Hurgar y rebuscar un fundamento científico para las afirmaciones de Evo Morales en cuanto al pollo, los transgénicos, la masculinidad y los calvos, es perdernos del verdadero sentido, impacto y torpeza de esas afirmaciones.
El problema no es la toxicidad de los alimentos transgénicos o de la carne de pollo alimentada con hormonas, toxicidad de la cual estamos todos y todas informadas suficientemente. Por lo cual las anécdotas contadas por el Presidente eran, en el mejor de los casos, cuestiones más que trilladas. El problema central es la toxicidad del discurso del Presidente.
Evo ha elaborado, desde los primeros días de su mandato, un discurso machista, homofóbico y misógino. Sus bromas durante sus discursos públicos giran en torno de esos temas.
Sus alusiones a los maricones, sus alusiones a su potencia sexual y a la condición de objeto de las mujeres son tan frecuentes, tan numerosas, que van en una lista interminable. Son incontables las veces que ha humillado al propio Vicepresidente, habiendo todos y todas contemplado la forma como éste ha recibido pasivamente la humillación.
Cada vez que lo hizo, nosotras refutamos, contestamos y protestamos en un ejercicio de dignidad básico, que es no quedarte callada y no otorgar valor a esas palabras con nuestro silencio.
Sin embargo, las afirmaciones durante la inauguración de la cumbre, en relación a la masculinidad de los hombres que se convierten en raros y los europeos calvos, se dan en un contexto en el cual hablamos de respeto. El respeto a la “madre tierra” como le han llamado los que han convocado a la cumbre.
Y en ese contexto, donde el discurso central es precisamente el respeto, el respeto a la lentitud del cojo, a la manera de ver el mundo que tiene cada pueblo y cada ser humano, el respeto a la hormiga en su pequeñez y al pájaro en su misteriosa capacidad de volar; el respeto como eje central que le da sentido a todo.
En ese contexto, Evo Morales, que ha montado esta cumbre para encumbrarse como defensor del ecosistema y salvador de la madre tierra, en ese contexto falta el respeto a los maricones del mundo, llamándonos raros, porque resulta que a sus ojos el ser varón está afectado en estos seres humanos, gracias a la mala alimentación, y a los europeos que son todos calvos.
Coloca entonces la homosexualidad y la calvicie como expresiones de degeneración; los calvos se convierten a los ojos del Presidente en el ejemplo de defecto, de deformación, de degeneración.
Sus declaraciones abochornan, sorprenden y disgustan. La gente se siente decepcionada, envenenada, porque se la ha caído la máscara a Evo frente a sus invitados e invitadas; sus bromas y su pedantería, su costumbre de burlarse del otro quedan al descubierto.
Salta la pregunta ¿cuál es realmente el grado de sinceridad de este hombre? ¿Es este el indígena redentor, el líder que puede ofrecer un clima distinto para buscar nuevas soluciones a los problemas de la humanidad o, al menos, de su sociedad?
Ayer, un día después del torpe discurso, de los golpes en forma de palabras que lanzó el Presidente hacia los y las asistentes, sus rastreros, aquellos hombres que le rodean y que son incapaces de decirle a Evo Morales que se había equivocado, no pidieron disculpas, no fueron críticos, no, sino que se esforzaron en justificarlo, jalando fundamentos de donde sea.
Por otro lado, la prensa de la derecha usó cada una de sus palabras para echar por tierra los esfuerzos de la cumbre misma y el sentido que ésta hubiera podido tener. La derecha que además, a escala mundial, es homofóbica y conservadora, apareció dando las noticias de las protestas de maricones y lesbianas a escala mundial. Todos los medios del mundo aprovecharon para reírse de Evo Morales, de Bolivia, del indígena y de su torpeza.
Sentimos el ridículo general en nuestra sangre y en nuestra piel de bolivianas; sentimos el bochorno en nuestra calvicie propia, en nuestra condición de mariconas. Y desde esa sensación que te deja el insulto, interpelamos al Presidente una vez más para exigirle respeto.
No por ser indígena tiene la verdad en la mano, no por ser indígena todo lo que dice se convierte en sabiduría, no por ser indígena todo lo que dice se convierte en justo, en interesante o cierto. No por ser indígena tiene el derecho de equivocarse y hay que responder paternalistamente, justificándolo y disculpándolo.
