Odio al periodismo

Los partidos llamados populistas que pulularon en América Latina, hasta que comenzaron a ser desplazados, todos ellos con graves cargos de corrupción, tuvieron algo en común: el odio al periodismo. El más bullicioso de todos ellos fue el régimen de Hugo Chávez, que destrozó la libertad de expresión en Venezuela con acciones directas, como órdenes dichas a gritos para que sean intervenidos algunos medios, o el uso de otras armas, como el ahogo publicitario e incluso la restricción para que los medios escritos cuenten con papel de impresión.

La actitud de los gobiernos de los esposos Kirchner en Argentina fue similar, usando todas las armas posibles, desde la creación de medios supuestamente alternativos en TV, la compra de medios escritos y un enorme esfuerzo por crear una ‘ley de medios’ que hubiera acabado con la libertad de expresión si no fueran que los medios independientes dieron batalla. La publicidad oficial fue usada allí como una forma de premios y castigos a los medios, si eran sumisos o independientes.

En Bolivia fue evidente la compra de medios independientes por capitalistas llegados del exterior, pero que los pusieron al servicio del Gobierno, mientras se daban durísimas campañas de desprestigio contra los medios independientes y periodistas, al mismo tiempo que eran tomadas organizaciones profesionales de la prensa durante años. El uso de la publicidad oficial fue también intenso para discriminar a los medios independientes. La lista es larga en América Latina.

Ahora surge en España un comportamiento semejante de parte del partido Podemos, cuyos líderes son de la misma camada que algunos populistas latinoamericanos. La Asociación de la Prensa de Madrid ha denunciado que ese partido, dirigido por Pablo Iglesias, amedrenta a los periodistas incluso antes de haber llegado al Gobierno: desde el Parlamento.

La prédica de Iglesias es que los medios de comunicación ejercen una dosis de poder sin haber sido elegidos. Los medios, parece no saberlo el señor Iglesias, se someten todos los días al voto ciudadano, que es el que los convierte en referentes de la opinión pública. Ojalá los políticos se sometieran a un examen tan riguroso y tan frecuente como lo hacen los medios.

La democracia necesita a los medios, más que a ciertos políticos majaderos, como los que están de salida en América Latina