Al parecer, una mezcla letal de soberbia, prepotencia y temores, impide que las autoridades del Gobierno y los dirigentes del MAS puedan leer correctamente la realidad y, sobre todo, los sentimientos de una población que está cansada de tanta incertidumbre y mentira, y que desconfía cada vez más de sus palabras y actitudes.
Así, en cada declaración o discurso las autoridades caen en nuevas contradicciones y abren el espacio para que reales o presuntos nuevos “escándalos” salgan a luz pública. Se trata, en definitiva de un proceso que hace mucho daño no sólo a las propias autoridades sino a la población misma, más si se sigue buscando culpables de esa situación en otros, a través de elucubraciones a cual más inverosímil.
En ese marco hay algunos temas clave sobre los que una transparente posición oficial permitiría doblar de una vez la página coyuntural para poder mirar al futuro. El más importante, sin duda, es el reconocimiento explícito, claro y sin ambigüedades de los resultados del referendo constitucional del 21 de febrero. Otro, permitir una investigación imparcial y completa, a cargo de personalidades idóneas de las denuncias de corrupción como los casos del Fondo Indígena y el presunto tráfico de influencias en la adjudicación de importantes obras de construcción, particular, pero no exclusivamente, al consorcio chino Camce.
Asimismo, como una muestra de recuperación de valores morales, es necesario que quienes han mentido a la ciudadanía en temas disímiles en importancia, reconozcan ese error y asuman el compromiso de no hacerlo más.
Ese camino, hay que insistir, parece ser el único si se quiere recuperar la confianza y legitimidad de las que el Gobierno y el MAS recibieron desde su llegada al poder.
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