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viernes, 11 de noviembre de 2016

el mayor diario del mundo. TNYT, publica varios artículos en su boletín semanal en castellano, dedicados al fenómeno Trump y explica aspectos del Presidente, no del todo conocidos, como éste.

Donald Trump capturó el apoyo de miles de votantes blancos que se sentían intranquilos con los cambios económicos.Credit Eric Thayer para The New York Times
Donald Trump capturó el apoyo de miles de votantes blancos que se sentían intranquilos con los cambios económicos.Credit Eric Thayer para The New York Times

Donald Trump, el magnate que llegó al poder con su reflejo del hombre común

Donald John Trump desafió a los escépticos que decían que nunca contendería a la presidencia y también a los veteranos políticos que se mofaban de su campaña improvisada.
Atacó las reglas de la política estadounidense al señalar a grupos para que fueran víctimas de escarnio debido a su raza o religión, y atacó la legitimidad del proceso político.
Ignoró las convenciones del civismo más elemental, recurriendo a la vulgaridad y a las humillaciones en contra de sus oponentes políticos y críticos en los medios.
Y, en un último acto de desafío, Trump salió victorioso, convocando a una marejada de apoyo de blancos con menor educación y desplazados por cambios en la economía y con una resistencia férrea a los cambios de tono cultural y racial del país.
Con su victoria, Trump le dio quizá la mayor sacudida al sistema político de la historia moderna de Estados Unidos y abrió la puerta a una era de extraordinaria incertidumbre en casa y alrededor del mundo.
La campaña que lo llevó al umbral de la Casa Blanca reprodujo un patrón familiar de la vida de Trump, pero en una escala monumental.
Hijo de un acaudalado desarrollador de bienes raíces de Queens, Trump, de 70 años, pasó décadas tratando de conseguir aceptación social en los círculos exclusivos de Manhattan y buscando, a veces de manera desesperada, persuadir al resto del mundo para que lo vieran como un gran hombre de negocios. Sin embargo, las élites y los líderes políticos a menudo lo recibieron con desdén burlón.
Trump se presentaba como un defensor del hombre común —una persona de gustos poco refinados pero con un peculiar atractivo popular— y desempeñó el papel con toda extravagancia, primero en los tabloides de Nueva York y después en televisión. Se convirtió en un erudito en todos los temas, despotricando contra la delincuencia en Nueva York y el comercio internacional y la legitimidad de Obama como presidente, a veces en términos incendiarios.
Trump anunció oficialmente su campaña presidencial el 16 de junio de 2015 en la Trump Tower en Nueva York.Credit Todd Heisler/The New York Times
Su candidatura se desarrolló casi del mismo modo: impulsada por la furia de un marginado agraviado, más alineado con las sensibilidades de los trabajadores blancos que con sus iguales en la sociedad.
En el primer día de su campaña, el 16 de junio de 2015, Trump comparó su búsqueda por el éxito en Nueva York con su ingreso a la arena política.
En un discurso ante una multitud compuesta principalmente de periodistas en el vestíbulo de la Trump Tower, Trump mencionó que los analistas políticos habían predicho que “nunca podría competir”. Segundos más tarde, recordó que su padre, Fred Trump, lo había instado a no competir nunca en “las grandes ligas” de Manhattan.
“‘No sabemos nada de eso. No lo hagas’”, dijo, citando a su padre. “Yo dije: ‘Tengo que adentrarme en Manhattan. Tengo que construir esos enormes edificios. Tengo que hacerlo, papá. Tengo que hacerlo’”.
Impulsado por esa misma ambición sin límites, la candidatura de Trump estuvo marcada por incontables tropiezos y errores, desde los discursos groseros y dispersos que pronunciaba a diario hasta las acusaciones de abuso sexual que parecieron paralizarlo en las últimas semanas de la carrera. Ningún otro candidato de la historia había insultado con tanta libertad ni se había visto tan golpeado por el escándalo, solo para seguir luchando y resultar vencedor.
Trump hizo dos o tres cosas bien que acabaron por importar más que todo el resto. En el ámbito visceral, entendió la dinámica que el liderazgo político de ambos partidos no había visto o había ignorado: principalmente, la frustración descarnada de los electores blancos de la clase trabajadora que apoyaban su candidatura con una fuerza decidida.
Trump repartiendo gorras de su campaña en Los Ángeles, el año pasadoCredit Max Whittaker para The New York Times
Trump los convenció más con pronunciamientos viscerales sobre comercio exterior, guerras en el extranjero y trabajadores inmigrantes, que con promesas electorales. Dejó a sus rivales republicanos de las primarias atónitos ante su rechazo a las políticas convencionales y expuso un enorme abismo entre el programa de recortes fiscales y austeridad fiscal preferido por los conservadores tradicionales y las preocupaciones de las bases del partido.
Ridiculizado por críticos de derecha e izquierda, rehuido por las figuras más respetadas de la política estadounidense, incluyendo cada uno de los expresidentes vivos, Trump equiparó su propia condición de marginado con los resentimientos de la clase blanca.
Hasta los improperios y la incivilidad que consternaban a los guardianes del discurso político parecían no hacer más que estrechar los lazos entre Trump y sus seguidores. Hizo a un lado las normas sociales por considerarlas simple “corrección política”, burlándose de la apariencia física de la esposa de un opositor, criticando ferozmente el matrimonio de Hillary Clinton y esgrimiendo estereotipos de minorías raciales, todo para ganarse el aplauso de su base electoral.
En resumen, Trump se promocionó ante el país como el abanderado de la rabia populista blanca y prometió ante la Convención Nacional Republicana en Cleveland defender “a los obreros desempleados y las comunidades oprimidas por nuestros horribles e injustos tratados comerciales”.
“Estos son los hombres y las mujeres olvidados de nuestro país”, dijo Trump. “La gente que trabaja arduamente pero ya no tiene voz”.
Entonces declaró: “Yo soy su voz”.

