En Bolivia, al parecer, se destinan siete hojas de coca para hacer un mate que combata el mal de altura y con las diez mil toneladas restantes se hace cocaína, cosa que puede ser un poco más, un poco menos, pero con la coca se hace mucha cocaína, mucha política, mucha plata, mucha corrupción y su industrialización en ingentes cantidades es un cuento chino, pero ‘made in Bolivia’.
Hay un oficialista que aporta a esta preocupación mundial afirmando que en Santa Cruz es donde más coca se consume, pero eso no nos hace opositores para afirmar “que la hoja sagrada es para fines ilegales”. Para despejar toda duda, no estaría mal que haya un bono en el que cada ciudadano reciba los 50 kilos que le tocan por piocha. Es cierto que en el norte argentino se acullica, que a lo mejor menonitas, chinos y cualquier extranjero haya aprendido a hacerlo, pero negar que producimos coca en Chapare para la cocaína es como afirmar que Donald Trump es un buen tipo que come tacos mexicanos. Nos van a hacer creer que miles de personas pisan coca para hacerla polvo y así evitar la elaboración de la pichicata.
Hay un chiste viejo que ilustra nuestra realidad. Un próspero industrial tuvo la brillante idea de elaborar un manjar haciendo pasta con lenguas de colibrí. Obviamente, el precio era descomunal y para obtener mayor rendimiento tuvo que mezclar la lengua del colibrí con la carne de caballo. ¿Y en qué proporción?, era la pregunta: un colibrí, un caballo. Para mí, la única hoja sagrada es la Gillete. Mi primera afeitada fue con esa marca, que lo hace tan fuerte que ya no se dice hoja de afeitar, sino ‘la gillete’. Pasé desde que la afeitada empezaba con una brocha que sacaba espuma y con ella se cubría la piel para ser rasurada, hasta la que usa ahora Neymar. Perdonen que me emocione, pero no había travesura más grande que afeitarse con la máquina de papá, que, en sus inicios, te hacía un tajo. Mi madre me ponía clara de huevo a mi herida, y listo. No es lo mismo que la coca. Ni con huevo de peta vamos a frenar la producción de la droga maldita
La ciudad de Cochabamba, su gente, sus calles y plazas. Sus ríos y montañas. Su historia y geografía, su futuro promisorio. Su siempre renovada imagen.
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sábado, 18 de marzo de 2017
jueves, 16 de marzo de 2017
claro como siempre, Manfredo Kempff se dirige a todos los bolivianos, especialmente a los cambas para mostrar LOS ABUSOS DEL MAS, que no cesan, porque dentro de la estrategia marcada por cubano y venezolanos que asedian al aparato del Estado, está "no aflojar" porque se vienen sus derrotas y las vacas flacas, que están ya dejando ayunos y abstinencias en el camino.
Manfredo Kempff Suárez
Los masistas trataron de arruinarle la vida al pandino Leopoldo Fernández como lo hicieron también con ciudadanos cruceños y benianos, en ese afán tan deseado por el actual régimen de “sentarles la mano a los cambas”. El gran fraude del separatismo tenía que darle réditos políticos al MAS, porque es fácil sumar apoyos patrióticos si se señala que unos monstruos blancoides de la Media Luna (Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija) tienen la intención de partir en dos a la nación. Si vamos a ser sinceros, hubo gente que lo creyó de verdad, y cuando dejó de creerlo, conociendo el comportamiento de los mentirosos, el daño ya estaba hecho.
Si el MAS no trataba de doblegar al oriente boliviano desde el comienzo, poniéndolo como al enemigo a batir, su repetido discurso cocalero y antiimperialista no hubiera sido suficiente como para que la mediocridad se enseñoreara hasta ahora en el Palacio de Gobierno. Tomó Pando por la fuerza al encarcelar a Leopoldo Fernández y provocar la matanza de Porvenir, pero fracasó en Beni, Santa Cruz y Tarija, aunque logrando grandes avances que hoy lo vemos con la enorme colonización y ocupación territorial y sindical masista que presiona, muerde, golpea, buscando la forma de desbaratar la resistencia cívica de quienes, pese a persecuciones, juicios, traiciones e infamias, aguantan firmes.
