La OEA y Pary
La relación entre países está regida por intereses económicos y político ideológicos. Así siempre ha sido y así siempre será. Es una dicotomía que marca un antes y un después en la manera cómo se conduce un Estado ante situaciones extremas en las que en juego están posiciones que se hilvanan en función a dichos intereses, más allá de que de vez en cuando aparezcan ciertas oleadas en las que pareciera primar un sentido de responsabilidad colectivo. En todo caso, nada hay que se anteponga a los intereses que persiguen los países en esta su lucha constante por cobrar mayor protagonismo y peso específico a la hora de tomar decisiones en el contexto mundial.
Llegar a jugar en ligas mayores es siempre un desafío. Por ejemplo, la aciaga experiencia de la II Guerra Mundial dio paso al nacimiento de Naciones Unidas y a la posterior consolidación de un ente supranacional con capacidad de gestión en el propósito permanente de buscar la paz mundial. Lo mismo podemos decir de la OEA, que fue fundada en abril de 1948 con el propósito de trabajar por la paz, la integración y la democracia en los países de América. Su rol es vital en el continente, tanto que a la fecha sigue cosechando adherentes o detractores, en función --eso está claro– del juego de intereses en los que se ven envueltos los países del hemisferio.
En todo caso, es mejor que organizaciones como ésta sigan siendo apoyadas y fortalecidas, a que se vean acechadas por situaciones en las que priman, como lo vengo repitiendo, únicamente intereses. Éstos, también, queda claro, giran como el péndulo de la política. Y es que hoy, los socialistas del siglo XXI están de capa caída y con un notorio debilitamiento respecto a lo que eran años atrás. Eso ha hecho que algunas situaciones críticas que se presentan en países miembros, tengan marcados adherentes y/o antagonistas, lo que por supuesto exige de quienes deben comportarse con las reglas de la diplomacia, ponderación y mucho tacto.
No la tuvo Dn. Diego Pary en la sesión en la que se trató el tema Venezuela. Lo anoto nuevamente, fueron intereses de orden ideológico los que motivaron cometa un yerro. Primaron los vínculos con el chavismo languideciente, que el sentido de oportunidad diplomático que Bolivia precisa en momentos como éste. Jugarse por una causa como la chavista, antes que cimentar el peso y respeto ganado gracias a las correctas actuaciones que está llevado a cabo Evo en La Haya, no tiene explicación. Jugar a suspender una sesión cuando existía quorum, es patético.
Y más patéticas, sus expresiones al enterarse de que la sesión fue instalada y presidida por el embajador más antiguo: “Esta su convocatoria es ilegal, es trucha y la desconocemos totalmente. Por lo tanto, este Consejo es ilegal y lo que se hace es un golpe institucional desconociendo la Presidencia”; ”Bolivia no acepta de ninguna manera que agredan su soberanía, Bolivia es un país digno y en cualquier espacio defenderá su derecho”. Vergonzoso. Ningún derecho nos fue violentado ni tampoco se lesionó nuestra soberanía, y menos hubo golpe institucional, que vale la pena subrayar, sí lo hubo en Venezuela.
Buscar un artilugio de dejar una sesión sin quórum sin leer antes re
glamentos, es lamentable. Rifar el prestigio diplomático del país por un régimen que ha situado a Venezuela en el umbral de la hambruna, es desatinado. Ser “el tonto útil” de Maduro, cuyos días parece ya están contados, no es patriótico ni cívico. Olvidarse del papel de embajador para asumir el rol de un dirigente barrial, es deprimente.
El autor es abogado.
Llegar a jugar en ligas mayores es siempre un desafío. Por ejemplo, la aciaga experiencia de la II Guerra Mundial dio paso al nacimiento de Naciones Unidas y a la posterior consolidación de un ente supranacional con capacidad de gestión en el propósito permanente de buscar la paz mundial. Lo mismo podemos decir de la OEA, que fue fundada en abril de 1948 con el propósito de trabajar por la paz, la integración y la democracia en los países de América. Su rol es vital en el continente, tanto que a la fecha sigue cosechando adherentes o detractores, en función --eso está claro– del juego de intereses en los que se ven envueltos los países del hemisferio.
En todo caso, es mejor que organizaciones como ésta sigan siendo apoyadas y fortalecidas, a que se vean acechadas por situaciones en las que priman, como lo vengo repitiendo, únicamente intereses. Éstos, también, queda claro, giran como el péndulo de la política. Y es que hoy, los socialistas del siglo XXI están de capa caída y con un notorio debilitamiento respecto a lo que eran años atrás. Eso ha hecho que algunas situaciones críticas que se presentan en países miembros, tengan marcados adherentes y/o antagonistas, lo que por supuesto exige de quienes deben comportarse con las reglas de la diplomacia, ponderación y mucho tacto.
No la tuvo Dn. Diego Pary en la sesión en la que se trató el tema Venezuela. Lo anoto nuevamente, fueron intereses de orden ideológico los que motivaron cometa un yerro. Primaron los vínculos con el chavismo languideciente, que el sentido de oportunidad diplomático que Bolivia precisa en momentos como éste. Jugarse por una causa como la chavista, antes que cimentar el peso y respeto ganado gracias a las correctas actuaciones que está llevado a cabo Evo en La Haya, no tiene explicación. Jugar a suspender una sesión cuando existía quorum, es patético.
Y más patéticas, sus expresiones al enterarse de que la sesión fue instalada y presidida por el embajador más antiguo: “Esta su convocatoria es ilegal, es trucha y la desconocemos totalmente. Por lo tanto, este Consejo es ilegal y lo que se hace es un golpe institucional desconociendo la Presidencia”; ”Bolivia no acepta de ninguna manera que agredan su soberanía, Bolivia es un país digno y en cualquier espacio defenderá su derecho”. Vergonzoso. Ningún derecho nos fue violentado ni tampoco se lesionó nuestra soberanía, y menos hubo golpe institucional, que vale la pena subrayar, sí lo hubo en Venezuela.
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glamentos, es lamentable. Rifar el prestigio diplomático del país por un régimen que ha situado a Venezuela en el umbral de la hambruna, es desatinado. Ser “el tonto útil” de Maduro, cuyos días parece ya están contados, no es patriótico ni cívico. Olvidarse del papel de embajador para asumir el rol de un dirigente barrial, es deprimente.
El autor es abogado.
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