Carlos Mesa estuvo soberbio durante la entrevista que le hicieron en un canal chileno. La gente en las redes sociales se volcó a alabarlo, haciendo énfasis en su solvencia como historiador. Y aunque fue claro y concreto al citar algunos eventos de la Guerra del Pacífico, lo cierto es que más que sus conocimientos históricos, lo que hizo que la entrevista supiera a victoria para muchos bolivianos fue el manejo inteligente del encuentro, su capacidad para responder adecuadamente a todas las preguntas, o para no hacerlo, su elegante forma de poner en evidencia la banalidad y hasta cierto punto la falta de preparación del entrevistador. La seguridad en sí mismo le permitió ser irónico y atacar con una elegancia que no habíamos presenciado en el último tiempo.
Y bien, el tema del mar, una vez más ha tenido sus efectos. Mesa que como político estaba en el ostracismo hasta hace unos pocos meses, de pronto se ha convertido en una figura extraordinariamente actual. Una entrevista, en el lugar adecuado, y manejada por él magistralmente, lo han resucitado al extremo de que se ha convertido en uno de los grandes referentes políticos. De hecho, es su tajante e inequívoca posición respecto a la rerere elección del presidente Evo tiene en este momento más peso que lo que puedan decir el resto de los opositores.
Pretender que el reclamo marítimo no puede o no debe ser politizado es en el mejor de los casos una ingenuidad. Por supuesto que lo será, porque ésa es la esencia misma de este asunto y todo el mundo sabe que de llegarse a buen puerto, los réditos políticos que esto significaría serían inmensos.
Lo interesante es que como el diablo no sabe para quién trabaja, el Gobierno abrió sus puertas a los expresidentes que había estado vapuleando de manera atroz hasta pocos meses antes y los invitó para ser parte de esta cruzada. A primera vista se hubiera podido creer que era una movida genial del régimen, neutralizando de alguna manera a figuras que pudieran tener una potencial convocatoria. De hecho, de no ser por las contundentes declaraciones de Mesa, se hubiera podido aseverar que éste estaba actuando, indirectamente, en forma funcional al Gobierno. Así lo percibí yo, hace tan sólo una semana.
Carlos Mesa ha dicho que no le interesa la política, que está abocado al tema del mar. Esto se tiene que entender en el sentido de que no le interesa ser un candidato ahora, pero indudablemente ha hecho política, en serio y en grande y con responsabilidad y ética, al expresar desde el pedestal recién ganado su rechazo a las pretensiones cuasi monárquicas de Evo Morales. Los del gobierno deben estar muy confundidos, les ha salido el tiro por la culata. No han tenido mucho más de una semana para celebrar como es debido el fallo de La Haya, y ni un par de días para felicitarse por la entrevista en el canal chileno.
Aunque para la mayoría de los bolivianos es natural que el tema del mar sea de tan vital importancia, no deja de llamar la atención que una asunto que no tiene ninguna practicidad, que aún en el caso de resolverse a favor de Bolivia no llevará a ninguna mejora sustancial en la calidad de vida de la gente, sea tan, pero tan importante. No deja de haber en esto una suerte de inmadurez social y política, pero los traumas psicológicos colectivos, son aún más complejos que los traumas individuales.
Hay quienes han dicho que lo de la Haya ha sido casi un tsunami para la diplomacia chilena, tan segura y tan pagada de sí misma ella, pero algo me dice, que por lo menos vientos huracanados han llegado hasta la plaza Murillo.
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