Susana
Seleme Antelo
El ‘caudillísimo’ Evo Morales, amenazó con buscar “otras formas de lucha” si “la oligarquía” no respeta su “democrática y pacífica” revolución. Fiel a su estilo pendenciero, exacerbado luego de la derrota del 21F, cuando Bolivia le dijo NO a su re-re-elección, lanzó la amenaza desde Caracas, en el tercer aniversario de la muerte de Hugo Chávez.
¿A qué otras formas de lucha se habrá referido? No es de menor calibre tamaña intimidación, quizás estimulada por la congoja de haber perdido a su millonario mentor con dineros del pueblo venezolano, quien convirtió a Bolivia en otro escenario de la confrontación político-ideológica del Socialismo del siglo XXI. Trataba de exportar ‘la revolución’ a imagen y semejanza de la suya, con “el indito” como le decía a Morales. Revolución calcada de la cubana, sin lucha armada ni ejercito irregular, pero con el patrón de control absoluto sin fisuras en y desde el poder, en el territorio y en la población. Es decir, la receta leninista-estalinista: cero Estado de Derecho y violencia sistémica y sistemática.
Esa es la fórmula que garantiza la eficacia represiva contra disidentes, la prensa independiente y el pensamiento diferente. En Bolivia, contra la libertad y la acción políticas, con secuelas de innumerables víctimas reales y simbólicas, amén de la destrucción del aparato productivo, en ciernes o en vías de consolidación, con su fatal anclaje extractivista, su sistema presidencialista y centralismo depredador. Sin olvidar ‘la lucha contra el imperialismo norteamericano’.
Aupado por muchos, Morales, buscó el control total del poder político, del territorio y de la población, desde el año 2002. Entonces se camufló en un sistema democrático que avanzaba, más allá de sus falencias, desde hacia más de dos décadas. Ahí se cobijó pese a su autoritaria e intolerante práctica sindical cocalera, con daños materiales y humanos. ¿Volverá a esa forma de lucha?
Nunca fueron demócratas, ni él ni los suyos. Algunos se dicen creadores de pensamiento teórico, como el Vice, jacobino confeso y afín radical a la teoría leninista-estalinista: arrasar con el enemigo principal, con los otros y los demás también. De Carlos Marx, no ha leído “La contribución a la crítica de la economía política”, el abc de la buena teoría marxista. Si lo hubiese hecho, sabría que “lo concreto es concreto, porque es síntesis de múltiples determinaciones, es decir unidad de lo diverso”. Para el Vice y los del oficialismo, los de antaño y los recién arrimados, las realidades y sus múltiples determinaciones no existen. Y si existiesen, deberán ser barridas y borradas de la historia, como toda la anterior al llamado ‘proceso de cambio’.
Impostores todos, han embaucado con el concepto de revolución. ¿Qué revolución? Es un deber aclararles a unos y otros, que la “intención de liberar no coincide con el deseo de libertad” como bien escribió Hannah Arendt. Y lo hizo para afirmar que el empleo justificado de la violencia, es una limitación política: “ya no es política, es antipolítica.” Agregaba que “la idea de la libertad ha quedado sepultada sin que nadie se conmueva”, para concluir que solo se puede hablar de verdadera revolución “cuando la liberación de la opresión conduce, al menos, a la constitución de la libertad.”
¿Qué revolución va a defender, Morales “con otras formas de lucha”, si en los 10 años de su gobierno, las empleó casi todas, siempre violentamente? A falta de paredones y Gulags, que eliminaron la igualdad y la libertad, su revolución acribilló a campesinos y citadinos en Porvenir, Pando, cuyo entonces Prefecto está preso hace casi 8 años, sin haber disparado un tiro; asesinó sin contemplaciones a tres extranjeros en un hotel de Santa Cruz, donde también mató a dirigentes cívicos juveniles, durante un cerco a la ciudad: iban tras la conquista del territorio. Y están La Calancha y sus muertos, así como el maltrato sin piedad a los indígenas del TIPNIS, quienes se oponían a la carretera cocalera y al destrozo de su hábitat. Mantiene presos a los hombres del llamado caso ‘terrorismo-separatismo’, sin prueba alguna, a otros los obliga al exilio, forma de violencia detestable, tanto como haber arrebatado el derecho al voto a ciudadanos de Beni. Creó redes de extorsión jurídica, guillotinas judiciales a opositores y a la libertad de prensa, y ahora las tributarias, sin ser menor la corrupción, entre otros mecanismos de violencia estatal y gubernamental. En todos, la condición humana de la ética se perdió en el ejercicio del poder total.
El escritor Emilio Martínez (eju.tv. 29/12/2013) alertaba que La Ley de Empresas Públicas promulgada por Morales aquel año, podía convertirse en una auténtica “Ley de Impunidad”, pues eliminaba los procedimientos anti-corrupción para las 45 compañías estatales. La Ley eludía los controles gubernamentales, abría las puertas a compras sin control y se escudaba tras el “muro de silencio”, impuesto por las cláusulas de confidencialidad. Así se explica la ausencia de licitaciones para obras públicas: solo 1% se licita, según expertos. Entre las ausencias están los contratos con la corporación china CAMC, conocidos a raíz del tráfico de influencias que habría efectuado la señora Gabriela Zapata, ex compañera adolescente del ‘caudillísimo’ Morales.
¿A qué “otras formas de lucha” nos piensa enfrentar, quien luego de perdido el referéndum dijo que había “perdido una batalla, no la guerra”? ¿Quiere la lucha armada, radical sueño truncado del Vice? ¿O nos quiere convertir en una Bolivia camboyana, la del genocida Pol Pot?
Como escribió José Ingenieros, a los mediocres, “la impunidad los tranquiliza”, la mediocridad es lo que “facilita la existencia de políticos ignorantes y rapaces."
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