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viernes, 21 de enero de 2011

TODA RAZON LE ASISTE A LOS TIEMPOS CUANDO EXPLICA LA CAUSA DE LA ESCACEZ


Si hubiera que buscar un ejemplo que ilustre los daños que puede causar la intervención de burócratas estatales en las actividades microeconómicas, muy difícil sería hallar uno más elocuente que el que está dando a diario el “Estado Plurinacional” de Bolivia a través de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa) e Insumos Bolivia.

Esas dos reparticiones, más las contradictorias políticas sobre la agroindustria, están logrando lo que hace sólo unos meses hubiera parecido imposible: que los alimentos básicos falten en los hogares bolivianos, que los productores grandes, medianos y pequeños estén al borde de la quiebra, que los comerciantes estén cerrando sus tiendas y que la ira popular esté acumulándose y dirigiéndose contra quienes aparecen como causantes del desabastecimiento: las principales autoridades gubernamentales.

En efecto, Emapa e Insumos Bolivia están sumiendo a la economía doméstica en tal caos que ni siquiera quienes supuestamente están a cargo de la conducción de esas reparticiones tienen una idea clara de lo que deben hacer y mucho menos de lo que están haciendo. El sólo hecho de que empresas creadas para “apoyar la producción de alimentos” se hayan convertido en agencias de empleos que se proponen sustituir a las miles de personas que desde hace décadas cumplen las tareas relacionadas con la comercialización al por mayor y menor de abarrotes lo dice todo, como se demuestra en nuestra edición de ayer en un amplio reportaje que ha sido respondido por la encargada de comunicaciones de Emapa, pero que por su extensión y tardía remisión será reseñada en la edición de mañana.

Como consecuencia de tan disparatado afán, desde los grandes comerciantes mayoristas hasta las pequeñas tiendas de barrio pasando por quienes ofrecen servicios de transporte y almacenamiento, entre muchos otros, están siendo sometidos a una desleal competencia que pone en serio riesgo no sólo la fuente de ingresos de todas esas personas y sus familias, sino el bienestar de los hogares bolivianos. Y lo están haciendo en nombre de teorías y consignas que, por lo absurdas que son y por lo desacreditadas que están por la experiencia acumulada tras muchos intentos similares fallidos aquí y a lo largo y ancho del mundo, ya debieron ser definitivamente desechadas.

Además, esas empresas se constituyen en terreno fértil para manejos tan poco claros que nadie sabe qué, cuánto, cómo, dónde, por qué, para qué compran y venden los artículos que arbitrariamente introducen y retiran del mercado, como se ha podido comprobar en Cochabamba cuando los vecinos de una zona del norte de la ciudad descubrieron uno de los depósitos de Insumos Bolivia con azúcar incautada el mes de noviembre pasado, y obligaron a sus responsables a vender el producto.

Así, lo único que está claro es que mientras más grandes son esas empresas, más desastrosos son los resultados, mayores son las escaseces, más altos los precios, más pobres los productores, los comercializadores y los consumidores. Más pobre es nuestro país y sus habitantes, pero más sospechosos los negocios que en su nombre hacen los “promotores de la producción” y los “defensores del consumidor”.

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