Leopoldo Fernández es inocente de cuanto se le acusa porque jamás ordenó que se victimara a nadie. Ahora, según palabras de S.E., Leopoldo sería también un separatista, es decir un traidor a la patria. El exprefecto resultó ser el objeto de sacrificio sangriento que se requería para adorar al Pachacútec y como tal no lo van a dejar vivir en paz. Rubén Costas y Ernesto Suárez transitan cargados de procesos y de amenazas aunque eludiendo la cárcel o el exilio. Pero entre los sacrificados cruceños están quienes, también como terroristas y separatistas, guardan abominable prisión desde hace 8 años.
Mirando lo que sucede con Leopoldo Fernández y con otros personajes que no son cambas, como Jorge Quiroga y Doria Medina, además de la cantidad de desterrados que están llevando una vida de sufrimiento con la sola esperanza de que cambie el Gobierno para volver, cualquiera se da cuenta de por qué los masistas no quieren soltar el poder por ningún motivo. Saben que la justicia (esta misma tal vez) los va a llevar al banquillo de los acusados y van a tener que pedir perdón o rogar clemencia por sus actos. Eso parece lejano cuando se disfruta del poder, pero no es así.
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indignados por la afirmación de Romero en Viena, fuimos primeros en la protesta mediante las redes, no es posible admitir los embustes de Evo sin el enojo, mejor "el cabreo" consiguiente. El Deber se refiere al tema del consumo, sin que hasta hoy sepamos el "universo de masticadores" porque el Gobierno se empeña en ocultarlo.
Consumo de coca
E n el afán de defender la nueva ley de la coca y la decisión del Gobierno de legalizar los cocales de Chapare, donde surgió la figura política de Evo Morales, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, aseguró en Viena (Austria) que siete de cada 10 bolivianos consumen la hoja. Esta afirmación se suma a otras iniciativas del Gobierno para sustentar la ley mencionada, iniciativas que incluyen la afirmación del presidente Morales de que “la coca de Yungas es solo para los ricos”, o su confianza de que el consumo de la coca crezca dentro y fuera del país.
Lo que dijo Romero es algo que ha sorprendido a muchos bolivianos e indignado a la mayoría de los ciudadanos que se expresan a través de las redes sociales, e incluso de algunos medios convencionales de comunicación, como son las escasas radioemisoras independientes.
Romero ha tocado un tema muy sensible, pero lleno de misterios. Uno de ellos es el estudio realizado en 2012 por la Unión Europea para saber cuántos bolivianos tienen el hábito del acullico, estudio que fue archivado de manera inexplicable y del que solo se conocen algunas filtraciones. Aquel estudio habría establecido que con solo 6.000 hectáreas de coca se abastecería la demanda del consumo tradicional, pero, extrañamente, el Gobierno aseguró, al tiempo de aprobar la nueva ley, que habría sido detectado por ese estudio que se necesitan 16.000 hectáreas.
Para comenzar, entonces, habría que pedir que se conozca el estudio mencionado en toda su extensión, y mejor si llegara con explicaciones de los motivos por los cuales se lo mantuvo oculto. Pero además habría que explicar por qué no se atiende el pedido de los cocaleros de Yungas para que se realice un referéndum destinado a saber cuántos consumidores existen en el país y cuál es la coca que prefieren. Tanto han pedido esto los cocaleros de Yungas que, finalmente, después de que se aprobó la nueva ley, ellos optaron por anunciar que pedirán el referéndum “al próximo Gobierno”.
También habría que responder a la pregunta que hacen esos mismos cocaleros: si, según la ONU, el 94% de la coca de Chapare se va al narcotráfico, adónde va el restante 6%. Lo cierto es que la afirmación de Romero en Viena ha despertado inquietud en el país. Se espera una respuesta seria del Gobierno, no una voz que represente solo a los que dejaron de ser ilegales. La reputación del país, ya muy lastimada por la droga, ha sido más golpeada todavía por estas afirmaciones, aparentemente, sin base científica del ministro Romero, lo que no permite despejar las susceptibilidades que despierta un asunto extremadamente delicado
Lo que dijo Romero es algo que ha sorprendido a muchos bolivianos e indignado a la mayoría de los ciudadanos que se expresan a través de las redes sociales, e incluso de algunos medios convencionales de comunicación, como son las escasas radioemisoras independientes.
