Amalia Pando ha dicho que es inmoral que un presidente promueva un cambio en la Constitución para beneficiarse él mismo. Ahora bien, vale la pena puntualizar que el procedimiento que está utilizando el Gobierno para cambiar la Constitución y garantizar la reelección de Evo, eventualmente en forma indefinida, es absolutamente legal. Ése es el problema, tenemos una Constitución que ha sido concebida a medida del gobernante de turno. Tenemos una Carta Magna que cumple exactamente las funciones opuestas a las que debería cumplir un documento de esa índole.
La Constitución de Evo, o de la Glorieta, o como se la quiera llamar, no fue diseñada para reducir el poder del gobernante, sino para consolidarlo y eso, en aquel ya lejano 2009, estaba completamente claro. Es por eso que, aunque celebro la conversión de una serie de actores políticos y de la prensa en esta postura de rechazo al autoritarismo de Evo, me pregunto por qué muchos de ellos no reaccionaron así entonces, cuando se estaba constitucionalizando una puerta abierta para la eternización de un presidente, y obviamente su entorno, en el poder. Fue entonces cuando se firmó la condena a la democracia de nuestro país.
Para Amalia, Evo es inmoral, y estoy de acuerdo con ella, pero ese concepto del Jilirí Irpiri lo tengo desde antes que fuera Presidente. Me refiero a algo sustancial: alguien que dirige una especie de sindicato de pequeños propietarios de tierras que se dedican a producir materia prima para la confección de drogas no puede inspirar confianza.
Inmoral me pareció, también desde un principio, el promover o el no criticar el uso de los cruelmente llamados cazabobos en los cocales chapareños. Inmoral me parece también la paternidad irresponsable, (referida recientemente por el Vicepresidente en conversación pública con la Ministra de Salud), episodio que fue muy conocido cuando Su Excelencia era diputado y estuvo apremiado por la justicia por no pagar las pensiones a uno de sus retoños.
Inmoral es también promover el asesinato de unas personas en sus habitaciones de hotel, por muy sospechosos de cualquier delito que puedan ser, o, en su defecto, el no buscar a los responsables y promover su enjuiciamiento, si es que se trató de una iniciativa ajena a la cúpula del poder.
Inmoral fue lo que se hizo en Cochabamba en enero del 2007, cuando se promovió un enfrentamiento entre la gente de la ciudad y la del campo, y se retiró el resguardo de la entonces todavía llamada prefectura.
No pretendo en esta columna enumerar todos los actos inmorales del Gobierno. De hecho, sólo estoy mencionando unos cuantos de la primerísima hora del régimen y un par de antecedentes. Insisto, lo que sorprende es que la gente no hubiera podido percibir esto desde el inicio, siendo que en estos casos no hubo ninguna piel de cordero que cubriera al lobo.
Lo dramático es que a pesar de estas constataciones y de otra más, a pesar del despilfarro, del asqueroso culto a la personalidad, de la obnubilación del Jefe de Estado, que ya no se da cuenta ni siquiera cuando humilla a sus fieles subalternos, es posible que Morales tenga todavía el suficiente apoyo como para consolidar su permanencia en el poder.
La lucha por evitar que Evo se eternice en el poder es, sin lugar a duda, una obligación moral, aun para quienes creen que Evo lo ha hecho maravillosamente hasta el día de hoy. Entre otros motivos porque es indudable que estando las cosas como están, las lides electorales serán siempre una competencia desleal. Dicho sea de paso, ¿se acuerda usted, estimado lector, de algún debate electoral en el que hubiera participado Evo?
El autor es operador de turismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario