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domingo, 14 de junio de 2015

no se guarda ningún adjetivo El Deber

nuestra "democracia es precaria" y el presidiente se mofa

hace escarnio de "sus tres cuartos" contra la Ley y la voluntad popular, y su promesa pública de no ir a la cuarta.

Lo menos que podemos lamentar es que la democracia boliviana sea tan precaria, que padezca el acoso de quienes la alaban fingidamente, que siempre camine por el borde del precipicio aunque se salve en última instancia. Por lo menos eso es lo que hemos visto desde 1982 y con énfasis en la última década. Lo que ha enfermado a nuestra democracia ha sido la extralimitación con que se manejan los dos tercios que el partido de Gobierno tiene en la Asamblea Legislativa y que, aún siendo legales, son fuente de toda clase de agresiones a la Carta Magna.

Lo más grave de todo -lo hemos repetido siempre- es el afán de perpetuar al presidente Evo Morales como jefe de Estado. Mientras vemos que democracias como la colombiana, que adolecía de los mismos vicios, le ponen punto final a la reelección presidencial para salvaguardar la institucionalidad, en Bolivia, no conformes con el tercer periodo de mando por el que transita Evo Morales, sus partidarios anuncian la decisión de otorgarle un cuarto mandato o convertirlo, sencillamente, en una suerte de mandatario vitalicio. 

Con su rodillo en la Asamblea, es posible para el MAS ‘abrir’ la Constitución y permitir otra candidatura de su líder, con lo que la burla a la ciudadanía sería absoluta. La mayoría de dos tercios lo permiten todo, aunque la palabra del presidente también debería contar por venir de quien viene. Evo Morales afirmó que no terciaría para la presente gestión presidencial, pero lo hizo aunque fue inconstitucional, pese a todas las interpretaciones jurídicas del masismo. Hace pocos meses el presidente afirmaba públicamente que se retiraría a Chapare una vez que culminara con sus actuales obligaciones constitucionales. Nadie le ha pedido que se retire de la política porque es un derecho inalienable del que goza, pero no que ahora sugiera que si “la gente” lo reclama volvería a candidatear. Esa es una mofa al país.

No debe existir algo más inflamable que jugar con la democracia. Nada puede provocar mayor caos que modificar la Constitución para beneficiar a un partido político o a una persona. El artículo 168 de la Constitución vigente es muy claro. Si se lo quiere cambiar, habría que obedecer al artículo 411 de la misma, lo que en última instancia llevaría a un referéndum, es decir, a que la población concurra nuevamente a las urnas. Eso, cuando el pueblo acaba de votar para presidente en octubre de 2014 y para gobernadores y munícipes en marzo de este año. El voto, además, ha dejado de ser confiable, y menos si se lo digita desde el poder