Romero ha tocado un tema muy sensible, pero lleno de misterios. Uno de ellos es el estudio realizado en 2012 por la Unión Europea para saber cuántos bolivianos tienen el hábito del acullico, estudio que fue archivado de manera inexplicable y del que solo se conocen algunas filtraciones. Aquel estudio habría establecido que con solo 6.000 hectáreas de coca se abastecería la demanda del consumo tradicional, pero, extrañamente, el Gobierno aseguró, al tiempo de aprobar la nueva ley, que habría sido detectado por ese estudio que se necesitan 16.000 hectáreas.
Para comenzar, entonces, habría que pedir que se conozca el estudio mencionado en toda su extensión, y mejor si llegara con explicaciones de los motivos por los cuales se lo mantuvo oculto. Pero además habría que explicar por qué no se atiende el pedido de los cocaleros de Yungas para que se realice un referéndum destinado a saber cuántos consumidores existen en el país y cuál es la coca que prefieren. Tanto han pedido esto los cocaleros de Yungas que, finalmente, después de que se aprobó la nueva ley, ellos optaron por anunciar que pedirán el referéndum “al próximo Gobierno”.
También habría que responder a la pregunta que hacen esos mismos cocaleros: si, según la ONU, el 94% de la coca de Chapare se va al narcotráfico, adónde va el restante 6%. Lo cierto es que la afirmación de Romero en Viena ha despertado inquietud en el país. Se espera una respuesta seria del Gobierno, no una voz que represente solo a los que dejaron de ser ilegales. La reputación del país, ya muy lastimada por la droga, ha sido más golpeada todavía por estas afirmaciones, aparentemente, sin base científica del ministro Romero, lo que no permite despejar las susceptibilidades que despierta un asunto extremadamente delicado
miércoles, 15 de marzo de 2017
el "bola Riveros" como le llamamos con afecto imagina el entierro de la Ley 1008, ya sucedió en los hechos, aunque nadie como él, adelanta las consecuencias y el castigo que sobrevendrá por el criminal aumento de las plantaciones de coca. dia llegará de gritar en cambio "wañuchum coca", ya no será posible pensar en el desarrollo alternativo.
Con simultaneidad y con la misma fastuosidad y magnificencia que se imprimió en el entierro del pepino, después de un velatorio que duró 11 años, el gobierno procedió a sepultar la Ley de la Coca 1008, en medio de un ambiente que despertó en el país y en el mundo una paradójica curiosidad de penas y alegrías. El extenso responsorio estuvo a cargo del propio presidente quien, durante casi una hora, no ahorró ni la más mínima clemencia en maltratar sus cuerdas bucales que, de hecho, ya están más golpeadas que bacinica de loco.
La diferencia entre ambas exequias fúnebres consiste en que una es lúdica, ya que se realiza entre bailes y fanfarrias hasta la resurrección del difunto, ocasión que también es amenizada con cabriolas y comparsas carnavaleras. En cambio, en lo que a la Ley concierne, reina el desconcierto y la tristeza por su muerte, sin la esperanza de resurrección, lo que conducirá a sanguinarios ajustes de cuenta.
Antes de sumergirnos en los vericuetos de la recientemente aprobada Ley de los kolos, debemos recordar nuestro acierto en una entrega anterior, al comparar el pacto que el gobierno realizó con el Chapare, con aquel que Fausto celebró con Mefistófeles, demonio súbdito del Diablo, mediante el cual éste accede a obedecer y brindar todo aquello que intrigue a Fausto durante 24 años, al término de los cuales su alma pasaría a propiedad del Demonio. Durante el plazo predeterminado, Fausto titubea entre los excesos mundanos y el remordimiento; sin embargo, el Diablo nunca le permite llegar a un completo arrepentimiento, por lo que pasados los veinticuatro años, Fausto muere de una manera violenta y es llevado al infierno.
