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miércoles, 14 de agosto de 2013

Alfonso Rojas, retrocedió al Potosí Colonial, 70 años atrás, cuando de niños jugaron juntos con una pelota de trapo. Fraterna reminiscencia de dos vidas paralelas, como potosinos, radialistas, emprendedores, esencialmente de Amigos de Siempre.


Damas y Caballeros:
Minutos antes de que comenzara este  programa, he tenido el privilegio de saludar a muchas de las personalidades presentes de quienes conozco sus intensas y honrosas actividades profesionales, políticas, académicas y principalmente cívicas, convergentes en los mayores e imprescindibles objetivos - y por eso mismo irrenunciables-, dirigidos a lograr el desarrollo regional.

Cada una de estas personalidades, a través de las históricas experiencias que han protagonizado, constituyeron el mayor impulso que durante la década de los años 70 y algo más, transformó la parsimonia y resignación con la que se especulaba el porvenir del Departamento, en una actitud disciplinada y exigente, que diseñó con precisión, los proyectos concernientes al desarrollo dentro de un plan estratégico departamental, cuya dinámica fue y sigue siendo constante con el flujo y diversidad de los problemas contemporáneos.

Reclamo pues, por un pronto recuento testimonial de aquella época, o más bien dicho, de aquellas luchas, para que forme parte de la memoria histórica activa y sea el referente idóneo para continuar actuando en procura de todas nuestras metas.

Distinguidos presentes: Aquí estoy invitado para ser parte de este momento dedicado a Don Mauricio Aira Flores.

Y voy a aprovecharlo para una breve semblanza en la que quiero que prevalezca nítida, no otra condición que la del culto a la amistad, ese intenso, franco, e inquebrantable lazo que nos une a ambos.

Se trata del tiempo en el que se inició nuestro tiempo. Algo así como siete décadas -perdonen la distancia- desde la escuela y quizá antes, nos juntó la irrepetible experiencia de jugar alboroteando el barrio, reunidos con otros changos como nosotros.

Podría decir sus nombres, sus apellidos, sus apodos. Podría dibujar los portones y los balcones de sus casas en la calle Bustillos, casi en el centro mismo de la ciudad de Potosí.

Mauricio, con dificultades físicas en los pies, era un integrante puntual del bullicio vespertino, con una voz chillona -como la de todos- apurando el desempeño de cada uno para sacarle el jugo a las horas, porque no las teníamos disponibles como las querríamos.

Mauricio: ten por seguro que eras el más querido de la tojpa. Porque no nos dabas chance para pensar en tu dificultad. Estabas listo para cualquier puesto en el equipo y para jugar como los mejores.

Cuando era fútbol lo que jugábamos, casi siempre era eso, cada cual aportaba sin jactancia, con su pelota propia. Por supuesto pelota de trapo.

Empezamos a cambiar la voz, con frecuentes gallitos de por medio y las bromas de esa aparentemente larga temporada. Un poco más que adolescentes, en aulas y colegios distintos, transcurrimos edades sintonizados en inquietudes, curioseando novedades y descubriendo aptitudes.

Fue el tiempo de la juventud explosiva. Incluso quieres líderes a los que tú llamas "verdaderos". Quieres gritar desde tu conciencia y quieres convertirte en el ser esencial.

En esta etapa ocurrió nuestro encuentro intermedio. En una calle de la ciudad de La Paz: "hola Mauricio" el grave impedimento físico ya no estaba. Sucesivas cirugías, incluso en el exterior, lo habían superado al más óptimo de los resultados.

Ver a Mauricio así, ha sido la vivencia que con más emoción he recordado y recuerdo hasta hoy como si se tratara de un refuerzo, mejor dicho, un revitalizador de nuestra larga amistad.

Pocos meses después estaría organizando en el centro minero de Siglo XX, una emisora católica, para inducir y reflejar la espiritualidad de esa comunidad en su convivencia diaria.

En mi caso, también pocos meses después, estaría en el centro minero Huanuni, para reflejar la realidad de los obreros y defenderlos de los atropellos del Estado.

Los recovecos de la vida profesional en áreas de periodismo y formación de la opinión pública, nos colocaron en veredas -por entonces- contrapuestas.

Puede ser, que inclusive ahora, no compartamos los mismos principios. Ni siquiera la acción y los procedimientos para alcanzar horizontes en los cuales figuran nuestros anhelos, es decir, las expectativas de todas las personas que carecemos de poder.

Sin embargo, la presencia casi tangible de una amistad total, es una fortaleza irreductible. En ella están protegidos los mejores sentimientos y la voluntad de que siempre, siempre, sean invariables y auténticos.

En Mauricio y yo, es una tradición. Proviene del ejercicio constante desde la infancia. Por eso actuamos de consumo hace medio siglo para fundar con otros meritorios periodistas, la entidad sindical máxima de los Trabajadores de Radio y Televisión de Bolivia.

Organizamos seminarios de profesionalización en los centros mineros y asistimos a innumerables conferencias y congresos.

Aquí en Cochabamba, la faceta cívica de Mauricio Aira, es decir, la que tiene que ver con el desarrollo, se hizo notable respaldando la Gestión del Dr. Hugo Bilbao La Vieja, y de otros líderes, la ardua e inefable actividad de la denominada Junta de la Comunidad, JUnCO, la cual abanderada con y por el desarrollo departamental obtuvo éxitos que hoy son visibles y patentes.

Queda una reflexión: no existe un final en la esencia del verdadero civismo. Aquí cabe la máxima de que "se cosecha lo que se siembra". Sin importar quién está o ya no está, "el sol sale para todos, cada mañana".

Querido Mauricio: me tomo la libertad de decirte que aquí en Cochabamba eres bien venido, junto a Jenny tus hijos y tus nietos. En cuanto a mi familia y mi persona, tienes el lugar cariñoso de siempre.

Alfonso Rojas Moncayo. Julio 16 del 2013, Cochabamba, LT.