Durante estos días, desde la lejanía, hemos sido de alguna manera testigos de una cadena de sucesos que no es fácil asimilarlos. En Bolivia las cosas vienen y pasan como si nada viniera y nada pasara. De un referéndum que le dijo no a la aprobación de los Estatutos autonómicos mostrando una sociedad cansada del centralismo y del uso instrumental que se hace de ella desde el gobierno, a una algarabía exagerada por la decisión de la Corte Internacional de Justicia que afirmó su competencia para atender nuestra demanda.
En solo cuestión de horas Evo Morales estigmatizado por el resultado del referéndum estatutario paso a ser el héroe del retorno al mar. Y con ese impulso la Asamblea Legislativa se apresuró a levantar la mano para modificar la constitución y permitir la reelección del Jefazo. Bien todo esto ha pasado a ser historia. Lo que no es historia aún son los efectos que estos hechos abran de tener.
El tema autonómico se quedará como esta, sin nada. Es que el centralismo masista no puede concebir que las regiones no les necesiten, no pueden imaginarse a un Evo innecesario para ir repartiendo dinero y obras en una eterna campaña y menos ahora que se ha decidido su entronización política. Autonomía y re-elección indefinida no son compatibles. A ver si los cruceños se enteran.
El MAS se siente imparable, tanto que no le ha importado estar en el primer año de su segunda reelección inconstitucional, para volver a violarla y asegurarse que nada impida quedarse en el poder. Tanta prisa no puede ser casual ni estar originada por el calor de unos dirigentes que tienen pegas en el gobierno y dicen representar a los movimientos sociales.
Nada de eso. El tiempo apremia. Y es que los días de derroche se acaban. Eso es lo que impulsa la impaciencia. Ya lo saben y si teniendo la lotería no supieron aprovechar y administrar la bonanza, no creo, estoy seguro que no podrán con una economía depauperada.
Una dirigente masista decía que recibieron un país en ruinas y que en estos años transformaron esas ruinas en la Bolivia de hoy. La verdad es que recibieron un país con todo el impulso y las reformas, que destrozaron, y que les sirvió como piloto automático para derrochar y corromperse mucho más que en cualquier otro gobierno. Triste verdad.
Ahora les quema las manos ese derroche y a la hora nona quieren convencernos de que ha llegado el momento y van a industrializar, van a diversificar y se van a convertir de corruptos en honrados. Así de omnipotentes se sienten. Seguros de que el voto lo obtendrán voluntariamente o forzando esa voluntad, porque ellos saben que ahora se juegan el todo.
Entre la ambición ilimitada del tirano masista y la democracia se encuentra la conciencia popular. La voluntad del ciudadano que deberá decidir si quiere la tiranía o la democracia. En esta ocasión no hay medias tintas. Todos deberán tomar partido. Y ya no se trata de un nombre o de un proyecto. Se trata de una forma de vida de poner en práctica eso de morir antes que esclavos vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario