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martes, 11 de enero de 2011

"su propia medicina" titula con razón Alfonso Gumucio

Evo Morales tuvo que dar marcha atrás y “escuchar al pueblo". Si no lo hacía, el pueblo le daba las espaldas y le retiraba su apoyo político. ¿En qué momento en su cabecita se le ocurrió que su popularidad en las encuestas iba a permitirle salirse con la suya y decretar un aumento en el precio de la gasolina de 72%, como nadie había jamás osado en el pasado?

El problema con el poder es que puede cegar a aquellos que no saben manejarlo y que dejan que, como la espuma de la cerveza, el poder se les suba a la cabeza. Es el caso de Evo Morales, que ha perdido contacto con la realidad del país, en parte por esa soberbia que viene pareja con la borrachera del poder, y en parte porque no escucha a quienes lo rodean, o los escucha mal, o escucha a los que no debe. Al final, no nos engañemos, el único responsable es él, nadie más toma las decisiones.

En cualquier caso, la importancia del gasolinazo y del retroceso presidencial radica en una constatación obvia: se acabó la luna de miel, el presidente Evo Morales ya no puede confiarse en ese apoyo afectivo del que ha gozado hasta ahora. De aquí para adelante sus medidas serán miradas con ojo crítico, porque la gente ya se dio cuenta de que el líder puede intentar otra vez darles gato por liebre.

Las razones del gasolinazo pueden ser válidas. No cabe ninguna duda de que el combustible barato de Bolivia es muy apreciado por los traficantes. Bolivia pierde mucho dinero con ese contrabando, que solamente beneficia a unos cuantos pillos, pero la manera de lanzar un paquetazo del más del 72% no fue ni la más inteligente ni la más apropiada para las fechas de Navidad. Lo inteligente y lo lógico son aumentos progresivos, que en un plazo de uno o dos años permitan estabilizar los precios de los carburantes al nivel de los de países vecinos, y que esto suceda también en el marco de una homologación del poder adquisitivo al nivel promedio de los países vecinos.

No es ningún secreto que muchos de los contrabandistas de gas y gasolina son afines al Gobierno, incluso ocupan cargos en los pueblos fronterizos donde el contrabando se realiza con la complicidad de alcaldes y dirigentes locales. Todos ellos se creen protegidos desde el poder por su afiliación al MAS, como sucedió hace unos meses con el “narcoamauta", el guía espiritual que entronizó a Evo como presidente.

El doble discurso presidencial tocó fondo. A partir de ahora los sectores sociales saben que hay una distancia entre el discurso presidencial y las medidas reales que toma el Gobierno, que no necesariamente van a favor de los más pobres, aunque el Gobierno se ufane de que las arcas del Estado están llenas.

Evo Morales acaba de probar su propia medicina, aquella que él recetaba a los gobiernos anteriores cuando desde la oposición mostraba su intolerancia.

Cineasta y periodista

Alfonso Gumucio Dagron

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