Son varios los lujos y larguezas que dicho convenio ha concedido, a cambio de un ciego culto a la “hoja sagrada”, que motivó a gritar: “kawsachun coca”. (Viva la coca). Aviones y automóviles de lujo; centenares de viajes a lejanas latitudes para codearse con reyes, príncipes y personajes que dominan el mundo; doctorados y condecoraciones, aun a pesar de la reticencia a las universidades; construcción de palacios, fábricas y plantas industriales cuyos productos terminados no verán ni nuestros nietos; aeropuertos donde jamás posarán aviones; puentes sin ríos y caminos que no van a ninguna parte. En fin, una serie de prebendas que concluirán en el tiempo determinado por el pacto.
Entonces llegará el tiempo del arrepentimiento y gritaremos a mandíbula plena “wañuchun coca” (muera la coca), cuando ésta vuelva a ser condenada por la Unión Europea que fue quien financió el estudio donde se establece que sólo son 6000 las hectáreas útiles para el acullico y no 22.000. Proponer la sustitución de los cultivos o el desarrollo alternativo, al mejor estilo de los anteriores gobiernos será extemporáneo y ocasionará más ira que agrado. Entonces acompañaremos estoicos el entierro de la Ley 1008.
martes, 14 de marzo de 2017
políticos majaderos odian al periodismo, lo dijo Iglesias de Podemos en España" los medios tienen poder sin que se haya votado por ellos" y ha incitado en Venezuela, en Argentina, en Bolivia a "depojarles de poder" vano intento en que fracasaron en unas partes y en otras van camino de lo mismo. El Deber de SC
Odio al periodismo
EL DEBER
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Los partidos llamados populistas que pulularon en América Latina, hasta que comenzaron a ser desplazados, todos ellos con graves cargos de corrupción, tuvieron algo en común: el odio al periodismo. El más bullicioso de todos ellos fue el régimen de Hugo Chávez, que destrozó la libertad de expresión en Venezuela con acciones directas, como órdenes dichas a gritos para que sean intervenidos algunos medios, o el uso de otras armas, como el ahogo publicitario e incluso la restricción para que los medios escritos cuenten con papel de impresión.
La actitud de los gobiernos de los esposos Kirchner en Argentina fue similar, usando todas las armas posibles, desde la creación de medios supuestamente alternativos en TV, la compra de medios escritos y un enorme esfuerzo por crear una ‘ley de medios’ que hubiera acabado con la libertad de expresión si no fueran que los medios independientes dieron batalla. La publicidad oficial fue usada allí como una forma de premios y castigos a los medios, si eran sumisos o independientes.
En Bolivia fue evidente la compra de medios independientes por capitalistas llegados del exterior, pero que los pusieron al servicio del Gobierno, mientras se daban durísimas campañas de desprestigio contra los medios independientes y periodistas, al mismo tiempo que eran tomadas organizaciones profesionales de la prensa durante años. El uso de la publicidad oficial fue también intenso para discriminar a los medios independientes. La lista es larga en América Latina.
Ahora surge en España un comportamiento semejante de parte del partido Podemos, cuyos líderes son de la misma camada que algunos populistas latinoamericanos. La Asociación de la Prensa de Madrid ha denunciado que ese partido, dirigido por Pablo Iglesias, amedrenta a los periodistas incluso antes de haber llegado al Gobierno: desde el Parlamento.
La prédica de Iglesias es que los medios de comunicación ejercen una dosis de poder sin haber sido elegidos. Los medios, parece no saberlo el señor Iglesias, se someten todos los días al voto ciudadano, que es el que los convierte en referentes de la opinión pública. Ojalá los políticos se sometieran a un examen tan riguroso y tan frecuente como lo hacen los medios.
