La adicción al poder es terrible. A más de un cristiano ha llevado de la mano al infierno
¿Con qué disposición de ánimo se encuentra? ¿Le sería más fácil reír o llorar? Es la disyuntiva crucial de la hora. Beaumarchais, en Barbero de Sevilla, le hace decir a un personaje: “Por el hábito de la desdicha, me apresuro a reír de todo, por temor de verme obligado a llorar”. Otro ejemplo: la lectura del Quijote a unos les hace reír; a otros les arranca lágrimas. Algo así está ocurriendo en el reducto plurinacional de los Andes, donde un Atila aimara pretende hacer tabla rasa de la democracia.
Acaba de iniciar una gestión de cinco años, la tercera de forma consecutiva, y ya está otra vez con el vesánico afán de prorrogarse, desde ahora, hasta los años 30. No hay un hecho singular como éste en el mundo. Uno no sabe si es sólo una pesadilla. Sin sonrojarse, un escudero dijo en Panamericana que el referéndum es a pedido de los opositores y que ellos, los masistas, sólo recogieron el guante. Pero bromas aparte, ¿alguien puede decir qué les causa tanta premura?
Como los becarios del gran “Pacheco” en la capital, han escamoteado sin asco el tiempo. Ya están en el 2019; y es víspera de elecciones. La Constitución de La Glorieta sólo permite una reelección, no cuantas veces uno quiera. Pero el que manda, manda y dos tercios en el cañón, al estilo del Capitán del Siglo. Entonces no hay problema. El 168 de la CPE modificada añade dos gestiones más al hilo”; y por ahí se animan a permanecer (lo cual es más seguro) hasta no poder más, como el dictador de Cuba.
Al pueblo, aunque se invoque tanto, lo más práctico es ignorarlo, como con los jueces “truchos”, las principales alcaldías y los estatutos de la autonomía. Digan lo que digan, la sordera convencional vale: la excesiva concentración de poder deriva fatalmente en tiranía y es, además, una fuente segura de corrupción y de otras calamidades. No importa. ¡No hay que tenerle miedo al pueblo! Al decir del Vicepresidente, nada es tan urgente como saber “cuánto cariño le tiene todavía a Evo”.
El otro día hubo una parodia de debate en la Asamblea Plurinacional. La oposición es cada vez más diestra para los simulacros; era como para no dudar de que estaban discutiendo de veras; incluso sus gestos belicosos parecían reales. Ellos hicieron el marco de la apariencia; en el fondo, lo serio, ya estaba definido. Sólo había que hacer levantar las manos, y en un palitroque el referéndum de febrero era un hecho. ¿Para eso cuatro horas de pantomima?
La adicción al poder es terrible. A más de un cristiano ha llevado de la mano al infierno. Los que aún lo tienen, no quieren soltar, y los que ya fueron, sueñan con volver. Según Ramiro Paz, “el prorroguismo en Bolivia es quencha”. Y él lo sabe muy bien. En 1964 el “general del pueblo”, siendo vicepresidente, le hizo el golpe al Dr. Víctor Paz. Casi otro tanto le sucedió a Goni en aquel octubre negro. A Banzer no le fue mejor. ¿Es difícil aprender la lección?
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia
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