La cosecha de fracasos nunca se acaba. Eso podríamos decir, a ritmo de salsa, con el nuevo fiasco diplomático boliviano acontecido en Tiquipaya, Cochabamba, en oportunidad de celebrarse la II Conferencia de Estados Parte de la Convención Americana de Derechos Humanos. Mientras Bolivia vivía sus días más difíciles en lo que va del gobierno del MAS, S.E., como si no tuviera nada útil qué hacer, se explayaba nuevamente en improperios contra los norteamericanos. Eso en momentos en que el país estaba bloqueado en casi todo su territorio -escribo el jueves- y multitudes que conformaban sindicatos, federaciones, gremios y movimientos sociales, copaban La Paz y las principales capitales departamentales.
Por supuesto que no se salvó Cochabamba de los bloqueos, gases y camaretazos, de donde pensamos que los delegados de los 20 países que asistieron a las reuniones en el hotel Regina de Tiquipaya, aunque sea vieron los desmanes a través de la televisión. Por precaución de los invitados, mala organización, o por falta de interés, de las 20 naciones acreditadas sólo llegaron a Cochabamba tres cancilleres: los de Argentina, Ecuador y Brasil. De donde es evidente que el poder de convocatoria de S.E. se va extinguiendo, que la curiosidad de ver al indio-presidente ya ha pasado, pero, además, el mismo discurso de hace siete años, invariable en sus quejas y agravios, ha colmado a sus colegas.
El propósito de esta reunión en Tiquipaya era avanzar en acuerdos concretos para trasladar la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH) de Washington a cualquier país, mejor si a alguno de los que responden al Foro de San Pablo sin duda. Pero el asunto no es nada fácil. S.E. ya ha propuesto cambiar la sede de NN.UU., la de la OEA, y ahora esta Comisión, porque se ve que nadie le ha dicho que esos organismos funcionan en base a platita, a muchos millones de dólares, y que EE.UU. es el “preste” casi siempre. Si EE.UU. no se amolla ni NN.UU. ni la OEA ni muchas organizaciones marcharían.
Quienes saben de memoria todo esto son los brasileños, naturalmente. Itamaraty no está para papar moscas y embarcarse en aventuras que a la larga pueden resultarles costosas a su país. Si no pagan los gringos, ¿quién pagaría gastos tan onerosos? En el prorrateo Brasil saldría escaldado y por eso los brasileños han propuesto, astutamente, hacer un análisis del coste económico que va a tener la propuesta de S.E. Con eso bajaron las aguas y se formaron comisiones para madurar más la idea, lo que significa darle largas al asunto. Sabemos que en diplomacia se constituyen comisiones cuando es necesario postergar los temas peliagudos.
Sin embargo, S.E. salió con su propósito de echar pestes contra el imperialismo y el capitalismo, llegando a manifestar que la CIDH no podía estar en la capital de una nación donde tanto se violan los derechos humanos, y puso como ejemplo eso de los terribles asesinatos periódicos que suceden en las escuelas estadounidenses. Pudo poner otro ejemplo S.E. pero ese no, porque el hecho de que algunos psicópatas rematados baleen niños indefensos en sus colegios son brutales delitos comunes y no violaciones a los derechos humanos. Esas acciones reprochables no son directa responsabilidad del Estado. ¿Cómo estaría calificada Bolivia entonces con tanto crimen? ¿No existen denuncias permanentes de crímenes y violaciones diarias en nuestro país? ¿Y no existen también violaciones a los derechos humanos en Bolivia? ¿Qué es lo que vemos con Leopoldo Fernández y los 39 reclusos del montaje sobre terrorismo y separatismo? ¿Y con los que han tenido que salir al exilio?
S.E. está fracasando estrepitosamente en su afán de debilitar el Sistema Interamericano, que ya intentaron Castro, Chávez y otros, sin mayor éxito. Y como a S.E. le gusta tutear a sus colegas, no sabemos por qué, ahora quien lo ha tuteado a él, desde Montevideo, ha sido Emilio Álvarez Icaza, Secretario Ejecutivo de la CIDH, diciéndole: “¿No estabas comprometido con los derechos humanos?, pues estás en el Gobierno, el Estado es el que viola los derechos humanos, hazte cargo, para eso estás allí”. Y agregó Álvarez Icaza que el gobierno boliviano y otros más, actúan ahora con “doble rasero”, es decir con hipocresía respecto a las violaciones que se producen en sus países.
Pues bien, todo concluyó con un fiasco en Tiquipaya, fracaso que se trató de tapar, como siempre, con una declaración, aunque esta vez de cuatro o cinco párrafos, nada más, leída pausadamente por el canciller Choquehuanca. Entre “pampakus”, petardos y la movida de Brasil, acabó una fiesta incómoda mientras la otra, la gorda, la bulliciosa, la movilizada y peligrosa, seguía por todo lo largo y ancho de la nación.
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