las bromas pesadas o "el humor del Presidente" (El Deber, SC)
Uno de los nietos de Winston Churchill revela en un libro que el primer ministro británico llegaba a dedicar hasta una hora de tiempo a la preparación de algún minuto del texto de sus discursos más importantes. La oratoria, en efecto, es una cosa seria, incluso si contiene frases de humor.
El presidente Evo Morales, en cambio, presta muy poca atención a lo que dice. A veces pretende hacer humor pero el resultado es o una ofensa o un grave error político o diplomático, como ocurrió en su mensaje del sábado 22.
Incluso cuando hace declaraciones al periodismo es muy descuidado, desprolijo y a veces innecesariamente ofensivo. En uno de sus tantos viajes a Caracas llegó a revelar en público que él llama “inmaduro” al canciller Nicolás Maduro.
Hacer bromas con los nombres de las personas es no solamente una ofensa torpe -en el caso de que la haga un presidente lo es más todavía-, sino una muestra de inmadurez y falta de conocimiento de las más elementales normas de la convivencia civilizada.
Esto hizo el Presidente Morales en su mensaje en alusión a uno de los columnistas de EL DEBER cuando insistió en que él “salva su responsabilidad” por lo que pueda ocurrir con la economía del país en el futuro inmediato.
En el mismo discurso-mensaje, el jefe de Estado hizo bromas con el estado civil del vicepresidente Álvaro García Linera, que luego convirtió en burlas. Se trata del presidente del Congreso Nacional, ahora llamado Asamblea, y merece ser tratado con respeto por lo que representa su investidura. Quizá el trato que el Presidente da al Vicepresidente en la intimidad de las reuniones de trabajo sea de confianza y de burlas, pero no está bien que se repita cuando se trata de un mensaje a la nación boliviana.
Pero el error más grave que cometió en ese mensaje fue la alusión a que Atacama fue de Bolivia y que “pronto la recuperaremos”. Error porque viene a tirar por los suelos todo lo que su propio Gobierno había avanzado en su intento de lograr un grado de confianza con el gobierno de Chile.
En efecto, no pasaron muchas horas y el presidente Sebastián Piñera dijo que Atacama “es y seguirá siendo chilena”, con la durísima aclaración que lo decía “en serio, no en broma”. Esto último en alusión al desesperado esfuerzo que hizo el canciller David Choquehuanca a las pocas horas de que el presidente Morales había cometido el grave error, de decir que aquella alusión fue “sólo una broma”.
Por todo esto, el Gobierno nacional, o quizá el Parlamento, tendría que ocuparse de tomar previsiones para que el Presidente no siga cometiendo semejantes errores cuando habla en público. Una posibilidad sería sugerirle que adopte la costumbre de leer sus discursos, para lo cual hay ahora la enorme ventaja del telepronter, que le evitaría manipular papeles.
Es probable que surjan otras ideas para resolver este problema, pero quienes están cerca del primer mandatario tendrían que hacer todos los esfuerzos porque entienda que un cambio en sus hábitos de oratoria le haría mucho bien al país. No necesita ser un gran orador; sólo se le pide que sea cuidadoso con lo que dice, ya que no debe olvidar que habla en nombre de diez millones de bolivianos.
El presidente Evo Morales, en cambio, presta muy poca atención a lo que dice. A veces pretende hacer humor pero el resultado es o una ofensa o un grave error político o diplomático, como ocurrió en su mensaje del sábado 22.
Incluso cuando hace declaraciones al periodismo es muy descuidado, desprolijo y a veces innecesariamente ofensivo. En uno de sus tantos viajes a Caracas llegó a revelar en público que él llama “inmaduro” al canciller Nicolás Maduro.
Hacer bromas con los nombres de las personas es no solamente una ofensa torpe -en el caso de que la haga un presidente lo es más todavía-, sino una muestra de inmadurez y falta de conocimiento de las más elementales normas de la convivencia civilizada.
Esto hizo el Presidente Morales en su mensaje en alusión a uno de los columnistas de EL DEBER cuando insistió en que él “salva su responsabilidad” por lo que pueda ocurrir con la economía del país en el futuro inmediato.
En el mismo discurso-mensaje, el jefe de Estado hizo bromas con el estado civil del vicepresidente Álvaro García Linera, que luego convirtió en burlas. Se trata del presidente del Congreso Nacional, ahora llamado Asamblea, y merece ser tratado con respeto por lo que representa su investidura. Quizá el trato que el Presidente da al Vicepresidente en la intimidad de las reuniones de trabajo sea de confianza y de burlas, pero no está bien que se repita cuando se trata de un mensaje a la nación boliviana.
Pero el error más grave que cometió en ese mensaje fue la alusión a que Atacama fue de Bolivia y que “pronto la recuperaremos”. Error porque viene a tirar por los suelos todo lo que su propio Gobierno había avanzado en su intento de lograr un grado de confianza con el gobierno de Chile.
En efecto, no pasaron muchas horas y el presidente Sebastián Piñera dijo que Atacama “es y seguirá siendo chilena”, con la durísima aclaración que lo decía “en serio, no en broma”. Esto último en alusión al desesperado esfuerzo que hizo el canciller David Choquehuanca a las pocas horas de que el presidente Morales había cometido el grave error, de decir que aquella alusión fue “sólo una broma”.
Por todo esto, el Gobierno nacional, o quizá el Parlamento, tendría que ocuparse de tomar previsiones para que el Presidente no siga cometiendo semejantes errores cuando habla en público. Una posibilidad sería sugerirle que adopte la costumbre de leer sus discursos, para lo cual hay ahora la enorme ventaja del telepronter, que le evitaría manipular papeles.
Es probable que surjan otras ideas para resolver este problema, pero quienes están cerca del primer mandatario tendrían que hacer todos los esfuerzos porque entienda que un cambio en sus hábitos de oratoria le haría mucho bien al país. No necesita ser un gran orador; sólo se le pide que sea cuidadoso con lo que dice, ya que no debe olvidar que habla en nombre de diez millones de bolivianos.
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