Esa relación es enfermante para la sociedad boliviana y para los propios indígenas del país y del mundo. No por ser indígena y haber sido pobre tiene el derecho de insultar, y uno, sea quien sea, tiene el deber de justificarlo en una complementación patológica entre indígena y sociedad.
Basta de esa actitud de los intelectuales de izquierdas que justifican a Evo Morales en todo, que le permiten la incoherencia de hablar sobre el presupuesto militar y las potencias imperiales, y no le dicen nada sobre su derroche en compra de armamento y privilegios para los militares, en un país como Bolivia.
Evo, justamente por ser indígena, por haber sido pobre, por haber sufrido incontables injusticias y humillaciones, debería tener la sabiduría en la piel, saber el valor de respetar al otro distinto.
El insulto es un arma del opresor, el insulto es destructivo y descalificador, el insulto es denigrante y humillante; y cuando insultas y recibes el insulto pasivamente, lo que haces es perpetuar relaciones de deshumanización en la sociedad.
Y es ese el papel que hace rato está jugando Evo Morales desde su discurso machista y homofóbico. Es patológico aceptar que el Presidente por ser indígena tiene el derecho de insultar.
La homofobia es tan destructiva como el racismo.
La xenofobia es tan amarga y tan inaceptable, y tan insultante como el colonialismo.
Ningún europeo es medida ni modelo de ser humano a ser impuesto a la humanidad. Ningún indígena tampoco.
La humanidad es diversa y el único motor que puede restituir relaciones horizontales y constructivas es precisamente el respeto.
El respeto al ciego porque no ve, pero siente lo que el que ve es incapaz de sentir.
Y el respeto a las arañas por ser como son, el respeto a la estética de todos y cada uno de los seres humanos, al cuerpo que cada uno y cada una tiene.
Y eso no es mucho pedir, eso es lo básico para empezar a hablar.
Ser maricón es una opción, ser corrupto es la degeneración.
Ser maricón es una opción, ser racista y xenófobo esa es la degeneración.
Ser lesbiana es una opción, ser homofóbico es la degeneración.
El problema no es la toxicidad de los alimentos transgénicos o de la carne de pollo alimentada con hormonas, toxicidad de la cual estamos todos y todas informadas suficientemente. Por lo cual las anécdotas contadas por el Presidente eran, en el mejor de los casos, cuestiones más que trilladas. El problema central es la toxicidad del discurso del Presidente.
Evo ha elaborado, desde los primeros días de su mandato, un discurso machista, homofóbico y misógino. Sus bromas durante sus discursos públicos giran en torno de esos temas.
Sus alusiones a los maricones, sus alusiones a su potencia sexual y a la condición de objeto de las mujeres son tan frecuentes, tan numerosas, que van en una lista interminable. Son incontables las veces que ha humillado al propio Vicepresidente, habiendo todos y todas contemplado la forma como éste ha recibido pasivamente la humillación.
Cada vez que lo hizo, nosotras refutamos, contestamos y protestamos en un ejercicio de dignidad básico, que es no quedarte callada y no otorgar valor a esas palabras con nuestro silencio.
Sin embargo, las afirmaciones durante la inauguración de la cumbre, en relación a la masculinidad de los hombres que se convierten en raros y los europeos calvos, se dan en un contexto en el cual hablamos de respeto. El respeto a la “madre tierra” como le han llamado los que han convocado a la cumbre.
Y en ese contexto, donde el discurso central es precisamente el respeto, el respeto a la lentitud del cojo, a la manera de ver el mundo que tiene cada pueblo y cada ser humano, el respeto a la hormiga en su pequeñez y al pájaro en su misteriosa capacidad de volar; el respeto como eje central que le da sentido a todo.
En ese contexto, Evo Morales, que ha montado esta cumbre para encumbrarse como defensor del ecosistema y salvador de la madre tierra, en ese contexto falta el respeto a los maricones del mundo, llamándonos raros, porque resulta que a sus ojos el ser varón está afectado en estos seres humanos, gracias a la mala alimentación, y a los europeos que son todos calvos.
