Todo lo que han estado diciendo las encuestas en las últimas semanas, se lo dijeron los paceños con una rabiosa silbatina el pasado jueves a Evo Morales en el estadio Hernando Siles de La Paz, durante un partido organizado a beneficio de los damnificados por los derrumbes ocurridos en la sede de Gobierno. El Presidente había decidido evitar las presentaciones en público después de que tuvo que salir corriendo de Oruro el mes pasado por el estruendo de las protestas con dinamita. Tal vez pensó que al jugarse por una causa humanitaria y mostrarse junto a las grandes figuras del fútbol nacional, la gente le iba a aplaudir, pero el efecto fue contrario. Primer aplazo de su flamante Ministerio de Comunicación, cuyo costoso bombardeo propagandístico no ha logrado ni siquiera frenar las silbatinas.
Todos los partidos que le ha tocado jugar al presidente Morales después del gasolinazo le han resultado complicados y tal como van las cosas, no se puede esperar más que una goleada. El problema más grave parece ser la ausencia de alternativas que le permitan al jefe de estado cambiar de esquema. Ya no se trata de un “golpe de timón”, como insistentemente le estuvieron sugiriendo diferentes sectores sociales al inicio del presente año. Esa opción fue descartada y de encarársela hoy perdería su efecto, ya no le alcanzaría al Primer Mandatario para frenar el acelerado deterioro de su administración.
El presidente Morales sabe que tiene que jugárselas con lo que tiene y por eso sacó la cara por las insólitas explicaciones de su ministro de Gobierno, Sacha Llorentty sobre el escándalo del general René Sanabria. A estas alturas sabe muy bien el peligro en el que se encuentra su régimen y aún así insiste en atribuírselo todo a una trampa del imperio que supuestamente intenta hacer ver a Bolivia como un “narco-estado”.
Desde el punto de vista económico, el Primer Mandatario ha estado tratando de hacer todos los esfuerzos por dejarse ver completamente jugado por la empresa privada, las exportaciones y el respeto a las inversiones. Les ofrece créditos con cero intereses a los productores, anuncia compras con “sobreprecio” de las cosechas de maíz y arroz y trata de mantener un discurso tranquilizador. Lamentablemente esta jugada es demasiado tardía. Los cultivos y las vacas no entienden de discursos y cambios de posturas, lo que nos obligará a los bolivianos a sufrir un nuevo periodo de escasez y tal vez más, hasta superar las serias distorsiones en el sector productivo y en toda la economía en general que ocasionaron las jugadas “revolucionarias” de los últimos cinco años.
Una de las últimas jugadas del presidente Morales lo pinta de cuerpo entero. Define su identidad política y el perfil que siempre quiso imprimirle a su Gobierno. Tal vez esta apuesta también marque su destino. Finalmente y después de largas semanas de silencio, el caudillo boliviano se jugó por el líder libio Muammar Gaddafi y lo hizo apelando a un concepto tan ambiguo y manipulado como es el de la soberanía. Ha pedido que respeten el derecho de los libios a resolver sus problemas y ha denunciado los supuestos intentos de los países de occidente de intervenir aquel país para apropiarse de sus recursos naturales. ¿Abriendo el paraguas antes que llueva?
Todos los partidos que le ha tocado jugar al presidente Morales después del gasolinazo le han resultado complicados y tal como van las cosas, no se puede esperar más que una goleada. El problema más grave parece ser la ausencia de alternativas que le permitan al jefe de estado cambiar de esquema. Ya no se trata de un “golpe de timón”, como insistentemente le estuvieron sugiriendo diferentes sectores sociales al inicio del presente año. Esa opción fue descartada y de encarársela hoy perdería su efecto, ya no le alcanzaría al Primer Mandatario para frenar el acelerado deterioro de su administración.
El presidente Morales sabe que tiene que jugárselas con lo que tiene y por eso sacó la cara por las insólitas explicaciones de su ministro de Gobierno, Sacha Llorentty sobre el escándalo del general René Sanabria. A estas alturas sabe muy bien el peligro en el que se encuentra su régimen y aún así insiste en atribuírselo todo a una trampa del imperio que supuestamente intenta hacer ver a Bolivia como un “narco-estado”.
Desde el punto de vista económico, el Primer Mandatario ha estado tratando de hacer todos los esfuerzos por dejarse ver completamente jugado por la empresa privada, las exportaciones y el respeto a las inversiones. Les ofrece créditos con cero intereses a los productores, anuncia compras con “sobreprecio” de las cosechas de maíz y arroz y trata de mantener un discurso tranquilizador. Lamentablemente esta jugada es demasiado tardía. Los cultivos y las vacas no entienden de discursos y cambios de posturas, lo que nos obligará a los bolivianos a sufrir un nuevo periodo de escasez y tal vez más, hasta superar las serias distorsiones en el sector productivo y en toda la economía en general que ocasionaron las jugadas “revolucionarias” de los últimos cinco años.
Una de las últimas jugadas del presidente Morales lo pinta de cuerpo entero. Define su identidad política y el perfil que siempre quiso imprimirle a su Gobierno. Tal vez esta apuesta también marque su destino. Finalmente y después de largas semanas de silencio, el caudillo boliviano se jugó por el líder libio Muammar Gaddafi y lo hizo apelando a un concepto tan ambiguo y manipulado como es el de la soberanía. Ha pedido que respeten el derecho de los libios a resolver sus problemas y ha denunciado los supuestos intentos de los países de occidente de intervenir aquel país para apropiarse de sus recursos naturales. ¿Abriendo el paraguas antes que llueva?
Una de las últimas jugadas del presidente Morales lo pinta de cuerpo entero. Define su identidad política y el perfil que siempre quiso imprimirle a su Gobierno. Tal vez esta apuesta también marque su destino. Finalmente y después de largas semanas de silencio, el caudillo boliviano se jugó por el líder libio Muammar Gaddafi y lo hizo apelando a un concepto tan ambiguo y manipulado como es el de la soberanía.