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martes, 10 de abril de 2007

"Antofagasta, tierra hermosa. Tocopilla, Mejillones y El Palmar, otra vez a la Patria...volverán" (el coro repite) Sí, volverán!Lo último que se pierde es la esperanza. Bolivia vive de nuevo la ilusión de un entendimiento con Chile, por enésima vez! Se puede contar una esperanza cada dos o tres años desde el asalto del 14 de febrero de 1879, y ay!hasta ahora, nuestras esperanzas siempre han sido fallidas. Cuando Chile decidió desviar las aguas del Lauca sin respetar el divorsio aquarum previsto en el tratado engañosamente llamado de "Amistad y Paz" del 1904, Paz Estenssoro sin que le tiemble la mano rompió las frágiles relaciones hasta que Bánzer con el tristemente célebre "abrazo de Charaña" le devolvió la amistad que Pinochet no supo honrar. No hubo la cesión del corredor porque simplemente "el Perú no entregó" la llave del candado con que Chile nos tiene cerrada la puerta de salida al mar. Juan Pereda duró unas semanas en el poder, una cosa hizo bien, romper de nuevo con Chile, hasta tanto diera pruebas fehacientes de avenirse a una solución en el tema de la reivindicación marítima.
Ahora de nuevo la esperanza. Toda la maquinaria propagandista del Gobierno está publicitando el homenaje que soldados chilenos rendirán hoy a los restos de Eduardo Abaroa trasladados a Calama.
Ojalá no se trate de otro alarde de fingida amistad. De una nueva treta de pretender buscar una solución y no darnos nada a cambio. Chile tiene un manual aprendido de memoria y enriquecido en éstos 128 años que detenta nuestro Litoral, de encontrar un nuevo pretexto para frenar nuestro derecho.
De veras que cuesta mucho, darse un baño de ilusión, porque sospechamos que de por medio está su aspiración de hacer "bussines" con el tema del gas, que tanta falta le hace y que a Bolivia le sobra. Haría bien el sector pensante del MAS de no jugar con fuego, porque en materia de reivindicación, ya Bolivia está escarmentada y guarda con profundo recelo todo intento de acercamiento al enemigo, que lo seguirá siendo hasta tanto no demuestre con hecho que es más bien amigo.

domingo, 8 de abril de 2007

9 de Abril del 52

Juan Lechín Oquendo
líder de la revolución boliviana


Recordar sobre el levantamiento popular del 52 es una tarea difícil, teniendo en cuenta que se trata de acudir a la memoria y al sentimiento, porque como compañero allegado al gran líder obrero Juan Lechín Oquendo, manifiesto episodios y acontecimientos que han pasado a la historia de Bolivia, del movimiento obrero mundial, algunos desfigurados por el interés político otros que el pueblo conserva en la memoria popular y que jamás podrán ser olvidados.

Como este relato no está completo, son destellos de luz de lo vivido en los escenarios en que transcurrió la revolución que comienza cuando el 9 de abril, tras las primeras horas del amanecer Juan Lechín Oquendo se dirige a la fábrica Forno donde pide a los trabajadores el apoyo a la revolución popular, luego se dirigen a la fábrica Soligno, posteriormente se dirige a la cervecería desde allí a la fábrica Said, fábrica de vidrios y todos los fabriles encabezaron una marcha por la Buenos Aires, Tumusla. Centenares de trabajadores fabriles en torno de Juan Lechín Oquendo el indiscutible Hombre de Abril. Estos compañeros fabriles procedían de todos los barrios marginales y su lucha fue tan decisiva que dieron fin con regimientos militares acantonados en La Paz, El Alto, Viacha, Corocoro y Guaqui, donde la rosca minero-feudal los tenía pertrechados y entrenados para reprimir al pueblo. Esa madrugada centenares de carabineros dirigidos por el Gral. Seleme se rebelan, es oportuno destacar que Juan Lechín Oquendo y Antonio Seleme, eran ambos hijos de inmigrantes árabes, amigos de muchos años y fueron capaces de unir a trabajadores y policías para ejecutar durante tres días las tareas de resistencia.

Juan Lechín dirigió personalmente a los revolucionarios que lograron capturar el arsenal de la Plaza Antofagasta, ya con las armas en las manos se fue ganando la ciudad palmo a palmo, de cuadra en cuadra.

Los grupos obreros, con las armas en la mano recorrieron los barrios incitando al levantamiento. Los contrarrevolucionarios a cuya cabeza se ubica el Gral. Tórrez Ortiz en El Alto amenazan con bajar a la ciudad y dar fin al alzamiento, aplastar al movimiento popular con derramamiento de sangre. Las tropas de la rosca minera provocaron muchos muertos, heridos, pero no logran aplastar al trabajador armado, a los nobles combatientes mineros fabriles.