La democracia necesita a los medios, más que a ciertos políticos majaderos, como los que están de salida en América Latina
La actitud de los gobiernos de los esposos Kirchner en Argentina fue similar, usando todas las armas posibles, desde la creación de medios supuestamente alternativos en TV, la compra de medios escritos y un enorme esfuerzo por crear una ‘ley de medios’ que hubiera acabado con la libertad de expresión si no fueran que los medios independientes dieron batalla. La publicidad oficial fue usada allí como una forma de premios y castigos a los medios, si eran sumisos o independientes.
En Bolivia fue evidente la compra de medios independientes por capitalistas llegados del exterior, pero que los pusieron al servicio del Gobierno, mientras se daban durísimas campañas de desprestigio contra los medios independientes y periodistas, al mismo tiempo que eran tomadas organizaciones profesionales de la prensa durante años. El uso de la publicidad oficial fue también intenso para discriminar a los medios independientes. La lista es larga en América Latina.
Ahora surge en España un comportamiento semejante de parte del partido Podemos, cuyos líderes son de la misma camada que algunos populistas latinoamericanos. La Asociación de la Prensa de Madrid ha denunciado que ese partido, dirigido por Pablo Iglesias, amedrenta a los periodistas incluso antes de haber llegado al Gobierno: desde el Parlamento.
La prédica de Iglesias es que los medios de comunicación ejercen una dosis de poder sin haber sido elegidos. Los medios, parece no saberlo el señor Iglesias, se someten todos los días al voto ciudadano, que es el que los convierte en referentes de la opinión pública. Ojalá los políticos se sometieran a un examen tan riguroso y tan frecuente como lo hacen los medios.
La democracia necesita a los medios, más que a ciertos políticos majaderos, como los que están de salida en América Latina
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lunes, 13 de marzo de 2017
mitos, leyendas, imprecisiones alrededor de la hoja de coca. como físico y analista don Francesco escarba y encuentra inconsistencias que deberían ser explicadas
El Art. 384 de la Constitución (CPE) afirma que el Estado “protege a la coca”, sin precisar de qué.
¿Por qué la coca debe ser protegida por el Estado y no la quinua? Además, si la coca es buena, ¿por qué sus cultivos (a diferencia de los de la caña de azúcar) necesitan ser “legalizados”, o sea, restringidos, controlados y normados por ley?
Usualmente se ha entendido que esa protección explícita estaba dirigida a los intentos de erradicación total (“coca cero”). Sin embargo, podría pensarse en protegerla de pesticidas, herbicidas y plagas, aunque hemos visto que las langostas no han manifestado interés alguno en atacarla.
Sin embargo, sabemos que la CPE apunta a otro blanco: la coca precisa ser protegida de los que lucran criminalmente con ella, desde el momento que, si se la cultiva para desviarla conscientemente hacia fines ilícitos, convierte a esos cultivadores en un eslabón de la cadena del narcotráfico (Carta Pastoral de los Obispos, No. 61). De hecho, yo diría más: hay que protegerla de los que fingen protegerla, para en realidad servirse de ella, como un tutor que toma una niña a su cargo para entregarla a la prostitución.
Hay una serie de conceptos, atributos y adjetivos que se aplican alegremente a la hoja de coca los cuales son contradictorios, ambiguos e incluso míticos.
Se dice frecuentemente que la hoja de coca es “sagrada”. El citado Art. 384 de la CPE prescinde de ese adjetivo, pero la reciente Ley 908 en su Art. 2 Inc. e) se atribuye la siguiente finalidad: “proteger a la hoja ‘sagrada’ de la coca de su utilización con fines ilícitos”.
Sagrada viene de una raíz latina que significa “separada” de lo profano, reservada a la divinidad. En ese sentido el “cato” de coca sería una parcela de terreno “separada de lo profano” (piña, naranja, palmito y otras plantas), aunque en realidad sucede al revés. Sagrada es también “digna de respeto”. Por eso se les dice “sagradas” a las notas del himno nacional, aunque es la composición armónica de esas notas la que merece respeto. Litúrgicamente, lo sagrado vuelve bueno lo malo. Al contrario la coca demoniza cosas buenas y útiles, como la cal, el vinagre y el bicarbonato de soda. ¿Si la harina llegara a ser un precursor de la cocaína, su venta sería regulada?
