El actual presidente de Bolivia, Evo Morales, lleva ya tres períodos consecutivos al frente del Poder Ejecutivo de su país. Lo ocupa desde enero de 2006, cuando fue elegido por primera vez, y desde entonces ha vivido encaramado a un poder que se resiste a abandonar. Su ambición por mantenerse en ese cargo es tan insaciable que ahora procura obtener la posibilidad de una tercera reelección consecutiva, para la cual ha puesto en marcha el proceso jurídico requerido para reformar la Constitución de su país, que hoy, claramente, se lo prohíbe.
Morales pretende continuar en la presidencia hasta 2025. De lograrlo, habrá contabilizado 19 años seguidos al frente del Poder Ejecutivo. En recientes declaraciones, ha dicho que sólo busca un cuarto mandato y no la reelección indefinida y que la mentada reforma constitucional responde “al pedir del pueblo”. Sin embargo, nada garantiza que, de abrirse el proceso reformista constitucional, no se aproveche esa discusión para incluir en el nuevo texto legal la posibilidad de la eternización en el cargo de los mandatarios bolivianos.
Morales, como otros tantos líderes populistas, cree que su presencia al frente del gobierno resulta indispensable. Sin embargo, según las encuestas de opinión, Bolivia se encuentra hoy dividida: aproximadamente la mitad de su población rechaza que Morales continúe al frente de la presidencia por un cuarto período consecutivo. En cambio, defiende la posibilidad de que exista una saludable alternancia democrática en el poder.
Morales, por su parte, está convencido de que no resulta antidemocrático seguir postulándose a la primera magistratura. Sin embargo, la democracia implica esencialmente pluralismo, y ello no existe cuando ocurre la perpetuación en el poder.
El proceso re-reeleccionista desembocará en un referéndum, en febrero de 2016, cuando los ciudadanos bolivianos sean llamados a dar su opinión sobre la modificación del artículo de la Constitución que permita a Morales volver a participar en los próximos comicios. Es el que dispone que el presidente y el vicepresidente sólo pueden ser reelegidos una sola vez de manera continua.
Mediante la manipulación de la justicia, Morales ya había obtenido de la Corte de su país un dictamen que permitió que su primera presidencia no fuera computada para el límite de reelecciones previsto actualmente.
La campaña por la nueva reelección ha comenzado. Morales y los suyos están haciendo una intensa propaganda para tratar de influir sobre la opinión pública. Esa campaña se financia con dineros públicos en un país donde, además, la libertad de expresión e información está severamente restringida. Ante este nuevo atropello, los frentes de muchos edificios de ciudades bolivianas aparecen embanderados, con leyendas que dicen “no”, un mensaje tan escueto como contundente.