Diletante apasionado, enamorado de la música clásica universal, asistí en familia al último concierto de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba dirigida por el maestro Augusto Guzmán y de la solista de fama internacional Marianela Aparicio Yuja.
El programa ofrecido era selecto e inédito en Cochabamba. La Sinfonía Nº 5 y el Primer Concierto para Piano No 1 Opus 23, de Tchaikovsky, piezas de una dulzura melódica cumbre en el repertorio universal; efectivamente, la sinfonía del gran ruso fue pródiga en sentimiento eslavo de tonalidad orquestada compleja y en calidad interpretativa, pues exige enorme perfección de los instrumentos de viento, metales y percusión. Todas las cuerdas brillaron en profundidad expresiva.
Más el acontecimiento destacado fue el desempeño artístico de la solista en su lujoso piano, el de la joven Marianela Aparicio Yuja. Los tres movimientos del concierto del célebre ruso interpretado en forma extraordinaria por la notable concertista, acompañada correctamente por la Orquesta Filarmónica y en un Salón del Portal que ofrece resonancia acústica de excelencia.
Como antecedente sobre el Concierto Nº 1, aprendí que el autor ofreció al compositor Nikolái Rubinstein su obra en 1874; más el agraciado inicialmente rechazó la partitura por la enorme dificultad de las octavas, sobre todo las del tercer movimiento de muy difícil logro. Se sabe que fue Vladimir Horowits el pianista que más rápido podía tocar estas octavas. Más tarde, Rubinstein cambió de opinión convirtiéndose en uno de sus mejores ejecutores; fue su pieza preferida luego que pidiera permiso para programarla en todos sus conciertos.
Marianela Aparicio, nuestra dilecta y bella artista cochabambina, dotada de una gran virtud pianística, logró también preciosismos técnicos insuperables para el común de los artistas. Su actuación fue magnífica y perfecta en todos los detalles de la hermosa composición.
Fue un broche artístico de incomparable calidad el ofrecido por la artista, una joven que ya ganó enormes triunfos en Francia y Polonia de Europa y en distintos países de nuestra América sensible. Solista invitada para actuar con grandes conjuntos orquestales, interpretó, con maestría y delectación diferentes estilos destacando a autores eternos como Ravel, Mozart, Chopin, Rachmaninoff, y ahora el gran Tchaikovsky. Además, educadora en su arte y promotora de cultura, trasmite sus virtudes a discípulos que indudablemente enriquecerán a su turno su profesionalidad con el magnífico ejemplo, la enseñanza y la experiencia de la reconocida Maestra. Llena de encanto, por su juventud y belleza personal, es un pomo de beldad y cobra, en el escenario, una imagen sublimada de la artista que hace suyos todos los pensamientos musicales en forma íntima y conmovedora. Cuando asistimos a sus actuaciones, escuchamos arrobados a Marianela observando sus manos, su rostro de inefable dulzura, su figura toda, concentrada en la bella música que emerge desde su rica interioridad, propia solamente de los espíritus más privilegiados.
De la pieza musical sólo cabe decir que es brillante en la expresión armónica del piano que se impone solemne sobre el acompañamiento de la orquesta en toda su pluralidad instrumental. Gratas melodías en la totalidad del Primer Concierto, pensamientos profundos que surgen desde las raíces del alma eslava.
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