jueves, 10 de noviembre de 2016

poder judicial vengativo y arbitrario. de un populismo corrupto, ostentoso, asistencialista, Bolivia ha retrocedido 10 años, todo sujeto a una pequeña élite tecnocrática mestiza. Susana Seleme, no ahorra adjetivos para explicar "la obra" de un régimen que desprecia la separación de poderes.


La involución democrática

 Susana Seleme Antelo

 

Merced a la dominación de un poder Judicial vengativo y arbitrario, y de un populismo asistencialista, ostentoso y corrupto, Evo Morales ha llevado a Bolivia a una involución de la democracia. Durante 10 años ininterrumpidos, el país retrocedió en la vigencia de libertades ciudadanas y respeto a los Derecho Humanos. Como fiel discípulo de los socialismos modernos u otros o más añejos, Morales se consolida con el rechazo a la independencia de poderes.



Desde el punto de vista económico, según James Petras, intelectual libre de toda sospecha ‘imperialista’, Morales aplica medidas “ortodoxas y reaccionarias con una retórica radical. El radicalismo en el exterior complementa la ortodoxia en casa, en las manos de una pequeña élite tecnocrática mestiza”. A esa élite, se le suma la dirigencia política. Unas y otras han acumulado riquezas parasitarias pues ninguna proviene del esfuerzo y el trabajo. Son los responsables de la “década perdida” pues no invirtieron los excedentes del ciclo de altos precios de materias primas, en desarrollo productivo. Morales y su élite les privaron a los excluidos de siempre de oportunidades vitales, entre ellas, las tareas de la libertad. Aquellas a través de las cuales podrían haberse mirado y reconocido a partir de sus múltiples determinaciones, sin racismo ni por el color de la piel. ¿Dónde quedó la trilogía “originaria-indígena-campesina” y la defensa de la ¿madre-tierra? Fueron anzuelo para incautos.



Ya no hay dudas de que el jefe del régimen, el Vice, ministros y funcionaros están ejercitando sus dotes de dictadores sin tapujos. No tienen más lenguaje que la fuerza, la persecución y las guillotinas judiciales. En ese tenor, pretenden dejar a Bolivia sin lel exprefecto de Pando exiliado9exiliado9s iuaíderes políticos de oposición. La Fiscalía -que ha sustituido a las bayonetas de las dictaduras militares- les ha abierto procesos a casi todos. A algunos más que a otros. Pero ninguno se libra de las ínfulas totalitarias.



