Hoy se cumple el quinto aniversario de la asunción de Evo Morales a la Presidencia de la República de Bolivia, y el primero de su segunda gestión gubernamental, la primera en su condición de presidente del “Estado Plurinacional”. Se trata de una fecha que independientemente de cualquier valoración subjetiva ya forma parte del calendario histórico de nuestro país.
Si el balance final será positivo o negativo es algo que sólo el tiempo podrá decir cuando la distancia ofrezca la necesaria perspectiva histórica de la que hoy por cierto carecemos. Mientras tanto, sólo cabe ensayar evaluaciones parciales, muy ligadas a hechos concretos, de esos que al eslabonarse configurarán a la larga el resultado final.
Al hacerlo, resulta pertinente concentrar la atención en el primer año de la segunda gestión de Evo Morales, pues ésta es el resultado más directo y la plasmación más concreta de todo lo hecho durante los cuatro primeros años. El primer año del “Estado Plurinacional” es el que más elementos de juicio ofrece para una evaluación integral del proceso del que es por ahora su principal resultado, y se puede afirmar que el saldo es negativo. Tan negativo, que el Gobierno del MAS llega a su quinto aniversario sumido en gravísimas dificultades económicas, políticas y sociales.
En lo económico, es el mismo Gobierno el que en los hechos reconoce que los frutos obtenidos por el pilar más importante de su política económica, la “nacionalización” de los hidrocarburos, fueron muy diferentes y mucho más escasos que los esperados.
Pese a la abundancia de ingresos atribuibles a los altos precios de las materias primas que exportamos más que a méritos gubernamentales, el futuro se perfila desalentador y el presente como una constatación de que la economía nacional no está bien encaminada. La escasez de artículos de primera necesidad, la constante subida de precios o los crecientes índices de desempleo son algunos hechos que, por la contundencia con la que afectan negativamente en la vida cotidiana de las personas, hacen superflua cualquier danza de cifras macroeconómicas.
Directamente relacionado con lo anterior está el saldo político también negativo que deja el primer año del Estado Plurinacional.
El resultado de las elecciones regionales de abril pasado, el acoso jurídico a la oposición, los ataques a la Iglesia y a los medios de comunicación y las agresivas movilizaciones populares de protesta de hace algunas semanas pusieron en evidencia lo frágil que es, pese a las apariencias, la estabilidad política del régimen. Políticamente, el Gobierno llega a este aniversario notablemente debilitado y ése no es el resultado que esperaban quienes durante cinco años dedicaron sus mejores esfuerzos a consolidar el poder total aún a costa de la destrucción el andamiaje institucional de nuestro país.
Tampoco en el campo internacional le fue bien. De poder convertirse en líder de la defensa del medio ambiente a escala internacional, la torpe actuación boliviana en Cancún, en la elección de Colombia al Consejo de Seguridad, en las elecciones de Brasil –por citar los escenarios más importantes– nos ha aislado aún más de la comunidad internacional.
Por lo señalado, bueno sería que además de los festejos de rigor, por lo menos una parte de la atención de nuestros gobernantes se dedique, en la jornada de hoy, a una reflexión autocrítica.
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