Esa tarde del 9 de abril un centenar de trabajadores de Milluni encabezados por el c. Natalio Mamani que con valentía y coraje cercan la Ceja de El Alto sorprendió a los refuerzos del ejercito masacrador que llegaban de Oruro y se apoderaron del armamento y munición, también en Villa Victoria un barrio de fabriles y artesanos tienen lugar los primeros enfrentamientos con saldo de victimas fatales, en este mismo sector de Villa Victoria un año antes el ejercito ahogó en sangre una revuelta fabril, los revolucionarios cortan el suministro de electricidad, esa noche El Montículo fue escenario de una terrible batalla, la ciudad en total oscuridad fue iluminada tan solo por el fuego cruzado de morteros y el tronar de las dinamitas.

La lucha prosigue el día siguiente 10 de abril con mayor bravura. En Miraflores se producen enfrentamientos con los uniformados, en las calles Yungas, Corrales, en la Av. Arze, la revolución se extiende a los barrios populares donde están ubicados los regimientos Bolívar y Sucre, allí la lucha se logra desbandar al regimiento Pérez. Sin embargo es al enfrentarse con los cadetes del Colegio Militar donde la sangre generosa de los trabajadores se derrama a raudales, esa misma tarde en Oruro los mineros de Catavi, Siglo XX, Huanuni, Machacamarca, Japo y los de San José combatieron y vencieron a tres regimientos que pretendían trasladarse a La Paz para destruir la Revolución triunfante.

En otro escenario se produce una reunión entre Tórrez Ortiz, el movimientista Siles Zuazo y representantes de la Nunciatura Apostólica, el Nuncio del Papa Monseñor Sergio Pignedoli, para acordar una especie de tregua, frente a las batallas que libraban los obreros contra los soldados y los caballeros cadetes. Fueron los mineros y los fabriles los artífices de esta jornada heroica, sin embargo, los “otros actores” hablan en nombre del pueblo y llegan a firmar un documento que se llamó “El Pacto de Laja” que declara que “en aras de la pacificación nacional y para evitar derramamiento de sangre se llegaba a una solución patriótica, dando fin a las hostilidades a partir de ese momento, para luego entrar a la ciudad y sellar la paz y la concordia” A este documento la verdadera historia de Bolivia le ha llamado “El Pacto de la Traición al Pueblo” que estuvo dirigido contra el auténtico levantamiento que fue protagonizado por los obreros fabriles, por los trabajadores mineros encabezados por el c. Juan Lechín Oquendo.

Quiénes en verdad arrebataron los fusiles de las manos de seis regimientos de la rosca minero – feudal fueron los mineros de Lechín, los fabriles de La Paz, que impusieron su programa político consistente en tres grandes medidas. La Nacionalización de las Minas, el Voto Universal, la Reforma Agraria. La primera devolvió al pueblo su riqueza, puso en sus manos el control económico del Estado, la segunda reconoció el legítimo derecho del hombre boliviano, de la mujer boliviana de poder elegir y ser elegido y la tercera arrebató la tierra de los señores feudales e instituyó los sindicatos campesinos, hizo al agricultor dueño de la tierra que trabajaba, le dio dignidad y libertad al hombre aymara, quechua, guaraní. Un fuerte olor a pólvora se siente por las calles y las explosiones de dinamita de las fuerzas mineras. El Ejercito resistió ese día cada vez menos mientras los grupos armados de fabriles y mineros tomaban virtualmente la ciudad y las instalaciones oficiales ese 11 de abril se consolida el triunfo revolucionario cuando una multitud armada con fusiles todavía humeantes levantan en hombros a Juan Lechin Oquendo y lo conducen hasta el Palacio de Gobierno a eso de las 14:00 p.m. horas, donde es entonado el Himno Nacional y el único que habla desde los balcones del Palacio de Gobierno es Juan Lechín Oquendo manifestando que el nuevo gobierno cumplirá la trilogía que lanzaron los trabajadores mineros: Nacionalización de las Minas, Reforma Agraria y Voto Universal.

Podemos decir que un largo proceso de violento antagonismo precedió al inolvidable 9 de abril de 1952, encabezado por Juan Lechín Oquendo figura indiscutible de la historia de los trabajadores de Bolivia, auténtico líder con una visión extraordinaria y una valentía todavía no apreciada en toda su dimensión. Esta fecha cambió el curso de los acontecimientos de tal manera que la historia republicana se escribe antes y después del 9 de abril.

No podemos ocultar el hecho de la nobleza y grandeza de los trabajadores que en aras de la unidad nacional, aceptó la conducción de Hernán Siles Zuazo y su ascensión a la Presidencia de la República, con el compromiso de ejecutar el programa obrero y despojando del poder en forma definitiva a una rosca (la mafia político – económico) que era dueña de Bolivia.

Cumplo un deber de conciencia revolucionaria de situar las cosas en su sitio, de honrar a Juan Lechín Oquendo y al puñado de dirigentes laborales como Natalio Mamani, Rolando Requena, Lidia Gueyler, Arturo Asbun, José Jiménez Vega, Raúl Camacho, Mario Tórrez, Samuel Marin Pareja, Roberto Méndez Tejada, German Butrón, Ángel Gemio y a todos los que acompañaron en esta heroica jornada.

9 de abril 2007

René Guarachi
correligionario de Juan Lechín Oquendo