cerrada y enfebrecida de los que detentan el poder, la reconciliación no es una necesidad imperiosa ni mucho menos. Y por lo que concierne a la masa heterogénea poblacional, pues nadie le saca de la cabeza la idea de que con los fanatizados del Ejecutivo, el único medio para entenderse es el garrote limpio y contundente. No hay, entonces, factores que alienten el entendimiento. Mas esta certidumbre que muchos compartimos ante lo bronco y áspero del momento en que vivimos, no nos priva del derecho de hacer algunas consideraciones sobre el asunto. Empezaremos apuntando que pocas veces o tal vez nunca se había percibido en el país tanto recelo, tanto rechazo de unos contra otros entre los pobladores, cargando aquellos, resentimientos malignos y atávicos, y éstos tratando de conservar sus espacios signados por la tradición, el trabajo y el espíritu emprendedor. Manipulando las cosas arteramente, los flamantes detentadores del poder, en lugar de generar ambientes de comprensión para gobernar, se dedicaron a profundizar las brechas, a llenar de asperezas y de susceptibilidades los encuentros. En otras palabras, pagados de su presunta omnipotencia, los que se hicieron de las riendas de la República dieron la espalda, sin más ni más, a quienes no eran de su mismo pelo.De manera tan recalcitrante se impuso este estilo de sobrevivencia, curiosamente en uno de los países más necesitados de la unidad de los suyos que, hasta dentro de los marcos de las regiones se dieron y se dan diferencias, ahora, en razón de que unos son capitalinos y otros campesinos, Y en el centro, la amenazadora chispa de la discordia y hasta de la confrontación. Dividir para reinar. Esta consigna, tan vieja y tan socorrida, parece que inspira los actos de la gente del régimen gubernativo actual. No estaría demás, por el propio bien del aludido régimen, que se tuviese presente aquella otra tan cabal que brevemente reza, “la unión es la fuerza”.En el fondo, y de manera más bien desembozada que casual, hay una explícita incitación a la confrontación violenta y, más que eso aún, a la lucha de clases. Deleznable el camino que están tomando las cosas y no de difícil predicción las consecuencias si no se rectifican pasos y actitudes que pecan gravemente por antipatrióticos e imprudentes de verdad.En Sucre se vivió esta fratricida confrontación que pudo ser de espantosos alcances y que aún no está aventado del todo el peligro. En Beni y Pando, sin duda, los ambientes están caldeados y por doquier centellean inquietantes chispas. Doblemente inquietante si se tiene en cuenta que el polvorín, el poder político, está siendo manejado desaprensivamente.