El primero de marzo de 2011, la comunidad boliviana del área de Washington DC tuvo la oportunidad de asistir a un evento organizado por la señora Chris Krueger, coordinadora de Red Bolivia Mundo, en el cual dos pensadores traídos de Bolivia presentaron sus ponencias sobre la realidad boliviana. Se trata de los señores Simón Yampara y Nelson Jordán Bazán, quienes venían de la Universidad de Pittsburgh, donde asistieron a la inauguración de la Revista de Estudios Bolivianos.
Yampara fue presentado como un reconocido intelectual aimara quien ha publicado varios libros y artículos sobre la “cosmovisión andina y raíces civilizatorias.” Es Delegado Intercultural en la Alcaldía de La Paz y profesor de historia en la Universidad de El Alto. Jordán, por su lado, fue presentado como teólogo y diplomado en historia del oriente boliviano, docente universitario e investigador social. El título de su presentación fue "El poder cruceño en su laberinto: encrucijadas en tiempo de cambio."
Yampara hizo una extensa y desordenada explicación de su cosmovisión y las raíces civilizatorias, para luego calificar al presidente Evo Morales de mal aimara, porque sigue el estalinismo del vicepresidente. Que es además neoliberal porque mantiene vigente normas como el D.S. 21060 y la Ley 1008. En busca de una alianza de oposición, mezcló además la cosmovisión andina con la flamante cosmovisión camba, uniendo los carnavales de Oruro y Santa Cruz, además de las ferias campesinas en el altiplano y la feria de artesanías que se hace de vez en cuando en la plaza principal de Santa Cruz.
Jordán fue más cauto, aunque su análisis pareció sugerir que la polarización en Bolivia había empezado con la presidencia de Evo Morales. Se refirió al caso terrorismo como si fuesen sólo acusaciones, para concluir que la derecha radical en Santa Cruz estaba ya desmantelada, que los empresarios estaban mejor con Evo, y que sólo quedaba la derecha "moderada" encabezada por Rubén Costas.
Las discrepancias empezaron cuando se inició la ronda de preguntas y comentarios. El público les recordó con lujo de detalles los antecedentes separatistas de los implicados en dicho movimiento, y el hecho de que en los altos círculos de Santa Cruz eso sea un secreto a voces. Fue refutada la extraña alquimia de Yampara al intentar mezclar en Evo Morales elementos tan opuestos como el estalinismo y el neoliberalismo. También se les recordó que la polarización no empezó con Evo, sino mucho antes, cuando los grupos de poder de Santa Cruz decidieron capturar la identidad del indígena oriental, para corromperla usándola en las urnas como si fuese ideología. Que, por lo tanto, esa Identidad del camba, por seguir cautiva en manos de Rubén Costas, nada tiene en común con la cosmovisión aimara de Yampara, con la cual ahora intentan formar una alianza política.
Jordán asintió respecto a lo innegable del movimiento separatista, reconoció que la polarización empezó mucho antes de Evo, y mencionó como referencia los eventos de octubre de 2003, cuando la élite de Santa Cruz defendió a Sánchez de Lozada mientras en La Paz lo derrocaban las organizaciones sociales. Llegó un momento en que Yampara fue increpado, entre otras cosas, por asegurar que Bolivia está siendo manejada por lo que él considera la ideología estalinista del vicepresidente. Alguien le recordó que muchos líderes contemporáneos tienen las mismas o similares raíces ideológicas pero que eso no les impide evolucionar y ubicarse en la realidad actual del país. “Tú también tienes tu identidad ideológica. ¿Por qué no nos dices cual es?”, le indagó un compatriota. Yo soy Katarista, contestó Yampara, refiriéndose justamente a sus raíces, pasando por alto su actual militancia en el MSM.
Cuando estaba a punto de cerrarse el evento, logré decir que si en algo podríamos estar de acuerdo era en las realidades: en que el MAS obtuvo una representatividad histórica de 2/3 del poder parlamentario que le ha permitido iniciar este profundo proceso de cambio. Que no ha sido un cambio directo a la perfección, pero que es un cambio gradual en pleno proceso de consolidación. Que, por lo tanto, Evo merece un poco más de respeto por lo hecho hasta el momento. Jordán concordó, haciendo notar además que mientras el mundo entero sufría los efectos de la reciente crisis global, en Bolivia se sintió menos, por la mayor independencia que ahora tiene su economía.
Yampara salió al paso diciendo que el MAS iba a terminar su mandato, pero que su representatividad iba a disminuir a los niveles del pasado cuando las fuerzas estaban divididas y para co-gobernar había que repartirse el poder. Yampara no disimuló su oposición al MAS, ni su antipatía por Evo. Jordán, por el contrario, con un análisis más ordenado y académico, tuvo mayor flexibilidad para acomodar sus ideas, porque, aunque al comienzo soslayó su inclinación hacia el lado de la oposición, respondió con honestidad a las preguntas del público, reconociendo realidades favorables a Evo, más allá de las interpretaciones caprichosas de sus oponentes. Tuvo, por lo tanto, mayor receptividad en la audiencia.
Pareciera ser que el mensaje central traído por los panelistas a Estados Unidos es que los originarios supuestamente ya no apoyan al Evo, por haberse desviado de la cosmovisión aimara. Que la alternativa, por muy ridícula que parezca, es una repartija de las “cosmovisiones.” Que en occidente, esa bandera se le entregue al Movimiento Sin Miedo, y en el oriente, la flamante “cosmovisión Camba,” basada en la pujanza y el progreso, seduzca al pueblo con la “derecha moderada” de Rubén Costas, por supuesto, disfrazado de camba. Que al final dejen sus falsos discursos, para unir sus votos, “tomar el poder” y repartírselo en tajadas, para empezar a defender los intereses sectoriales que representan, e imponer la dolorosa marcha del cambio regresivo.
Creo yo que, si el cambio estuviese representado por un colectivo cargado de bolivianos que se abre paso hacia un destino más justo, entre montañas de dificultades, el MAS, con su histórico poder político, le ha dado un motor extraordinario. No vale la pena destruirlo ni repartir su fuerza entre los representantes de intereses opuestos. La crítica de la oposición sería válida, si de verdad representara la voz del pueblo observando la capacidad del conductor para seguir la prometida hoja de ruta.
En democracia, el poder se gana con la hoja de ruta de las promesas electorales, y se retiene o se pierde cumpliendo o incumpliendo esas promesas. Entre tanto lleguen las siguientes elecciones, el pueblo tiene el derecho de pedir los ajustes que juzgue necesarios, y el ejecutivo la obligación de escuchar y reorientar el rumbo si la observación fuese correcta. Sin embargo, tiene también la obligación de mantener el pulso firme cuando las críticas no vienen de ese pueblo sino de las dirigencias políticas de la oposición en busca de abrirse espacios.
Es un éxito plausible que se haya abandonado la polarización, pero ese es sólo el primer paso hacia la honestidad en la política. Para que la voz del pueblo sea genuina, los bolivianos tienen que rescatar sus identidades de las garras de los políticos que las tienen secuestradas, para obligarlos a debatir de política económica y de los verdaderos retos que enfrenta el país. Si se abandona la disputa y repartija de las cosmovisiones e identidades, acabaría de ambos lados la manipulación del indigenismo, y podría suceder el milagro de que el pueblo boliviano empiece a analizar el proceso de cambio con objetividad, para tener la posibilidad de emitir un voto más educado, que aporte con solidez a la construcción de una sociedad más justa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario