Transcurrieron más o menos 48 horas entre el momento en que el personal de la Coordinación Ecológica Area Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) decidió paralizar sus tareas y el acuerdo de los huelguistas con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el ministro de Medio Ambiente y Espacio Público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Diego Santilli, tras el cual decidieron retomar sus labores en forma normal. Bastaron para que la ciudad y varios municipios de su conurbano quedaran semicubiertos por una densa acumulación de residuos, con el riesgo sanitario que esa irregularidad acarrea.
Ni los huelguistas ni tampoco una gran mayoría de vecinos se compadecieron del probable desastre ecológico que estaban provocando en zonas que de por sí han dejado de ser limpias desde hace muchos años.
Los primeros, alarmados por el presunto, según ellos, vaciamiento de la Ceamse, ni siquiera repararon en que hay profesiones y oficios que por estar al puntual servicio de la sociedad no pueden darse el lujo de declararse en huelga perjudicando a terceros ajenos a la naturaleza de su demanda. Un descarnado procedimiento piqueteril que pone de manifiesto conductas egoístas, extorsivas y desprovistas de sensibilidad social.
No resulta extraño, entonces, que tras este deletéreo paro se moviesen los intereses políticos y económicos que suelen caracterizar a las intervenciones del secretario general de la CGT y líder de los camioneros, Hugo Moyano.
En lo que respecta a los vecinos, su actitud estuvo caracterizada por una angustiante falta de solidaridad para con su prójimo (alrededor de 14 millones de seres humanos). A pesar de las solicitudes en contrario, buena parte de ellos no vaciló en sacar a la calle sus desperdicios, cuando era evidente que no habría recolección por causa de la inactividad de las plantas de transferencia de la Ceamse.
Miles de bolsas de basuras quedaron abandonadas en los bordes de las aceras o apiladas en las esquinas; algunas de ellas ya despanzurradas por los cartoneros, que tampoco se privaron de llevar a cabo su trabajo como si nada ocurriera. Durante la madrugada de ayer, como era de esperar, además de los malos olores y los líquidos, hubo que registrar la presencia ocasional de roedores e insectos. Poco o nada pudieron hacer los servicios de emergencia implementados de urgencia por las autoridades porteñas con el objeto de paliar esa situación. Una situación incontrolable, porque sólo la ciudad de Buenos Aires produce 5000 toneladas de desperdicios por jornada. Poco justificada, entonces, pareció la opinión de un delegado de la Ceamse acerca de que uno o dos días de basura en las calles no justificaba la declaración de la emergencia sanitaria que, en algún momento, previó dictar el gobierno local.
Este paro desnudó una vez más cuán apremiante es resolver de una vez por todas el problema provocado por la progresivamente más y más dificultosa eliminación de la basura urbana.
Los tres rellenos sanitarios a los cuales van a parar los desperdicios, ubicados en Ensenada, González Catán y a la vera del camino del Buen Ayre, tienen entre ocho meses y tres años de vida útil. Y de manera casi unánime la población de los municipios bonaerenses rechaza la intención de albergar otros emprendimientos de esa laya.
Mientras tanto, en 2009 la ciudad incrementó en un 24 por ciento la masa de residuos que envía a los rellenamientos de la Ceamse. Como era previsible, a fines del año actual no se habrán podido alcanzar los objetivos del denominado plan de basura cero, que se había comprometido a disminuir en un 50 por ciento el casi millón y medio de toneladas de basura que fueron producidas en 2004; de hecho, el año último, esa cifra ascendió a 1.847.748 toneladas de desperdicios.
Los operarios de la Ceamse dispusieron reanudar sus tareas una vez que el mandatario bonaerense y el ministro de Medio Ambiente y Espacio Urbano porteño les aseguraron que ese organismo continuará funcionando igual que hasta ahora. Esa garantía no obsta para que las autoridades y los expertos se movilicen con premura y se aboquen a solucionar, sin que medie toda clase de interesados preconceptos, el problema de cómo eliminar la basura en los próximos años.
Sería muy grave que quienes ocupan responsabilidades de gobierno así no lo hicieran. Deben poner manos a la obra sin esperar otra preocupante advertencia de desastre ecológico, por el estilo de la presente, agravada por la falta de solidaridad y por la extorsión gremial que quedaron claramente en evidencia.
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