Así, caminan con sus decenas de juicios a cuestas el expresidente Jorge Quiroga, el gobernador de Santa Cruz Rubén Costas, el exprefecto de Beni Ernesto Suárez, al que le privaron de su derecho de ser electo democráticamente. Hoy se ensañan contra el exministro de Planificación Samuel Doria Medina, actual jefe de su partido Unidad Nacional, y contra la alcaldesa de El Alto, Soledad Chapetón, del mismo partido, a quienes el régimen acosa sin tregua. Y no olvidamos a los presos como el exprefecto de Pando, Leopoldo Fernández y a los cruceños Juan Carlos Guedes, Alcides Mendoza, Zvonko Matkovic Rivera, tras 8 años de juicio sin pruebas y sin que hubieran cometido los delitos que se les imputan. Tampoco olvidamos la larga lista de exiliados políticos, como Hugo Carvajal Donoso, Guido Añez Moscoso, Jorge Torres Obleas, Branco Marinkovic, el periodista Carlos Valverde Bravo, entre otros. Bolivia vive una involución democrática, porque la democracia no es compatible presos y exiliados políticos y con juicios sin delitos.



Sabemos de sobra que Morales y compañía no son demócratas. Por eso felicitan exultantes a Daniel Ortega y su autocracia perfecta en Nicaragua. En otras palabras, a falta de un autócrata, dos: Ortega y su esposa, tan impresentable ella, la poeta, como él. Todo queda en familia. Hajo Lanz, representante de la Fundación Friedrich Ebert, afirmó a la Deutsche Welle, que lo que allí hubo “no fueron unas elecciones… los resultados son una farsa total”. Ya antes de los comicios el gobierno eliminó a los candidatos opositores. Tampoco hubo observadores internacionales para llamar la atención sobre la ausencia de transparencia en la justa electoral.



Eso pretenden Morales y compañía para Bolivia. Entre razones por lo de los observadores internacionales, después del tremenda sofocón que les produjo la presencia de un veedor de la OEA en uno de los juicios a Doria Medina. El régimen ha catalogado esa presencia como “injerencia” y que “vulneró la soberanía de Bolivia”.



Habrá que recordarle a Morales que injerencia fue la que llevó a cabo la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) luego de la llamada ‘masacre de Porvenir’, en Pando, septiembre 2008. Creada en mayo, ya en octubre, en tan corto período de vida, cumplió a pie juntillas los afanes geopolíticos de Hugo Chávez (+), su promotor, para expandir el Socialismo del siglo XXI en América Latina. Mostró su naturaleza intervencionista a favor de los intereses políticos anti-autonomista de Morales, que quería preso al prefecto autonomista Leopoldo Fernández. UNASUR se parcializó sin que le temblara la mano para ejercer de juez y condenarlo, a partir del montaje de falsas evidencias, sin pruebas fehacientes y al margen del Estado de Derecho. Esa fue injerencia flagrante.



Antes, entonces y hoy Bolivia vive una involución democrática.

 

 

martes, 8 de noviembre de 2016

a las mentiras de García, la verdad de los hechos. ante acusaciones del Vice, los hechos que se corresponden. Carlos Mesa una vez más deja sin aliento al mentiroso del Vicepresidente que aprovecha de los medios del Estado para decir lo que quiera.

Respuesta al Vicepresidente García Línera


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El vicepresidente García Linera afirma que he defendido a Samuel Doria Medina porque defendí la privatización. Mis opiniones sobre economía son en esta cuestión irrelevantes. Lo único relevante es el sometimiento a la ley.

En el tema FOCAS se vulnera la norma porque, como claramente ha establecido el Tribunal Constitucional Plurinacional, no se puede aplicar la Ley “Quiroga Santa Cruz” retroactivamente.

Defiendo principios, no personas. La defensa de la Ley no es ni de derecha ni de izquierda, es el fundamento inexcusable de una verdadera democracia.