El valor nutritivo de la hoja de coca es otro mito. Nadie duda de la variedad de sustancias químicas que contiene esa planta, pero es fácil objetar que no hay evidencia histórica de su uso como alimento: generalmente se consumía (y se consume hoy) después de la comida como infusión. Además, desde el punto de vista científico, no basta que una planta tenga nutrientes sino que éstos logren ser asimilados por el organismo.
Es cierto que la coca es “originaria” de los Andes, pero si se añade que es un don de Bolivia para el mundo, sospecho que a ese “don” el mundo preferiría mil veces la papa o la papalisa, máxime si esta última tuviera las afrodisíacas propiedades que divulga un excanciller.
Que la coca sea “milenaria y renovable” es una verdad de Perogrullo: toda planta lo es. Por otro lado, los incontables conflictos sociales, con su secuela de muertes, desmienten tajantemente que la coca sea un factor de “cohesión social”. ¿Y qué decir del valor cultural de la coca? Se sabe que antes de la Conquista sólo aristócratas y sacerdotes tenían derecho a su consumo y, durante la Colonia, la coca fue principalmente un instrumento de explotación y sometimiento de los mitayos.
En fin, junto con la discusión cuantitativa en torno a hectáreas de cultivos, toneladas de hoja seca, kilos de cocaína y factores de conversión, creo que hace falta investigar más y dilucidar conceptualmente verdades, imposturas y mitos que se tejen en torno a la coca.
El autor es físico y analista.
¿Por qué la coca debe ser protegida por el Estado y no la quinua? Además, si la coca es buena, ¿por qué sus cultivos (a diferencia de los de la caña de azúcar) necesitan ser “legalizados”, o sea, restringidos, controlados y normados por ley?
Usualmente se ha entendido que esa protección explícita estaba dirigida a los intentos de erradicación total (“coca cero”). Sin embargo, podría pensarse en protegerla de pesticidas, herbicidas y plagas, aunque hemos visto que las langostas no han manifestado interés alguno en atacarla.
Sin embargo, sabemos que la CPE apunta a otro blanco: la coca precisa ser protegida de los que lucran criminalmente con ella, desde el momento que, si se la cultiva para desviarla conscientemente hacia fines ilícitos, convierte a esos cultivadores en un eslabón de la cadena del narcotráfico (Carta Pastoral de los Obispos, No. 61). De hecho, yo diría más: hay que protegerla de los que fingen protegerla, para en realidad servirse de ella, como un tutor que toma una niña a su cargo para entregarla a la prostitución.
Hay una serie de conceptos, atributos y adjetivos que se aplican alegremente a la hoja de coca los cuales son contradictorios, ambiguos e incluso míticos.
Se dice frecuentemente que la hoja de coca es “sagrada”. El citado Art. 384 de la CPE prescinde de ese adjetivo, pero la reciente Ley 908 en su Art. 2 Inc. e) se atribuye la siguiente finalidad: “proteger a la hoja ‘sagrada’ de la coca de su utilización con fines ilícitos”.
Sagrada viene de una raíz latina que significa “separada” de lo profano, reservada a la divinidad. En ese sentido el “cato” de coca sería una parcela de terreno “separada de lo profano” (piña, naranja, palmito y otras plantas), aunque en realidad sucede al revés. Sagrada es también “digna de respeto”. Por eso se les dice “sagradas” a las notas del himno nacional, aunque es la composición armónica de esas notas la que merece respeto. Litúrgicamente, lo sagrado vuelve bueno lo malo. Al contrario la coca demoniza cosas buenas y útiles, como la cal, el vinagre y el bicarbonato de soda. ¿Si la harina llegara a ser un precursor de la cocaína, su venta sería regulada?
El valor nutritivo de la hoja de coca es otro mito. Nadie duda de la variedad de sustancias químicas que contiene esa planta, pero es fácil objetar que no hay evidencia histórica de su uso como alimento: generalmente se consumía (y se consume hoy) después de la comida como infusión. Además, desde el punto de vista científico, no basta que una planta tenga nutrientes sino que éstos logren ser asimilados por el organismo.
