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lunes, 21 de febrero de 2011


admirado al principio hasta cuando empezó a costearle a Evo sus desmanes

La relación entre Evo Morales y el coronel Muamar Gadafi es de larga data. En 1996, cuando el actual presidente era un simple dirigente cocalero y aún no alcanzaba un curul parlamentario, el dictador libio galardonó a Morales con un “Premio Internacional de Derechos Humanos” que incluía la suma de 100.000 dólares. Eran los tiempos en que varias fuerzas internacionales comenzaban a ver al líder cocalero como un alfil adecuado para sus intereses geopolíticos y económicos, y empezaban a allanarle el camino hacia el poder.
El nexo nunca desapareció desde entonces y volvió a hacerse evidente en noviembre de 2006, cuando ambos se reunieron en la localidad nigeriana de Abuya con motivo de la primera cumbre entre Sudamérica y África. En esa ocasión, Gadafi felicitó a Evo por haber llevado a cabo “la revolución de los oprimidos”. Morales correspondió al elogio diciendo que “los libios comprenden bien y sostienen nuestra lucha en Bolivia”. Poco después, La Paz estableció relaciones diplomáticas con Trípoli.
Una nueva reunión tuvo lugar en el 2008, cuando Morales visitó las tierras sojuzgadas por Gadafi y recordó haber estado allí cuando era sindicalista. “Quiero agradecer al líder de la revolución (Muamar Gadafi) y al pueblo de Libia su apoyo y que me hayan invitado a visitar su país”, dijo Evo. “He leído el Libro Verde, lo estudié y me encanta el pensamiento puesto de manifiesto en él”, afirmó el presidente boliviano, refiriéndose a la obra escrita por Gadafi donde, a la manera del Libro Rojo de Mao, establece su doctrina enmarcada en el “socialismo árabe”, que entre otras cosas rechaza la existencia de partidos políticos y plantea el Estado de Masas, gobernado a través de “comités populares”. “Aspiramos a ampliar el apoyo y actualizar la interrelación entre Latinoamérica y Libia”, agregó Morales.
Gadafi es el segundo dictador más longevo del mundo actual después de Fidel Castro, habiendo llegado al poder en 1969 mediante un golpe militar. Desde entonces, impuso un régimen que se caracterizó por el despotismo en lo interno y por el apoyo a grupos terroristas en el plano internacional, llegando a estar implicado en varios de los perores atentados de la historia: aeropuertos de Viena y Roma (1985), Discoteca La Belle de Berlín (1986), Lockerbie y el vuelo UTA 772.
Además de tener las manos manchadas de sangre, el “Hermano Líder y Guía de la Revolución”, como se hace llamar, se caracteriza por su pompa y megalomanía. Tras llegar al poder renombró a su país como “Gran República Árabe Popular y Socialista” (algo similar al rebautizo de Bolivia como “Estado Plurinacional”) y en los últimos años formó una guardia personal compuesta por 200 mujeres vírgenes expertas en artes marciales y el uso de armas de fuego, la llamada “Guardia Amazónica”.
Ahora, el dictador libio enfrenta una masiva rebelión popular, tras el contagio de la denominada Revolución del Jazmín que se extiende por el mundo árabe y que ya asoma la cabeza en otras partes del planeta, como China.
La reacción de Gadafi ha sido feroz, con 200 muertos a manos de las fuerzas de represión, y su hijo se ha encargado de amenazar a los manifestantes con desatar la guerra civil y hacer correr “ríos de sangre”. Amenaza que no suena tan desconocida en Bolivia, donde en varios momentos críticos el Movimiento Al Socialismo ha agitado el mismo fantasma (derrocamientos presidenciales, elecciones del 2005, debate sobre la ampliación de la Constituyente en el 2007, septiembre del 2008).
El hecho de que el tsunami democrático alcance a dictaduras aliadas como Libia e Irán ha provocado un violento giro en la posición del ALBA, cuyos mandatarios aplaudieron en un primer momento las revueltas cuando afectaban a gobiernos pro-occidentales, para después intentar revisar su discurso calificando la salida de Mubarak como “un golpe de Estado” (Hugo Chávez).
Lo que temen, claramente, es que la Revolución del Jazmín llegue también a América Latina…
notishots@gmail.com

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