El segundo mandatario de la nación debe recordar que es cabeza del Poder Legislativo, como tal no puede interferir en el trabajo del Ministerio Público ni en el del Poder Judicial, mucho más si se trata de un tema que obviamente tiene connotaciones políticas, que pueden ser fácilmente interpretadas como una presión de un poder del Estado sobre otro.

Es legítimo que el vicepresidente critique mi posición política y mis ideas, pero no que mezcle las cosas para soslayar el tema central: su obligación, como la de todos, es cumplir la Ley.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Espero el triunfo de Hillary y la derrota del populismo, cuya versión norteamericana es tan perniciosa y demagógica como la bolivianista de Chávez, presente por desgracia en nuestros países. Valioso opinión de Cayo Salinas a propósito del martes 8 de noviembre.


Así existan gobernantes que destilen odio sobre Estados Unidos y  cuestionen el rol que juegan sus Gobiernos en el quehacer mundial, es indudable que los que lo hacen miran  a diario y de soslayo, lo que acontece en ese país y las decisiones que asume la Casa Blanca y el Capitolio. Está bien la parada mediática para auditorios locales que probablemente no lleguen a comprender a cabalidad el peso específico que tiene ese país. Auditorios que se solazan con discursos encendidos en contra del imperio en escenarios donde es más que evidente que al final, lo que se espeta queda en nuestras fronteras sin ningún tipo de relevancia allá donde dicho discurso estaba dirigido. Ésa es la realidad, guste o no.

Son  fuertes y pesan más en el contexto internacional, de ahí que las elecciones de este martes 8 generen interés mundial y no sólo desde el punto de vista del seguimiento noticioso. Reconozcamos que fue Evo el que más lejos llegó en el proceso de disociar la relaciones con el país del norte. Fue consecuente con el odio enconado que siempre exteriorizó y no tuvo reparo en expulsar a la DEA a sabiendas de que con esa decisión perdíamos el  Atpdea y con ello, la posibilidad de ingresar al mercado norteamericano con preferencias arancelarias de innegable valor. Primó más la ideología y el interés de miles de productores de hoja de coca del Chapare, que la dinámica diplomática que marca otros códigos de conducta.

Al final, toda esa retórica quedó patentizada por un rompimiento de relaciones diplomáticas que encontrará en el análisis final, a unos que saluden la medida argumentando que en nada nos beneficia sostenerlas, y otros que lamenten que la visión comercial y económica que debería marcar las relaciones con Estados Unidos sea postergada por haber creído que Venezuela y lo que fue Chávez en su momento, iba a ser la panacea a todos nuestros males. No fue así, y se piense como se piense y se actúe como se actúe, lo que suceda en ese país influye y es vital --sensaciones térmicas de por medio-- para el mundo entero, incluidos detractores gratuitos y no gratuitos.

Por eso importa y mucho, quién sea vencedor este martes, así, en papeles, como es el caso boliviano, no mantengamos relaciones diplomáticas y las que existan, a nivel de agregados, sean más protocolares que sustanciales. Sí señor, importa saber si un populista mediático como Trump será el vencedor y qué consecuencias habrá si eso acontece,  o si la racionalidad estará al frente permitiendo que Hillary lo sea.

No olvidemos, bajo este contexto, que la diplomacia enseña a no tener nunca enemigos sino aliados.  Delimitando espacios, competencias, principios de respeto a la no injerencia e identificando puntos de convergencia, no existe razón alguna para mantener malas relaciones con países con los cuales tenemos lazos geográficos y geopolíticos insoslayables. ¿Se podrá lograr ello con Trump presidente?

Quizá un punto de coincidencia entre las personalidades de Evo y Trump sea el odio que cada cual exterioriza hacia lo que el otro representa. Y seguramente así no podrá construirse ninguna relación diplomática basada en intereses, no en ideologías. Clinton garantiza lo contrario, aun con un Evo odiador del Imperio, pero totalmente consciente de lo que conviene y no conviene. Demás estar decir que espero el triunfo de Hillary y la derrota del populismo, cuya versión norteamericana es tan perniciosa y demagógica como la latinoamericana, presente en algunos países.