Maduro no puede vencer
Maduro ha logrado ocupar por la fuerza la sede de la Asamblea Nacional. Es lo único que quería, aunque le haya costado un descrédito internacional generalizado y una primera tanda de sanciones
El dictador venezolano, Nicolás Maduro, ha logrado ocupar por la fuerza la sede de la Asamblea Nacional. Es lo único que quería, aunque le haya costado un descrédito internacional generalizado y una primera tanda de sanciones que lo ha puesto, y con razón, en la misma lista en la que figuran los sátrapas y tiranos apestados de todo el planeta. Incluso el Vaticano le pidió ayer que no diera un paso que sume a Venezuela en la inseguridad jurídica más absoluta, porque hay dos institucionalidades que se solapan, la del Parlamento legítimo -que Maduro no quiso aceptar porque está dominado por la oposición- y la de la Constituyente ilegítima, sostenida por la fuerza con el objetivo de liquidar toda la estructura constitucional para consumar su proyecto totalitario.
Con este paso, Maduro ha roto ya todos los puentes posibles para una solución negociada y se ha situado a sí mismo en una posición sin salida. Los demócratas venezolanos, la inmensa mayoría de la población, saben ya que no tienen más remedio que seguir luchando para salvar sus vidas y su libertad, porque lo que Maduro pretende es sencillamente afianzar su tiranía. Si lo logra, estarían en peligro incluso muchos de los que hoy en día aún lo aplauden.
La situación económica del país sigue degradándose: mientras Maduro maniobra para salvarse, el país camina hacia la parálisis, hasta el punto de que los vecinos de Venezuela están considerando ya el horizonte como una calamidad e incluso como una amenaza cierta. No es razonable que haya gobiernos que duden sobre si las sanciones son o no la respuesta adecuada mientras sigue habiendo venezolanos que se juegan la vida defendiendo la libertad ante un dictador enloquecido y al que hay que parar como sea.
Con este paso, Maduro ha roto ya todos los puentes posibles para una solución negociada y se ha situado a sí mismo en una posición sin salida. Los demócratas venezolanos, la inmensa mayoría de la población, saben ya que no tienen más remedio que seguir luchando para salvar sus vidas y su libertad, porque lo que Maduro pretende es sencillamente afianzar su tiranía. Si lo logra, estarían en peligro incluso muchos de los que hoy en día aún lo aplauden.
La situación económica del país sigue degradándose: mientras Maduro maniobra para salvarse, el país camina hacia la parálisis, hasta el punto de que los vecinos de Venezuela están considerando ya el horizonte como una calamidad e incluso como una amenaza cierta. No es razonable que haya gobiernos que duden sobre si las sanciones son o no la respuesta adecuada mientras sigue habiendo venezolanos que se juegan la vida defendiendo la libertad ante un dictador enloquecido y al que hay que parar como sea.