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viernes, 19 de agosto de 2011


Homilía del Papa al término de la Via Dolorosa en Madrid.

Queridos jóvenes:



Con piedad y fervor hemos celebrado este Vía Crucis, acompañando a Cristo en su Pasión y Muerte. Los
comentarios de las Hermanitas de la Cruz, que sirven a los más pobres y menesterosos, nos han facilitado
adentrarnos en el misterio de la Cruz gloriosa de Cristo, que contiene la verdadera sabiduría de Dios, la que juzga al mundo y a los que se creen sabios (cf. 1 Co 1,17-19). También nos ha ayudado en este itinerario hacia el Calvario la contemplación de estas extraordinarias imágenes del patrimonio religioso de las diócesis españolas. Son imágenes donde la fe y el arte se armonizan para llegar al corazón del hombre e invitarle a la conversión. Cuando la mirada de la fe es limpia y auténtica, la belleza se pone a su servicio y es capaz de representar los misterios de nuestra salvación hasta conmovernos profundamente y transformar nuestro corazón, como sucedió a Santa Teresa de Jesús al contemplar una imagen de Cristo muy llagado (cf. Libro de la vida, 9,1).
Mientras avanzábamos con Jesús, hasta llegar a la cima de su entrega en el Calvario, nos venían a la mente
las palabras de san Pablo: «Cristo me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20). Ante un amor tan desinteresado,
llenos de estupor y gratitud, nos preguntamos ahora: ¿Qué haremos nosotros por él? ¿Qué respuesta le
daremos? San Juan lo dice claramente: «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por
nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). La pasión de Cristo
nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo, con la certeza de que Dios no es
alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes. Al contrario, se hizo uno de nosotros «para poder
compadecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre… Por eso, en cada pena
humana ha entrado uno que comparte el sufrir y padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la consolatio, el consuelo del amor participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza» (Spe salvi, 39).
Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de
los menos favorecidos. Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no
paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros
mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer. Las diversas formas de sufrimiento que, a lo largo del Vía Crucis, han desfilado ante nuestros ojos son llamadas del Señor para edificar nuestras vidas siguiendo sus huellas y hacer de nosotros signos de su consuelo y salvación. «Sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo» (ibid.).
Que sepamos acoger estas lecciones y llevarlas a la práctica. Miremos para ello a Cristo, colgado en el
áspero madero, y pidámosle que nos enseñe esta sabiduría misteriosa de la cruz, gracias a la cual el hombre vive. La cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida. El Padre quiso amar a los hombres en el abrazo de su Hijo crucificado por amor. La cruz en su forma y significado representa ese amor del Padre y de Cristo a los hombres. En ella reconocemos el icono del amor supremo, en donde aprendemos a amar lo que Dios ama y como Él lo hace: esta es la Buena Noticia que devuelve la esperanza al mundo.
Volvamos ahora nuestros ojos a la Virgen María, que en el Calvario nos fue entregada como Madre, y
supliquémosle que nos sostenga con su amorosa protección en el camino de la vida, en particular cuando
pasemos por la noche del dolor, para que alcancemos a mantenernos como Ella firmes al pie de la cruz.

miércoles, 17 de agosto de 2011

tuvo que reconocer el imperio de la tricolor. sólo de paso en una frase corta mencionó la whipala que no apareció en el horizonte. dijo "la madre de las banderas de América", pero los halagos fueron para la rojo, amarillo y verde de todos los tiempos, de todos los bolivianos.

"Los símbolos patrios, como la bandera nacional, expresan los sentimientos de dignidad y soberanía de Bolivia y el orgullo del pueblo", manifestó el miércoles el presidente del Estado, Evo Morales Ayma.
En un solemne acto celebrado en la plaza Murillo de esta ciudad en conmemoración a los 186 años de creación de la bandera de Bolivia, el Jefe de Estado agregó que la bandera es un pendón de "la unidad, dignidad y la igualdad entre todos los bolivianos".
Los ciudadanos juraron en el acto la lealtad a la bandera y el Compromiso de Defensa del Estado Plurinacional.
El Presidente subrayó en su discurso que "Rendir un homenaje a nuestra bandera tricolor, que representa la unidad del pueblo boliviano, es expresar el patriotismo, el civismo de todos los bolivianos".
Enfatizó igualmente que "rendir homenaje a un emblema nacional como la wiphala es reconocer a la madre de las banderas en Bolivia y en toda Latinoamérica, como el emblema de nuestros antepasados".
El Primer Mandatario relievó la organización de este solemne acto de homenaje a la bandera, no solamente con la presencia de efectivos de las Fuerzas Armadas y de la Policía y de entidades del Estado, sino de niños y estudiantes.
Señaló que es importante la repetición de estas ceremoniasactos con la presencia de representantes de la población "para expresar el sentimiento patrio, el civismo, dignidad y soberanía de nuestra querida Bolivia".
En el acto y al son del himno nacional, fueron izadas la bandera tricolor rojo, amarillo y verde, a cargo del presidente Evo Morales; la wiphala por el vicepresidente del Estado, Alvaro García Linera; y la bandera de reintegración marítima, por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, almirante Armando Pacheco.
La bandera nacional tricolor rojo, amarillo y verde fue creada el 31 de octubre de 1851, durante el gobierno del presidente Manuel Isidoro Belzu.
El rojo simboliza la sangre derramada por los patriotas en defensa de la soberanía nacional, el amarillo la riqueza mineral que fue el sostén de la economía nacional y el verde la riqueza vegetal y la Madre Tierra.
Sin embargo la primera bandera nacional fue creada el 17 de agosto de 1825 en Chuquisaca por la Asamblea Deliberante.
Un año después, el 25 de julio de 1826, el Mariscal Antonio José de Sucre, instituyó otra bandera nacional.
Finalmente, el presidente Belzu creó la bandera que está actualmente en vigencia.

lunes, 15 de agosto de 2011

hermosas fotografías gentileza de Los Tiempos que ilustran la entrada de la Fiesta de Urkupina en Quillacollo