Haití se encuentra en la parte occidental de la Isla Española en el Caribe, la que comparte con República Dominicana. Haití tiene casi la misma población que Bolivia pero en solamente poco más de 27.000 kilómetros cuadrados, con pocos recursos y muchas calamidades (huracanes, sismos, etc.). A todo esto, la situación de permanente caos en ese país motivó la creación e instalación de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas para Haití, más conocida por su acrónimo Minustah. Fuerzas de más de 17 estados (incluido el nuestro) se turnan en este cuerpo militar y pacificador, que en la práctica sostiene la precaria estabilidad política del desventurado país.
Antigua colonia francesa, Haití fue la primer república independiente fruto de la rebelión de esclavos negros. El gran haitiano Alexander Petión inclusive ayudó decisivamente al Libertador Simón Bolívar cuando éste inició su lucha contra el dominio hispano. Con el tiempo, Haití cayó en manos de sangrientos dictadores y fue objeto de ocupaciones extranjeras. La pobreza es desesperante y la falta de recursos ahonda los problemas. Haití se ha transformado en un estado fallido, casi totalmente dependiente de la cooperación internacional.
Ese pueblo haitiano sufrido y paupérrimo es ahora azotado cruelmente por la naturaleza y en una magnitud gigantesca. Las tareas de reconstrucción demandarán cuantiosa asistencia del exterior. Ya han llegado a la capital (Puerto Príncipe) masivos contingentes de ayuda humanitaria provenientes de diversos países.
Por el lado boliviano y hasta donde podemos saber nosotros mientras elaboramos este comentario, no ha partido ningún tipo de apoyo material hacia la desgraciada isla. Por el contrario, acá seguimos con las frivolidades de un fastuoso y aparatoso montaje pseudo folclórico para la nueva gestión del presidente Evo Morales. Entre el espectáculo de Tiwanaku y la toma formal del mando se están gastando cifras siderales. ¿No podría reducirse en algo tanto boato y mandar esos fondos a la necesitada Haití? ¿No podría suspenderse algún otro acto y reunir también esos fondos para nuestros infortunados hermanos haitianos? Estos interrogantes surgen por la fuerza de las circunstancias, ya que Bolivia es adepta a la ayuda externa y acude siempre a ella ante cualquier emergencia, pero es reacia a dar cuando puede hacerlo. Esto debe cambiar. Hasta la Sagrada Biblia nos pregona que hay que dar para recibir. Y lo que da un pobre a otro pobre, tiene mucho más valor. Eso podría hacerlo Bolivia en esta hora triste para Haití. Aun hay tiempo, ojalá se reduzcan las frivolidades políticas y pre carnavaleras del momento para acudir en ayuda de quien sufre hoy de terribles necesidades. El drama de Haití merece toda nuestra consideración y la mayor solidaridad posible por parte del pueblo y gobierno bolivianos.