El Alcalde de Santa Cruz volvió a cometer una grosería al tocar la pierna de una periodista que se sentó junto a él para hacerle una entrevista en la entrega de una obra en el Barrio Villa 1º de Mayo. El incidente provocó la risotada de las personas que acompañaban al Alcalde, quien además se burló de la periodista con respuestas de doble sentido. Otra vez, la autoridad edil dejó en ridículo su imagen y trayectoria profesional como hombre público.
No es la primera vez que ocurre un incidente de esta naturaleza, pero, a pesar de los reiterados toqueteos impúdicos, de los besos libidinosos del Alcalde, la justicia no hace absolutamente nada ni las autoridades de gobierno reprochan estas actitudes.
Tampoco las organizaciones de mujeres profesionales se hacen oír y menos mal que diversas instituciones de la sociedad civil asumieron la defensa de la periodista ante un alcalde que hace el ridículo, pero que aparece como héroe y victorioso entre gente que lo respalda y aplaude su machista actitud.
En las redes sociales no hay uno solo que apruebe la acción grosera del alcalde, a quien consideran que es un “enfermizo”, “Percy el sucio”, “viejo verde”, “cara dura”, “intocable”, “verraco”. En medio de eso, Fernández pidió disculpas por presión del esposo de la periodista, y todos sabemos que ella no se animó a una demanda judicial por la desconfianza en la justicia boliviana.
Lo más inaudito de Percy Fernández es que culpó a los medios de comunicación de “manchar la imagen pública del Alcalde” y de lamentar que esta situación ha sido creada de forma malintencionada “por personas y medios que quieren usar hechos que han sido sacados fuera de contexto, que son completamente irrelevantes en una maniobra del más bajo nivel político, están dañando dignidades ajenas al quehacer político diario”.
Nada más indigno que un personaje público busque justificar una actitud irrespetuosa, toda vez que no es la primera ocasión que daña la imagen de la mujer. Por más que el Alcalde pidiera disculpas públicas a la pareja de esposos, el daño a la dignidad de la periodista no tiene vuelta de página, se la ofendió públicamente. Este hecho fue captado por los medios televisivos, se difundió por los medios de comunicación a nivel internacional y por las redes sociales, creando tensión y conflicto a nivel familiar.
El Alcalde dice “quiero manifestarle mi angustia por este lío que se ha armado, nunca fue mi intención ofenderle”, pero, para quienes tuvimos la ocasión de ver el incidente repetidas veces en diversos medios de comunicación, lo cierto es que ofendió y la puso en ridículo frente al grupo de personas que se encontraban en el acto de inauguración, donde esta autoridad hizo gala del poder edil que detenta. Se suma a esto, que no es la primera vez que enoja al país, no sólo con acoso sexual, sino con agresiones verbales y bravuconadas impropias de un hombre público, que debe aprender a respetar a las personas que acuden a la autoridad para cumplir con su trabajo.
“Me preocupa que usted cumpliendo sus labores de periodista yo la hubiera faltado el respeto” (sic), señaló Fernández, una falta de sensatez y de conciencia para reconocer el daño ocasionado a la periodista que tiene la función de recoger información y difundirla a través de los medios.
El alcalde Percy Fernández raya en la demencia senil y pone en cuestión la dignidad y la honorabilidad que debiera tener un hombre público. La lujuria del Alcalde, esta vez, ha recibido la crítica y el rechazo de la población boliviana. Me sumo a esas críticas.
El autor es periodista y docente universitario.