Hay que estar conscientes de que en el referendo del 21 de febrero se juega mucho más que la decisión de aprobar o rechazar la reforma constitucional en consideración
Corresponde destacar la respuesta del Presidente del Estado a la carta que le dirigió el Tribunal Supremo Electoral (TSE) reclamándole que observe y acate las normas electorales. El Mandatario presenta sus excusas por formular afirmaciones sobre aquellas y el comportamiento de los vocales electorales, aunque no se comprometió a rectificar explícitamente su participación en la campaña a favor de la aprobación de la Ley de Reforma del Art. 161 de la Constitución Política del Estado (CPE), por la que se habilitaría para ser candidato a la Presidencia del Estado una vez más.
Al margen de los importantes argumentos esgrimidos sobre la pertinencia de esta reforma constitucional o la legalidad o ilegalidad de su procesamiento, lo cierto es que el referendo se realizará. Por tanto, corresponde que este evento electoral cuente con los recaudos que garanticen su transparencia, la libre y equitativa competencia entre los propulsores de ambas posiciones, y el pleno respeto a los resultados que arrojen las urnas.
Esta demanda de garantías parece obvia, pero no lo es, pues, como hemos visto en anteriores comicios siempre está latente la tendencia al fraude y al menor descuido se incurre en él, como ha sucedido en las elecciones subregionales de 2015 y la constatación de que la desesperación por prorrogarse en el poder obnubila la razón y la visión de mediano y largo plazo.
En el primer caso, el comportamiento de las autoridades del TSE que organizaron esas elecciones subregionales fue tan grosero y cuestionado que finalmente debieron renunciar y fueron reemplazados por ciudadanos, hombres y mujeres, de renombre que, es de esperar, no cederán a presiones foráneas de ninguna naturaleza y mantendrán una actitud de respeto a las normas en vigencia y a los principios que guían el sistema democrático.
Para satisfacer las tentaciones de prorrogarse en el poder cualquier mecanismo es válido, incluido el fraude electoral. Por tanto, la ciudadanía debe extremar recursos para que no ocurra aquello, y a quienes lo promuevan se les debe hacer saber que esa estrategia provocaría tal grado de deslegitimación que ya no estaría en juego sólo la reelección de los actuales mandatarios, sino el proyecto político mismo que dirige el MAS.
Desde otra perspectiva, es lamentable que en el campo del oficialismo predomine un discurso simplón, que no explica las razones para proponer la reforma constitucional, sino que pretende exaltar los más atávicos sentimientos e infundir miedo y sentar amenazas por una presunta derrota, que sería el rechazo a la reforma constitucional. En tanto, en el campo que rechaza la reforma constitucional no hay un discurso único. Más bien la estrategia parece ser que hable la gente sobre el tema. Lamentablemente, empero, también hay un discurso de corte racista intolerable, como de uso poco escrupuloso de personajes y situaciones (y no parece casual que estos últimos correspondan fundamente a representantes de los partidos tradicionales que, casi en forma similar a las corrientes radicales del MAS, tratan de pescar en río revuelto).
Así pues, hay que estar conscientes de que en el referendo del 21 de febrero, se juega mucho más que la decisión de aprobar o rechazar la reforma constitucional en consideración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario