Mauricio Aira
Se ha
introducido al debate público el tema del internet, aparece como el mensajero,
el chasqui moderno portador de un correo algunas veces de un contenido muy
peligroso para la estabilidad de ciertos regímenes autoritarios que no toleran
crítica alguna así venga de la radio, la tevé, los diarios o el internet.
Recordar que en Luxemburgo la Corte Europea falló a favor de privacidad del
medio, rechazando un sistema de filtros antipirata que pudiera violar el
derecho de los usuarios.
Los
magistrados decidieron que las redes sociales como Facebook o You Tube no
pueden ser forzadas a instalar sistemas antipiratería. Estamos hablando de la
protección de los derechos de autor que músicos y escritores reclamaron estar
siendo vulnerados. Filtros es lo que exigían, lo que no concuerda con la
libertad de información vigente en los 28 de la UE.
El punto
neurálgico es si los proveedores tienen el derecho de controlar los contenidos,
la respuesta fue un contundente NO es posible. Los usuarios velan celosamente
ante el intento de algunas autoridades de irrumpir en su “espacio personal”.
Protestan por la intromisión del Estado en su vida privada. Lo que hacen es “dar
muerte al mensajero” que trae la mala noticia, en lugar de perseguir a quién
envió “al chasqui”. El fallo frena todo intento
de bloquear iniciativas dañinas y ratifica que todos los filtros funcionan mal.
Convenir
que la antigua costumbre de dar muerte al mensajero (chasqui) portador de malas
nuevas no rige más. Lo que tenemos son expertos en cambiar el mensaje. La noticia
perjudicial transformada en beneficio, dar gato por liebre, usar al mensajero a
favor del poderoso.
Viene a
cuento a propósito de la furia con que desde la jefatura de Estado se replica
de mal modo a un comunicador que criticó con toda razón una especie de “elogio
a la ignorancia” que provino de esa autoridad y que publicada y comentada en el
Facebook, desencadenó la diatriba, con el condimento inaceptable de una falaz
intriga. “No diré las veces que cayó con narcótico” que originó la
contraréplica “Jamás nadie me acusó de tráfico de drogas”. Porque tramar,
maquinar una mentira (haber caído con droga sin decir cuándo, ni dónde) es una
forma de conspirar, de enredar, de urdir una acusación contra el periodista que
provoca enorme daño por venir de quién vino.
Qué
casualidad de ser “El Dia del Internet” como nos lo recuerda Los Tiempos “la creciente intensidad de la animadversión
con que las nuevas tecnologías son vistas por los más altos niveles de la
jerarquía” y referirse al tema que nos ocupa “es el caso de la reciente
ofensiva contra el uso del Facebook” lo que sin duda constituye un
contrasentido, frente al escaso número de conexiones, la deficiente calidad de
la banda ancha, su elevado costo, reducido porcentaje de acceso a la red, y la
restringida utilización del internet en empresas, colegios y universidades y
casas de familia que comparativamente arrojan cifras muy por debajo de la
media.
En lugar de
ir “tras el mensajero y pretender su desaparición” bien haría el Gobierno en
emprender acciones efectivas para facilitar la asimilación y el uso práctico de
la variada gama de alto beneficiosas aplicaciones que ofrece esta moderna
tecnología al servicio de la colectividad.
Muy lejos
de ofrecer lecciones de moral, nuestra demanda es por el uso racional del
mensaje que debe estar siempre apegado a los hechos, ser claro y contundente
cuando se trata de criticar la conducta pública que resulte en ofensa e intriga
para cualquier ciudadano en particular.