el importantísimo diario La Nación de bs.as. dice "apoyo no es cheque en blanco"
Respaldo no significa cheque en blanco. Así deberían interpretar Evo Morales y, por extensión, Hugo Chávez el resultado de la reunión extraordinaria de nueve presidentes de la región, incluidos ellos, en Santiago de Chile, a raíz de la difícil situación que atraviesa Bolivia.
La cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) concluyó con éxito. Lo tenía asegurado, en realidad, antes de la firma de la llamada Declaración de la Moneda. Eso se debió, en especial, a la condición que puso el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para asistir: que las partes en conflicto en Bolivia depusieran su actitud beligerante. Lo logró.
No todo ha sido mérito de Lula, desde luego, pero la cumbre no hubiera tenido el mismo impacto sin su presencia. Asimismo, otra condición impulsada por Brasil y respetada por los otros gobiernos ha sido la no injerencia externa en Bolivia, más allá de que el principal aliado de Morales, Chávez, haya sido el primero en incumplir con ese requisito desde que se solidarizó con él a través de un recurso tan absurdo como expulsar al embajador norteamericano en Caracas, después de celebrar idéntica decisión adoptada en La Paz, para demostrar cuán firmes son los lazos atados en los Andes.
Si el drama de Bolivia fuera consecuencia de conspiraciones del FBI, acaso como el escándalo de la valija desatado en la Argentina, todo sería más fácil. No sólo nueve, sino todos los presidentes podrían suscribir una protesta por intromisión. Chávez y Morales, sin embargo, no tuvieron eco con sus sospechas ni, por suerte, imitadores.
Poco ayudaron, antes de la cumbre, los exabruptos de Chávez contra su par George W. Bush, en particular, y los norteamericanos, en general, llamados despectivamente "pitiyanquis" (desprecio usual en Venezuela que deriva del francés petit , pequeño). Tampoco ayudó el contexto, convulsionado por la debacle financiera mundial.
El ámbito adecuado para dirimir la situación de Bolivia debió ser la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre todo después de haber resuelto la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela, declarada en marzo último a raíz del ataque militar colombiano contra las FARC en territorio ecuatoriano.
Esta vez, los nueve presidentes que asistieron, con la llamativa ausencia del peruano Alan García, prefirieron usar el paraguas de la Unasur por una razón poco convincente: evitar más enfrentamientos con los Estados Unidos, miembros de la OEA. Zanjaron la cuestión, por lo menos en forma momentánea, pero sentaron un precedente que en nada ayuda a preservar las instituciones establecidas y los canales habituales de negociación en caso de diferencias entre sus miembros o problemas internos en alguno de ellos.
Por la condición puesta por Lula, más que por la inminencia de la cumbre convocada por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, Morales se avino a convocar al diálogo con los prefectos (gobernadores) de los departamentos no oficialistas de Bolivia. Lo no negociable, advirtió, era la matanza de 15 campesinos en Pando. De hecho, el prefecto de ese departamento, Leopoldo Fernández, quedó detenido ayer bajo el cargo de haber incitado a la violencia y la sospecha de haber contratado a sicarios brasileños y peruanos para cometer los crímenes por los cuales, además de los muertos, hubo 37 heridos y más de 100 desaparecidos.
En Pando, al igual que en Santa Cruz, Tarija y Beni, los departamentos de la rica Media Luna andina, se han desatado en las tres últimas semanas violentas protestas contra el plan de Morales de consultar a la población sobre la nueva Constitución, de corte socialista e indigenista, y por su renuencia de devolver los fondos recaudados con el impuesto a los hidrocarburos, creado en forma reciente. La Unasur ha aconsejado a las partes en pugna que se concentren en hallar una solución y, sin mencionarlo, desestimó las consignas antiimperialistas y setentistas de Chávez y su ladero Morales por considerarlas inadmisibles. Lo son, en verdad.
Inadmisible debieron considerar los presidentes, también, las licencias que se ha tomado Chávez para permitir que América latina intervenga en forma indirecta en la disputa entre los Estados Unidos y Rusia por la región del Cáucaso, a raíz del conflicto de Georgia, y el escudo antimisiles, por la aprobación para su instalación en países de la ex órbita soviética como la República Checa y Polinia. De eso, sin embargo, nadie emitió juicio porque se lo consideró erróneamente un asunto interno de Venezuela. No lo es, en realidad, como tampoco es un asunto interno de la Argentina el escándalo de la valija, revelado por entregas, como un culebrón venezolano, desde Miami. No por nada la invitación de Chávez al primer ministro ruso, Vladimir Putin, coincide con la reposición de la IV Flota del Comando Sur.
Más allá de esa decisión poco oportuna, sobre todo por los pocos amigos que ha cosechado el gobierno de Bush, no es casual el desencanto norteamericano en estas circunstancias. Ha sido positivo que los otros presidentes de la Unasur convinieran no cargar tintas con teorías conspirativas y que, en el documento firmado, se abocaran a apoyar con respeto a las autoridades elegidas en forma democrática en Bolivia. Ese respaldo, empero, no debe ser interpretado por Morales ni menos aún por Chávez como un cheque en blanco, sino como un capital que el presidente de Bolivia, no su par bolivariano, deberá invertir en el diálogo y la concordia después de varios años signados por gobiernos truncos y enfrentamientos por razones políticas, económicas y étnicas.
Morales ya no es el aymara de la "chompa" (suéter) multicolor que cumplió con un sueño, sino el presidente de un país soberano que votó en forma masiva por él y lo ratificó, sin que ello implique que se aparte de la democracia deseable, ésa que se hace por consenso, y pretenda imponer en forma caprichosa una Constitución, un impuesto o una ley con más anuencia externa que interna.
Esa anuencia externa suele resumirse en Chávez. Y, si antes podía ser graciosa, hoy resulta perniciosa. En su caso, por afinidad y conveniencia. En otros, como el argentino, sólo por conveniencia.
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