Coloca entonces la homosexualidad y la calvicie como expresiones de degeneración; los calvos se convierten a los ojos del Presidente en el ejemplo de defecto, de deformación, de degeneración.
Sus declaraciones abochornan, sorprenden y disgustan. La gente se siente decepcionada, envenenada, porque se la ha caído la máscara a Evo frente a sus invitados e invitadas; sus bromas y su pedantería, su costumbre de burlarse del otro quedan al descubierto.
Salta la pregunta ¿cuál es realmente el grado de sinceridad de este hombre? ¿Es este el indígena redentor, el líder que puede ofrecer un clima distinto para buscar nuevas soluciones a los problemas de la humanidad o, al menos, de su sociedad?
Ayer, un día después del torpe discurso, de los golpes en forma de palabras que lanzó el Presidente hacia los y las asistentes, sus rastreros, aquellos hombres que le rodean y que son incapaces de decirle a Evo Morales que se había equivocado, no pidieron disculpas, no fueron críticos, no, sino que se esforzaron en justificarlo, jalando fundamentos de donde sea.
Por otro lado, la prensa de la derecha usó cada una de sus palabras para echar por tierra los esfuerzos de la cumbre misma y el sentido que ésta hubiera podido tener. La derecha que además, a escala mundial, es homofóbica y conservadora, apareció dando las noticias de las protestas de maricones y lesbianas a escala mundial. Todos los medios del mundo aprovecharon para reírse de Evo Morales, de Bolivia, del indígena y de su torpeza.
Sentimos el ridículo general en nuestra sangre y en nuestra piel de bolivianas; sentimos el bochorno en nuestra calvicie propia, en nuestra condición de mariconas. Y desde esa sensación que te deja el insulto, interpelamos al Presidente una vez más para exigirle respeto.
No por ser indígena tiene la verdad en la mano, no por ser indígena todo lo que dice se convierte en sabiduría, no por ser indígena todo lo que dice se convierte en justo, en interesante o cierto. No por ser indígena tiene el derecho de equivocarse y hay que responder paternalistamente, justificándolo y disculpándolo.
Esa relación es enfermante para la sociedad boliviana y para los propios indígenas del país y del mundo. No por ser indígena y haber sido pobre tiene el derecho de insultar, y uno, sea quien sea, tiene el deber de justificarlo en una complementación patológica entre indígena y sociedad.
Basta de esa actitud de los intelectuales de izquierdas que justifican a Evo Morales en todo, que le permiten la incoherencia de hablar sobre el presupuesto militar y las potencias imperiales, y no le dicen nada sobre su derroche en compra de armamento y privilegios para los militares, en un país como Bolivia.
Evo, justamente por ser indígena, por haber sido pobre, por haber sufrido incontables injusticias y humillaciones, debería tener la sabiduría en la piel, saber el valor de respetar al otro distinto.
El insulto es un arma del opresor, el insulto es destructivo y descalificador, el insulto es denigrante y humillante; y cuando insultas y recibes el insulto pasivamente, lo que haces es perpetuar relaciones de deshumanización en la sociedad.
Y es ese el papel que hace rato está jugando Evo Morales desde su discurso machista y homofóbico. Es patológico aceptar que el Presidente por ser indígena tiene el derecho de insultar.
La homofobia es tan destructiva como el racismo.
La xenofobia es tan amarga y tan inaceptable, y tan insultante como el colonialismo.
Ningún europeo es medida ni modelo de ser humano a ser impuesto a la humanidad. Ningún indígena tampoco.
La humanidad es diversa y el único motor que puede restituir relaciones horizontales y constructivas es precisamente el respeto.
El respeto al ciego porque no ve, pero siente lo que el que ve es incapaz de sentir.
Y el respeto a las arañas por ser como son, el respeto a la estética de todos y cada uno de los seres humanos, al cuerpo que cada uno y cada una tiene.
Y eso no es mucho pedir, eso es lo básico para empezar a hablar.
Ser maricón es una opción, ser corrupto es la degeneración.
Ser maricón es una opción, ser racista y xenófobo esa es la degeneración.
Ser lesbiana es una opción, ser homofóbico es la degeneración.
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