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lunes, 7 de noviembre de 2016

Espero el triunfo de Hillary y la derrota del populismo, cuya versión norteamericana es tan perniciosa y demagógica como la bolivianista de Chávez, presente por desgracia en nuestros países. Valioso opinión de Cayo Salinas a propósito del martes 8 de noviembre.


Así existan gobernantes que destilen odio sobre Estados Unidos y  cuestionen el rol que juegan sus Gobiernos en el quehacer mundial, es indudable que los que lo hacen miran  a diario y de soslayo, lo que acontece en ese país y las decisiones que asume la Casa Blanca y el Capitolio. Está bien la parada mediática para auditorios locales que probablemente no lleguen a comprender a cabalidad el peso específico que tiene ese país. Auditorios que se solazan con discursos encendidos en contra del imperio en escenarios donde es más que evidente que al final, lo que se espeta queda en nuestras fronteras sin ningún tipo de relevancia allá donde dicho discurso estaba dirigido. Ésa es la realidad, guste o no.

Son  fuertes y pesan más en el contexto internacional, de ahí que las elecciones de este martes 8 generen interés mundial y no sólo desde el punto de vista del seguimiento noticioso. Reconozcamos que fue Evo el que más lejos llegó en el proceso de disociar la relaciones con el país del norte. Fue consecuente con el odio enconado que siempre exteriorizó y no tuvo reparo en expulsar a la DEA a sabiendas de que con esa decisión perdíamos el  Atpdea y con ello, la posibilidad de ingresar al mercado norteamericano con preferencias arancelarias de innegable valor. Primó más la ideología y el interés de miles de productores de hoja de coca del Chapare, que la dinámica diplomática que marca otros códigos de conducta.

Al final, toda esa retórica quedó patentizada por un rompimiento de relaciones diplomáticas que encontrará en el análisis final, a unos que saluden la medida argumentando que en nada nos beneficia sostenerlas, y otros que lamenten que la visión comercial y económica que debería marcar las relaciones con Estados Unidos sea postergada por haber creído que Venezuela y lo que fue Chávez en su momento, iba a ser la panacea a todos nuestros males. No fue así, y se piense como se piense y se actúe como se actúe, lo que suceda en ese país influye y es vital --sensaciones térmicas de por medio-- para el mundo entero, incluidos detractores gratuitos y no gratuitos.

Por eso importa y mucho, quién sea vencedor este martes, así, en papeles, como es el caso boliviano, no mantengamos relaciones diplomáticas y las que existan, a nivel de agregados, sean más protocolares que sustanciales. Sí señor, importa saber si un populista mediático como Trump será el vencedor y qué consecuencias habrá si eso acontece,  o si la racionalidad estará al frente permitiendo que Hillary lo sea.

No olvidemos, bajo este contexto, que la diplomacia enseña a no tener nunca enemigos sino aliados.  Delimitando espacios, competencias, principios de respeto a la no injerencia e identificando puntos de convergencia, no existe razón alguna para mantener malas relaciones con países con los cuales tenemos lazos geográficos y geopolíticos insoslayables. ¿Se podrá lograr ello con Trump presidente?

Quizá un punto de coincidencia entre las personalidades de Evo y Trump sea el odio que cada cual exterioriza hacia lo que el otro representa. Y seguramente así no podrá construirse ninguna relación diplomática basada en intereses, no en ideologías. Clinton garantiza lo contrario, aun con un Evo odiador del Imperio, pero totalmente consciente de lo que conviene y no conviene. Demás estar decir que espero el triunfo de Hillary y la derrota del populismo, cuya versión norteamericana es tan perniciosa y demagógica como la latinoamericana, presente en algunos países. 

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