S e han invertido más de $us 400 millones en las refinerías Gualberto Villarroel y Guillermo Elder de Cochabamba y Santa Cruz, respectivamente. Eso está bien porque hace muchos años que no se invierte en esa actividad. Pero no debemos olvidar que las dos refinerías estatales existentes más la planta de lubricantes costaron $us 195 millones en 1975. Como uno de los frutos de la inversión se comunica que a partir de octubre dejaremos de importar gasolinas. Eso está muy bien porque esa autosuficiencia lograda en 1957 la perdimos en 1992.
Con aire triunfalista, se está hablando que ya no será necesario subvencionar este carburante. Eso está muy mal. Porque no es verdad y no se sabe cuándo se dejará de subvencionar todos los carburantes que se consumen en el país.
Evidentemente, dejaremos de erogar ± medio millón de $us diarios al no tener que comprar en el exterior la gasolina faltante y trasladarla hasta el país.
Los movimientos sociales tienen una manera peculiar de interpretar acontecimientos nacionales, además de un fino sentido de oportunidad para lograr sus fines. No debería extrañarnos que si un avispado movimiento social plantee que el ahorro fiscal al no importar más gasolinas, sea utilizado para compensar una rebaja en los precios de la gasolina para su sector.
Como se está en esa "maravillosa" época pre eleccionaria, esa petición podría ser aceptada si está acompañada de algunos cientos de votos que aproximen al candidato oficial a obtener el 75% de la votación nacional.
Por lo anterior estimado lector, un rápido repaso de la subvención a los carburantes. Los precios constantes son mantenidos con subvenciones que comienzan en boca de pozo. Si esto no se hace los precios al consumidor serían más del doble que los actuales. Por ley toda la producción de petróleo debe ser entregada a YPFB, la que reconoce al productor por barril $us 7 con algunos centavos más. Con esto el productor debe cubrir sus costos de operación, amortizar sus inversiones y obtener un margen de ganancia.
Por eso en los Clubes de Petróleo se dice que la desgracia más grande que le puede suceder a una compañía petrolera trabajando en Bolivia, es encontrar petróleo.
Por eso en los Clubes de Petróleo se dice que la desgracia más grande que le puede suceder a una compañía petrolera trabajando en Bolivia, es encontrar petróleo.
No se informa oficialmente que se haya logrado incremento en la producción de diésel. Eso está muy mal porque por la cuantiosa inversión, además del aumento de capacidad de refinación de 38.000 a 65.000 barriles por día, no se han podido instalar nuevos procesos de refinación que permitan una mayor obtención de diésel. Esta es la mejor demostración de que debemos refinar petróleo y no condensado.
La subvención por importar diésel es como se dijo, una especie de cáncer para la economía que estamos pudiendo resistir gracias a la fortaleza financiera que nos proporciona la exportación de gas al Brasil, a la que se suma ahora la exportación a la Argentina. Pero esa situación es transitoria. Se avecina el agotamiento de las reservas que soportan esas exportaciones, por lo tanto la palabra exploración es cada vez más importante y urgente. Tenemos que encontrar y desarrollar campos de petróleo y de gas.
Ahora entramos en el campo de las desvergüenzas. Se hacen grandes anuncios de incrementos en la exploración y en primer lugar se indica será la perforación de Lliquimuni. Perdón estimado lector, pero esa es una desvergüenza llevada al máximo. Hace 6 años que se anuncia periódicamente perforar esa estructura. Se han gastado en la sociedad Petroandina (PDVSA-YPFB), a cargo del proyecto, más de $us 100 millones sin haber perforado ni un solo metro. Cada año la explicación por no haber perforado es atribuir a la época de lluvias el no permitir hacer las obras civiles de acceso necesarias y la destrucción de las existentes ejecutadas en época seca. Ahora con una desvergüenza que no tiene límite se anuncia que la perforación se iniciará en diciembre, plena época de lluvias. Ese tipo de anuncios oficiales que se realizan cada año, es una desvergüenza, pero este último es casi un insulto a la opinión pública.