Lo que corresponde en un día como hoy no es sólo recordar nuestro pasado sino aprender de él para proyectarlo al porvenir
El 14 de septiembre, como toda efeméride, es una ocasión propicia para que quienes vivimos en estos valles hagamos un paréntesis para reflexionar sobre la manera como estamos abordando, o eludiendo en algunos casos, los principales problemas relacionados con el presente y futuro de nuestra región.
Es necesario hacerlo por dos motivos. Uno, porque esa es la mejor manera de rendir homenaje a quienes hace 204 años sentaron las bases de lo que es actualmente nuestra sociedad. No se debe olvidar que cuando en 1810 Cochabamba decidió sumarse a los movimientos revolucionarios que se iniciaron un año antes, el 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca, primero, y el 16 de julio en La Paz, después, lo que se hizo fue inaugurar un proceso que pese al tiempo transcurrido está todavía en pleno proceso de evolución.
Es tan cierto eso que no es difícil constatar que muchos de los rasgos que caracterizaban a la sociedad cochabambina de hace más de dos siglos están hoy tan vigentes como entonces.
Uno de ellos, el más notable, es que los cochabambinos que nos antecedieron tuvieron muchas dificultades para ponerse de acuerdo sobre el camino a seguir y sobre la mejor manera de actuar ante los desafíos de su tiempo. Algo similar ocurre ahora. Con cada año que pasa, la desorientación sobre la mejor manera de encarar el futuro parece acentuarse y muchos de los más acuciantes desafíos se mantienen pendientes debido a que no hay entre nosotros la capacidad de superar eventuales divergencias y contraposiciones de intereses.
La escasez de agua, la falta de una red de alcantarillado proporcional al tamaño que ha adquirido nuestra metrópoli, la inexistencia de un sistema moderno de recojo y tratamiento de la basura y el ostensible fracaso de todos los planes que se elaboran para poner algún límite al caótico crecimiento de la mancha urbana son, entre muchos otros, algunos de los principales ejemplos en los que se plasma nuestra poca predisposición para aunar esfuerzos alrededor de objetivos comunes.
Otra característica que se mantiene a través de los siglos y a pesar de lo cambiantes que son las circunstancias históricas es la función integradora de Cochabamba que sigue siendo hoy tan importante como siempre. Mucho habrán variado las formas y los medios, pero en lo esencial esta región sigue siendo la bisagra a través de la que se unen las diferentes zonas geográficas de nuestro país y también donde se atenúan las pugnas políticas e ideológicas, donde se diluyen en una identidad común los particularismos étnicos o culturales.
Esas dos características de Cochabamba, que se destacan entre muchas otras, son las bases sobre las que se afirman todas las demás debilidades y fortalezas que cotidianamente van imprimiendo su sello al pasado, presente y futuro de nuestra región.
Por eso, lo que corresponde en un día como hoy no es sólo recordar nuestro pasado y a sus protagonistas, sino también, y sobre todo, identificar nuestras cualidades y defectos para reforzar y enriquecer a las primeras y atenuar los segundos. Sólo así lograremos que lo mejor de nuestra herencia histórica se proyecte al porvenir.
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