Pandillas juveniles por cientos
Mauricio Aira
Tema preocupante no sólo en Bolivia. Se podría decir en todas las naciones. Jóvenes que tratan de identificarse con un estilo de vida que llame la atención buscan hoy una solución en el pandillaje. Una mirada a las causas ayudará a comprenderlo. Los pandilleros suelen proceder de hogares en crisis o destruidos donde sus necesidades no son atendidas, falta de educación que le brinde los valores para encaminarse bien sin caer en el pandillaje.
La pobreza y el desempleo alimentan la vía de conseguirse dinero fácil, por medio de robos, distribución y venta de drogas. Sin ocupación los jóvenes trabajan en las pandillas como fichas de ajedrez para cualquier tarea especialmente las que están al margen de la ley, no tienen valores y son maltratados y se unen para protegerse, obtener ayuda mutua, defender “su territorio” y lo que consideran sus derechos.
“Llega la policía los encierra y no tardan nada en regresar. Se ríen de nosotros y siguen delinquiendo” nos expresa un sacerdote de Hospicio en pleno centro de Cochabamba. “Hemos ensayado todas las soluciones y terminamos llevándoles ropa y comida a su lugar de encierro”, concluye. Estos pandilleros son rebeldes sin causa, protestan contra todo, y todas las demás personas que no están en su grupo son sus enemigos. Y no se crea, entre ellos encontramos a “hijitos de papá” que teniéndolo todo abandonan el hogar rehuyendo a sus obligaciones de estudio o de trabajo y se convierten en lideres.
Recientemente la autoridad policial ha ratificado que en Bolivia existen 1.200 pandillas juveniles. En todas las ciudades grandes y chicas, al margen de todo control. Pobres y descarriados son una parte otra los que salen de casa entre las 18.00 y las 23.00 sólo para delinquir. Robar, ingerir droga, emborracharse, “pasarla bien” sin límite alguno. ¿Y los padres? Bien gracias, andan en lo suyo mientras los hijos están librados a su suerte. Muchos se llevan consigo el vehículo de la casa, las bebidas, el sonido. La novedad es que muchas chicas son también pandilleras, compiten con los chicos en la maldad, se venden en la calle para obtener los recursos para “sus compras” y así noche tras noche, no sólo de los jueves hasta domingo, en una espiral que gira cada vuelta a mayor velocidad convirtiéndose en una vorágine destructiva de la familia, la sociedad, el individuo.
¿Qué hacer? Es la gran pregunta compartida por padres de familia, maestros, Iglesia, policía. La receta no está dada. Se ensayan soluciones como en Europa, mantener ocupados a los jóvenes facilitándoles actividades deportivas, sitios de reunión abierta, medios para practicar cultura. Ya el gran educador Juan Bosco precursor del método preventivo, logró institucionalizar el deporte, el teatro, la música incluyendo el baile en sus famosos “oratorios dominicales” donde impartía el catecismo y que todavía funcionan en toda obra salesiana. Algo más tarde introdujo los talleres artesanales mecánica, carpintería, sastrería, zapatería, etc. y pudo salvar sin número de jóvenes de ir a formar las pandillas que hoy asolan nuestras urbes.
La TV oriental ha filmado una sesión de actividad de las pandillas más violentas. Se agrupan en determinado sitio, abordan el transporte público sin pagar, claro está y se trasladan a un sitio determinado donde les espera otra pandillas de unos 20 miembros, reforzados se lanzan al saqueo de pequeños negocios, quioscos y tiendas donde roban abiertamente comestibles, golosinas, cigarrillos, bebidas. La pandilla rival está al afronte se traban en verdaderas batallas campales, caen algunos heridos y después desaparecen. Persona que topan en su alocada carrera es golpeada, empujada, ultrajada. Hay mucho en el tintero para tratar las soluciones que deben empezar por la atención que piden a gritos estos muchachos. Es que no se les escucha y luego brindarles apoyo para sacarlos de la delincuencia incipiente de las garras de la droga y la prostitución.
Con premura los actores citados deben convocar a talleres comunes y no bajar el telón hasta emprender verdaderas soluciones urgentes, a mediano y largo plazo. No basta derramar lagrimones ha llegado la hora de la acción ante los cientos de pandillas juveniles que aparecen con la oscuridad.
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