E l vicepresidente del Estado Plurinacional, Álvaro García Linera, ha atestiguado por escrito que ni el presidente Evo Morales ni el entonces ministro de Gobierno, Sacha Llorenti, ni su persona saben quién ordenó la brutal represión policial contra los defensores del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure el 25 de septiembre de 2011 en la localidad beniana de Chaparina.
Tal fue su respuesta enviada a la fiscal Patricia Santos, que encabeza una investigación que marcha con lentitud exasperante, al ritmo habitual de la justicia boliviana. “Él (García Linera) cumplió con su deber de devolver la declaración testifical. Ha sido muy concreto en responder”, dijo de escueto modo Santos sobre lo contestado por el segundo mandatario a las interrogantes que le fueron formuladas. En todo caso, es contradictoria la respuesta del señor vicepresidente, que a pocos días del ataque en Chaparina manifestó, públicamente, que conocía de quién había partido la orden. Es algo que parece haber olvidado, a no ser que se trate de una nueva ‘estrategia envolvente’ que encierra como un enigma el necesario esclarecimiento de los hechos.
Tal fue su respuesta enviada a la fiscal Patricia Santos, que encabeza una investigación que marcha con lentitud exasperante, al ritmo habitual de la justicia boliviana. “Él (García Linera) cumplió con su deber de devolver la declaración testifical. Ha sido muy concreto en responder”, dijo de escueto modo Santos sobre lo contestado por el segundo mandatario a las interrogantes que le fueron formuladas. En todo caso, es contradictoria la respuesta del señor vicepresidente, que a pocos días del ataque en Chaparina manifestó, públicamente, que conocía de quién había partido la orden. Es algo que parece haber olvidado, a no ser que se trate de una nueva ‘estrategia envolvente’ que encierra como un enigma el necesario esclarecimiento de los hechos.
Una de las secuelas que se recuerda del ataque en Chaparina que recibió una clamorosa condena nacional e internacional, es la renuncia irrevocable presentada por la ministra de Defensa, María Cecilia Chacón, en protesta por la intervención policial contra la marcha. Pero pese a ofrecerse a declarar todo lo que sabía y de calificar de “intolerable” la retardación de justicia en el país, Chacón no aportó nada a la investigación. Sus declaraciones ante la Fiscalía fueron similares a las del vicepresidente. Siendo ministra de Defensa no llegó a saber cómo se organizó el aparatoso operativo ni quién dio la orden para ejecutarlo. Ni que se tratara de un juego de niños con tierra y un palito…
También se mantiene en el misterio la movilización de una flotilla de aviones y de buses para trasladar a los campesinos marchistas detenidos a Trinidad. Ya hemos dicho que solamente en un ‘Estado fallido’ podrían marchar tropas y despegar aviones sin mando alguno que lo disponga. Según la Fiscalía, después del vicepresidente García Linera, les toca declarar a jefes policiales que podrían pagar por los platos rotos. Y es que se hace muy difícil presumir que su testimonio sea revelador en tratándose de órdenes que fueron dadas ‘desde arriba’, donde cierran filas amnésicos y olvidadizos. Entonces podría ganar terreno la teoría de que la voz de mando que desató la violencia en Chaparina vino desde… abajo
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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