Los que se asombran por el gasto excesivo en propaganda tendrían que esperar para ver lo que ocurrirá si las cosas se ponen feas como se anticipa. Es probable que se intensifique aún más el bombardeo mediático para tratar de fijar en las cabezas de los bolivianos que “todo marcha bien” como lo repite una y otra vez el ministro de Economía y como lo acaba de decir el presidente Morales, quien ha dicho que, como todo anda sobre ruedas él tiene que continuar en el gobierno, usando esta vez el truco lingüístico de la “repostulación”, otra de las “estrategias envolventes” que ha venido usando el régimen en estos años.
Eso de las “estrategias envolventes” fue una técnica muy usada por el estalinismo soviético y el abuso de la propaganda es una herencia que nos ha dejado el nazismo. Ambos regímenes autocráticos deberían estar vigentes en la actualidad si fuera cierto –como lo creían ellos-, que el poder de la comunicación es tal que hasta pueden llegar a transformar la realidad y que la máxima “miente, miente que algo queda” que tanto repetía el estratega de Hitler, Joseph Goebbels se puede usar indefinidamente.
Algunos de los teóricos marxistas de la comunicación social que suelen inspirar todavía a muchos de los actuales propagandistas, especialmente a los del gobierno boliviano, creían que los anuncios hegemónicos funcionan como agujas hipodérmicas que inyectan la ideología en las venas de las masas y que en el caso actual, serían capaces de hacernos sentir bien a todos, convencernos de que estamos blindados frente a la caída de los precios internacionales y que como todo es tan formidable, nos alcanza para pagar doble aguinaldo, organizar el Dakar y en agradecimiento semejantes beneficios, reelegir por tercera vez al presidente.
Esto no tiene ni una pizca de exageración y ha sucedido una y otra vez. Cuando los cañonazos de los rusos ya estallaban en las cercanías de Berlín y los ejércitos aliados terminaban con lo poco que quedaba del ejército alemán en Normandía, en la capital germana los medios seguían difundiendo la propaganda triunfalista elaborada con tanto ahínco por Goebbels como si eso hubiera podido cambiar el destino fatídico que les esperaba.
La propaganda es muy útil, no hay cómo dudarlo, pero solo sirve como refuerzo de las condiciones materiales que la ciudadanía pueda palpar en su vida cotidiana. En el caso de Alemania, no hubiera funcionado de no haber sido porque Hitler pudo consolidar la fuerza militar y de inteligencia más poderosa del mundo que estuvo a punto de cambiar el rumbo de la historia para siempre. En Bolivia ha sido primordial en reforzar la idea del “cambio” en la etapa de auge económico más importante del país, que ha permitido una distribución extraordinaria de la renta nacional a través de distintos canales y que se ha sentido como nunca en los bolsillos de la gente.
Los que tienen una fe ciega en la propaganda suelen menospreciar la inteligencia de la población, especialmente la de quienes disponen de menor capacidad para analizar y reflexionar sobre la realidad y su relación con los mensajes. Justamente esos sectores suelen ser los más sensibles ante el menor cambio en aquellas condiciones reales que hoy están en riesgo.
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