Lo que de verdad importa es que se ha decidido someter a la población boliviana al chantaje de que “si no es con ellos, no es con nadie”
El vicepresidente ha advertido que, de no seguir el actual régimen de Gobierno, el país se vería enfrentado a un retorno a la conflictividad; ya ni siquiera se guardan las formas, ya no interesa dar una señal de institucionalidad democrática, la desesperación por permanecer en el poder es tan grande que se advierte con volver a incendiar el país, si no se gana el referéndum. ¿Por qué afirmo que se amenaza con “volver a incendiar” el país? Pues, simplemente, porque desde la derrota de la “Marcha por la Vida y la relocalización del 85” los únicos que pudieron articularse en el llano fueron los llamados movimientos sociales, apropiados por el masismo. Fueron estos quienes desde el centro del país, con la ‘guerra del agua’ y más tarde desde
El Alto y los caminos yungueños en la llamada ‘guerra del gas’, evitaron la sucesión presidencial y forzaron a Rodríguez Veltzé a adelantar las elecciones, que ganó el actual partido de gobierno.
En Bolivia no hay, desde abril de 2009, tras la masacre del hotel Las Américas, partido u organización capaz de generar un contrapeso político o ciudadano como los organizados en 2008; es un hecho: los únicos que pueden generar ‘tal nivel de conflictividad’ son los movimientos masistas, llamados hábilmente sociales, pacto de unidad y cualquier otro nombre que se les pueda ocurrir. El vice ha asumido que si el país no lo gobiernan Morales y él, la democracia se torna inviable y el país ingobernable, y la sola mención de ello es peligrosa porque denota una decisión de dañar la democracia y la voluntad ciudadana.
Y no es que uno crea que don Álvaro o el Jefe de Gobierno sean muy democráticos (en realidad ya hemos visto sus manifestaciones totalitarias); lo que de verdad importa es que se ha decidido someter a la población boliviana al chantaje de que “si no es con ellos, no es con nadie”; amenaza que, si fuera en la vereda del frente, hoy estaría siendo denunciada de subversiva, pero, como viene de parte del poder, sólo es una “advertencia del retorno al país que nadie quiere”. Pero queda claro que “el país que nadie quiere” sólo lo puede hacer el masismo que trasladó la calle al parlamento, al que rodeó/blindó de movimientos corrompidos y dirigentes corruptos que han usado las arcas del Estado como parte de una ‘pax armada’ que están dispuestos a dejar de lado si las cosas les va mal en las urnas.
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