Si nos atenemos a las versiones oficiales que justifican el brutal “gasolinazo” decretado por el Gobierno, deberíamos concluir que el “Socialismo del Siglo XXI”, el “Estado Integral”, el “Gran Estado Plurinacional” han sido derrotados por un puñado de contrabandistas de combustibles, quienes terminaron por trastocar la política económica altamente intervencionista del MAS.
Serán los contrabandistas, esos seres supuestamente invisibles y por lo tanto imposibles de controlar por un Estado al que -según pensábamos-, no se le escapaba nada, los encargados de desenmascarar al socialismo a la boliviana, que acaba de tomar una medida sólo comparable al cierre de las minas estatales deficitarias en 1986, que mandó a la calle a decenas de miles de trabajadores y que se constituyó en la piedra de toque del famoso Decreto 21060, cuya vigencia se mantiene hasta hoy.
Gracias a los contrabandistas de diesel y gasolina, cuyas actividades seguirán vigentes aunque con menor rentabilidad, supuestamente se van a incrementar las inversiones petroleras, que ahora tendrán como incentivo precios actualizados hasta en un 82 por ciento, para impulsar la producción de hidrocarburos líquidos. Todo lo que no logró la nacionalización y la famosa recuperación de los recursos naturales para los bolivianos, acaba de conseguirlo un decreto de corte absolutamente “neoliberal” anclado en el pretexto de frenar el contrabando.
Los contrabandistas serán también los chivos expiatorios de la inflación. Todos los errores cometidos, la ineficiencia de los ministros del área económica, los cálculos prefabricados del INE y el fracaso de las políticas anacrónicas de control y prohibiciones, quedarán invisibles frente a una inevitable avalancha de precios que ahora tendrá un “culpable” mucho más concreto y “despreciable”. Este mismo enemigo público será el encargado de disimular la precariedad de las arcas estatales, que supuestamente gozaban de excelente salud y esconderá por supuesto, el impresionante derroche en el que ha incurrido el Estado Plurinacional, con compra de aviones, repartija de dinero a manos llenas, endeudamiento y un ensanchamiento sin precedentes de la burocracia que continuará engordando y dilapidando recursos. Un Estado verdaderamente socialista o por lo menos, responsable, hubiera ensayado en principio un plan de austeridad paralelo a un incremento gradual de los combustibles. Pero eso hubiera requerido admitir muchas cosas, entre ellas el fracaso del modelo y la ausencia total de capacidad para manejar la economía nacional.
Por último, la suspensión de la subvención al diesel que, según el Gobierno, sólo beneficiaba a los contrabandistas, es un nuevo golpe al sector agropecuario del oriente boliviano que utiliza cerca del 70 por ciento de este carburante para producir alimentos. Se trata de otro desincentivo a la producción que se suma a los cupos de exportación, a la inseguridad jurídica y al control de precios, que seguramente seguirán aplicándose y que terminarán por aniquilar al aparato productivo regional. El régimen dispondrá de mayor cantidad de recursos para importar alimentos básicos y repartirlos a “precios justos”. Eso le permite mantener el control sobre un pueblo cada vez más dependiente del Estado.
Un Estado verdaderamente socialista o por lo menos, responsable, hubiera ensayado en principio un plan de austeridad paralelo a un incremento gradual de los combustibles. Pero eso hubiera requerido admitir muchas cosas, entre ellas el fracaso del modelo y la ausencia total de capacidad para manejar la economía nacional.
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