Es cierto que la coca es “originaria” de los Andes, pero si se añade que es un don de Bolivia para el mundo, sospecho que a ese “don” el mundo preferiría mil veces la papa o la papalisa, máxime si esta última tuviera las afrodisíacas propiedades que divulga un excanciller.
Que la coca sea “milenaria y renovable” es una verdad de Perogrullo: toda planta lo es. Por otro lado, los incontables conflictos sociales, con su secuela de muertes, desmienten tajantemente que la coca sea un factor de “cohesión social”. ¿Y qué decir del valor cultural de la coca? Se sabe que antes de la Conquista sólo aristócratas y sacerdotes tenían derecho a su consumo y, durante la Colonia, la coca fue principalmente un instrumento de explotación y sometimiento de los mitayos.
En fin, junto con la discusión cuantitativa en torno a hectáreas de cultivos, toneladas de hoja seca, kilos de cocaína y factores de conversión, creo que hace falta investigar más y dilucidar conceptualmente verdades, imposturas y mitos que se tejen en torno a la coca.
El autor es físico y analista.
domingo, 12 de marzo de 2017
Bolivia es soberana hasta tanto se obliga a ciertas conductas dentro de la cultura por la Paz, y el cumplimiento de acuerdos suscritos como la Convención de Viena 1961 y el efecto de la ampliación de cultivos de coca. afirma Cayo Salinas jurisconsulto versado que recomienda al Gobierno meditar porque los cocaleros se aprovecharán del nuevo cuadro de situación
La hoja de coca ha ingresado nuevamente al debate y lo ha hecho con inusitada virulencia considerando el estatus que goza bajo la égida gubernamental.
Sabíamos que desde la asunción de Evo Morales a la Presidencia de la República, la mirada de Estado iba a ser diferente no sólo considerando su uso como materia prima para la fabricación de sustancias controladas, sino también por el trato que merece como símbolo del modelo que intenta el MAS implantar. Durante décadas, y mucho antes al predominio masista en la esfera de la política nacional, nadie puso en discusión que la coca, en su estado natural, constituye parte importante de nuestro acervo cultural, por lo que protegerla en ese contexto, era y es cuestión de soberanía nacional. Tanto para su uso ceremonial, medicinal como para su consumo lícito, la coca ha significado un referente que forma parte de la naturaleza y costumbre de sectores de la sociedad civil.
La mala noticia siempre estuvo asociada al narcotráfico. Y pese a que el MAS continúa intentando desmitificar la idea casi generalizada en sentido que la mayor parte de la producción de coca del Chapare está dirigida a cubrir la demanda de los narcotraficantes, y que diversas organizaciones gremiales, especialmente del trópico, han defendido su cultivo con el menor rigor en cuanto a fiscalización, éste es un periodo en el que la “hoja milenaria” atraviesa un momento expectable respecto a producción, cultivo y comercialización, considerando su reconocimiento constitucional como patrimonio cultural.
A diferencia de lo que acontecía en otras administraciones, incluida la del MIR donde la hoja desfilaba en la solapa de todos los que engrosaban la nueva oligarquía política de ese momento, en la actual, la coca goza de salud envidiable en sus dos facetas. Y si bien la defensa por parte del Gobierno para uso y consumo trajo consigo una suerte de abanderamiento ideológico frente al mundo occidental en general y EEUU en particular, la vigencia de un nuevo marco legal con el incremento a 22 mil hectáreas, constituye hoy un dato no menor que traerá repercusiones en el plano internacional y consecuencias en el nacional.
Partamos por dejar constancia de que Bolivia es soberana en cuanto al tratamiento y vigencia de su legislación, en cualquiera de sus órdenes. Ese aspecto no resta el hecho de que como Estado, formamos parte de una comunidad internacional que se desenvuelve sobre la base de normas con rango de supranacionalidad que obligan adoptar ciertas conductas con tono de diplomacia y de cultura de la paz. Un hito importante marcó la Convención de Viena de 1961, adherida por el Estado de Bolivia hasta la fecha. Pero más allá de ello, lo preocupante es, primero, el efecto que pueda tener la ampliación de hectáreas de cultivo en la fabricación de cocaína, tarea que se verá ciertamente estimulada por el incremento y disponibilidad de la materia prima y, segundo, la probabilidad de un acrecentamiento de actividades colaterales que puedan ser patrocinadas por delincuencia organizada ávida de más coca.
La preocupación es mayor si miramos experiencias de países como Colombia o México, donde cárteles del narcotráfico han sustituido al Estado en determinadas zonas geográficas, imponiendo reglas e implementando una verdadera política del terror. Razón suficiente para que el Gobierno medite este tema a sabiendas que los cocaleros, que son el bastión movilizado más duro del masismo, con probabilidad, pueden quedar presos de una actividad que sólo trae dolor y muerte.
Sabíamos que desde la asunción de Evo Morales a la Presidencia de la República, la mirada de Estado iba a ser diferente no sólo considerando su uso como materia prima para la fabricación de sustancias controladas, sino también por el trato que merece como símbolo del modelo que intenta el MAS implantar. Durante décadas, y mucho antes al predominio masista en la esfera de la política nacional, nadie puso en discusión que la coca, en su estado natural, constituye parte importante de nuestro acervo cultural, por lo que protegerla en ese contexto, era y es cuestión de soberanía nacional. Tanto para su uso ceremonial, medicinal como para su consumo lícito, la coca ha significado un referente que forma parte de la naturaleza y costumbre de sectores de la sociedad civil.
La mala noticia siempre estuvo asociada al narcotráfico. Y pese a que el MAS continúa intentando desmitificar la idea casi generalizada en sentido que la mayor parte de la producción de coca del Chapare está dirigida a cubrir la demanda de los narcotraficantes, y que diversas organizaciones gremiales, especialmente del trópico, han defendido su cultivo con el menor rigor en cuanto a fiscalización, éste es un periodo en el que la “hoja milenaria” atraviesa un momento expectable respecto a producción, cultivo y comercialización, considerando su reconocimiento constitucional como patrimonio cultural.
A diferencia de lo que acontecía en otras administraciones, incluida la del MIR donde la hoja desfilaba en la solapa de todos los que engrosaban la nueva oligarquía política de ese momento, en la actual, la coca goza de salud envidiable en sus dos facetas. Y si bien la defensa por parte del Gobierno para uso y consumo trajo consigo una suerte de abanderamiento ideológico frente al mundo occidental en general y EEUU en particular, la vigencia de un nuevo marco legal con el incremento a 22 mil hectáreas, constituye hoy un dato no menor que traerá repercusiones en el plano internacional y consecuencias en el nacional.
Partamos por dejar constancia de que Bolivia es soberana en cuanto al tratamiento y vigencia de su legislación, en cualquiera de sus órdenes. Ese aspecto no resta el hecho de que como Estado, formamos parte de una comunidad internacional que se desenvuelve sobre la base de normas con rango de supranacionalidad que obligan adoptar ciertas conductas con tono de diplomacia y de cultura de la paz. Un hito importante marcó la Convención de Viena de 1961, adherida por el Estado de Bolivia hasta la fecha. Pero más allá de ello, lo preocupante es, primero, el efecto que pueda tener la ampliación de hectáreas de cultivo en la fabricación de cocaína, tarea que se verá ciertamente estimulada por el incremento y disponibilidad de la materia prima y, segundo, la probabilidad de un acrecentamiento de actividades colaterales que puedan ser patrocinadas por delincuencia organizada ávida de más coca.
La preocupación es mayor si miramos experiencias de países como Colombia o México, donde cárteles del narcotráfico han sustituido al Estado en determinadas zonas geográficas, imponiendo reglas e implementando una verdadera política del terror. Razón suficiente para que el Gobierno medite este tema a sabiendas que los cocaleros, que son el bastión movilizado más duro del masismo, con probabilidad, pueden quedar presos de una actividad que sólo trae dolor y muerte.
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